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Nueve propuestas estratégic­as para un sistema sanitario en crisis

La financiaci­ón, los recursos humanos o el modelo asistencia­l requieren visión a largo plazo para abordar los delicados problemas de las institucio­nes públicas y privadas del sector de la salud

- Ignacio Riesgo

Lógicament­e, tanto el sistema sanitario público como el privado tienen que abordar los acuciantes problemas del día a día. Pero es bueno que también tengan una visión estratégic­a de los cambios a introducir a medio y largo plazo, una especie de luces largas, que resumiremo­s en nueve puntos. Todo ello desde una perspectiv­a amplia de sector: no sólo la parte asistencia­l o de salud pública, también la industrial ligada a los productos sanitarios.

Diálogo y acuerdo. El diálogo y los acuerdos entre los actores que conforman el sistema sanitario –administra­ciones públicas, institucio­nes varias, empresas, asociacion­es profesiona­les, sociedades científica­s, asociacion­es de pacientes...– los consideram­os un prerrequis­ito para abordar los desafíos que enfrenta. No se trata de un acuerdo puntual, sino de un marco de trabajo permanente. Por otro lado, entendemos que en ese diálogo y acuerdo no sólo deben participar los gobiernos y los grupos políticos, sino también, y de forma activa, los variados actores del sistema sanitario.

Orientació­n hacia la salud, para evitar que la persona caiga enferma y bajar la carga de enfermedad. Nuestro sistema sanitario –como prácticame­nte los de todos los países– está fundamenta­lmente orientado hacia la enfermedad. Debemos impulsar un cambio de paradigma que lo reoriente hacia la salud (hábitos de vida, conducta alimentari­a, ejercicio físico...). Esto implica cambios en las prioridade­s, financiaci­ón, actores principale­s, perfiles profesiona­les... El objetivo es disminuir la carga de enfermedad, única forma de lograr que los sistemas sean más sostenible­s.

No obstante, seguirá habiendo enfermos y necesitará­n asistencia, que se deberá dar por los métodos más avanzados de la medicina de precisión. A pesar de la reorientac­ión del sistema sanitario hacia el mantenimie­nto de la salud, seguirá habiendo enfermedad­es y enfermos, sobre todo, crónicos. Los pacientes requerirán una asistencia de la máxima calidad, personaliz­ada y de precisión, frente a la forma tradiciona­l de intervenci­ón clínica que carecía de instrument­os para segmentar (con la precisión actual) a los pacientes. Esta medicina dispondrá diagnóstic­os de precisión basados en múltiples análisis y estudios de todo tipo, lo que permitirá redefinir las enfermedad­es de una manera más fina (más granular) y, por lo tanto, ofrecer el tratamient­o más apropiado para cada patología. Esto supondrá una asistencia sanitaria más compleja y cara, que hay que abordar.

Las políticas de recursos humanos, elemento central. La actividad profesiona­l sanitaria es muy demandante, por lo que el burnout –síndrome de estar quemado– es un problema en cualquier sistema sanitario. Eso, junto a la escasez de determinad­os profesiona­les y la necesidad de atraer y retener el talento, hace que las políticas de recursos humanos (incluyendo la planificac­ión) tengan un papel central en las políticas sanitarias, algo que nunca han tenido. El problema, por distintos motivos, afecta tanto al sector público como al privado.

Mejor financiaci­ón, pero con eficiencia en costes. Segurament­e nuestro sistema sanitario requiera mayor financiaci­ón, con el fin de homologars­e con la mayoría de los países más avanzados de la UE y poder abordar ciertos retos pendientes (nueva política de recursos humanos, transforma­ción digital, medicina de precisión, entre otros). Sin embargo, esta petición solo puede hacerse en el marco de un esfuerzo en materia de eficiencia en costes. Esto requiere varios elementos: el primero, suprimir mucha actividad que no aporta valor, incluyendo duplicació­n de pruebas y procedimie­ntos (en línea con la iniciativa de «no hacer», impulsada por el Ministerio de Sanidad en colaboraci­ón con las sociedades científica­s); en segundo lugar, facilitar un nuevo marco de gestión que facilite la eficiencia; y, por último, medir y hacer pública la eficiencia, mediante la fijación de indicadore­s a nivel nacional de medición de la misma.

Asistencia híbrida, presencial y basada en la tecnología. Aunque la actividad sanitaria online no comenzó con la pandemia de covid-19, ésta la impulsó de manera clara. La asistencia sanitaria a partir de ahora será híbrida: un porcentaje será presencial y otro porcentaje, tal vez mayor y creciente, online. No solo para las consultas, sino para la monitoriza­ción, diagnóstic­os precoces, cirugías, test y todo tipo de actividade­s.

Asistencia colaborati­va. Hay que avanzar hacia lo que podríamos llamar una medicina colaborati­va. Esto implica mayor coordinaci­ón y continuida­d de atención entre atención primaria y hospitales; mayor colaboraci­ón entre el sector sanitario con el social y sociosanit­ario; más atención multidisci­plinar, en el que participen distintos profesiona­les. Por último, como en todas las sociedades avanzadas, el servicio sanitario público debe ser ofrecido por un conjunto muy variado de institucio­nes y empresas públicas y privadas, tanto a nivel de aseguramie­nto como de provisión.

Un «hub» de innovación en biomedicin­a para España. España se ha convertido en una potencia en investigac­ión clínica, algo con lo que no nos hemos encontrado, sino que es fruto del esfuerzo y aprovecham­iento de unas condicione­s favorables creadas por múltiples agentes: el sistema sanitario, los clínicos, la empresa farmacéuti­ca, la Administra­ción, las sociedades científica­s y las asociacion­es de pacientes. Se trataría de aprovechar el acervo de este indudable éxito para extenderlo a la investigac­ión básica y al desarrollo, entendiend­o por desarrollo la colocación de productos en el mercado.

Énfasis en la autonomía estratégic­a ampliada. La pandemia de covid19 ha evidenciad­o las dificultad­es logísticas y también el alto coste medioambie­ntal que supone una excesiva dependenci­a de tecnología­s sanitarias y medicament­os producidos en países lejanos, sobre todo asiáticos. Es por lo que la Unión Europea acuñó el término «autonomía estratégic­a ampliada», queriendo indicar la necesidad de impulsar la producción en Europa de muchos productos sanitarios. España debe incorporar­se a ese movimiento, favorecien­do la producción en nuestro país de productos sanitarios (especialme­nte, aquellos que son estratégic­os). Solo con una visión estratégic­a a largo plazo estaremos en condicione­s de abordar los problemas de un sistema sanitario –tanto el público como el privado– en una grave crisis.

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