Siesta Diez respuestas de urgencia
A esta edad todavía es muy conveniente que echen un sueñecito a lo largo del día
Se
avecina una época de grandes cambios: comienzan a ir al baño solos, a vestirse sin la ayuda de papá y mamá y, en muchos casos, empiezan la guarde. Y para enfrentarse a todo esto, necesitan estar descansados. Los expertos lo tienen claro: reforzar el sueño nocturno con una o dos siestas diurnas les ayuda a asimilar mejor el aprendizaje y a estar más frescos y de mejor humor por la tarde. ¿La clave? Establecer un horario fijo de siestas y propiciar el ambiente más adecuado para ello.
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¿Cuánto necesitan dormir?
Entre los seis meses y el primer año se consolida el sueño nocturno y lo habitual es que los pequeños empiecen a dormir seguido por la noche. A los dos años siguen necesitando entre una y dos siestas diurnas para completar el sueño nocturno. A esta edad duermen una media de doce horas diarias, de las cuales diez suelen ser nocturnas y dos diurnas. A medida que el niño crece, el número de horas que duerme se reduce progresivamente, sobre todo a costa del sueño diurno. Y nos plantamos con cuatro años, cuando duermen aproximadamente diez horas y media.
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¿Por qué es tan necesaria?
Más bien deberíamos preguntarnos qué ocurre si no la hacen. Y es que no solo les ayuda a «recargar las pilas» a mitad del día, también les facilita el aprendizaje. Porque al estar más descansados, los pequeños asimilan mejor los descubrimientos de la tarde. Lo mismo ocurre con los hábitos alimenticios: si a la hora de la comida o de la cena el niño está cansado, lo más probable es que coma peor o incluso se quede dormido durante la ingesta. La siesta le ayuda, además, a llegar más relajado a la hora de meterse en la cama por la noche, lo que sin duda hará que disminuyan las clásicas peleas con un niño enfurruñado que tiene tanto sueño que no se puede dormir.
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¿Cuánto debe durar?
Si el niño echa dos siestas al día, cada una podría durar entre 45 y 60 minutos. En caso de una única siesta, en teoría no debería prolongarse más de dos horas, pero son valores aproximados. Cada pequeño es un mundo y tiene sus propias necesidades. Como padres debemos observar a nuestro hijo atentamente para conocer qué es lo mejor para él en cada momento. «Bosco tiene dos años y duerme dos siestas diarias, una por la mañana y la otra después de comer», nos cuenta su madre. «En su caso, la segunda siesta es mucho más corta que la primera porque sus hermanas salen del colegio a las cuatro y media y tenemos que recogerlas a esa hora. Por eso, compensamos una siesta con la otra», explica.
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¿A qué hora?
Vamos a contar lo ideal (que a veces es imposible de cumplir, claro): lo suyo es que hagan varias siestas y que la primera del día tenga lugar a media mañana, tres o cuatro horas después de que el niño se haya levantado. A estas alturas, ya habrá jugado, experimentado y correteado tanto que es muy posible que necesite reponer fuerzas para llegar descansado a la hora de la comida. El momento propicio para la segunda siesta es después de comer, aprovechando la dulce somnolencia que embarga al pequeño cuando ha comido bien y se siente lleno.