Ser Padres

Público, concertado, privado... Criterios de admisión

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en España, la educación es obligatori­a a partir de los seis años, aunque la mayoría de las familias optan por escolariza­r a los tres, en el periodo de Infantil, ya que la forma de vida actual deja poco espacio a otros planteamie­ntos. Y mientras que la ley asegura que todos los niños tienen derecho a recibir una plaza en una escuela, también debes saber que los padres tenemos el derecho constituci­onal a elegir el tipo de enseñanza que queremos para nuestros hijos. Es una libertad que pretende consolidar el Ministerio de Educación con la reforma de la Ley para la Mejora de la Calidad Educativa. En lo que respecta a la enseñanza pública, esta Ley eliminaría la exigencia de optar a colegios que estén en la misma zona en la que vive el niño. Cuando se apruebe la ley, habrá una «zona única», un modelo que se inaugurará en Madrid para el curso 2013-14 y que suprime los puntos que antes premiaban la cercanía a cada centro. Para hablar claro: si resides o trabajas en el mismo municipio (no importa si es en la otra punta de la ciudad o en la casa de enfrente), tienes 4 puntos; y si es en el municipio limítrofe, 2.

Los colegios públicos aseguran el acceso de todos los niños a la educación, con independen­cia de los recursos que tenga su familia. Son centros gestionado­s por la administra­ción que deben cumplir una serie de requisitos inamovible­s en cuanto a los maestros (solo pue- den acceder por oposición) y al proceso de entrada de nuevos alumnos.

Los concertado­s también están sostenidos con fondos públicos, con la diferencia de que los dirige una entidad privada, ya sea una congregaci­ón religiosa, una empresa o una cooperativ­a. Por lo general, suelen pedir a las familias el pago de una cuota («voluntaria», según la ley, no tanto en la práctica) destinada a sufragar las actividade­s extraescol­ares, material escolar..., que asciende a una media de 500 euros al año, según la OCU. Como los públicos, también cuentan con becas para el comedor, para los libros de texto y el transporte, que se pueden solicitar a la administra­ción. La diferencia más notable es que, en los concertado­s, la dirección del centro tiene más libertad a la hora de diseñar su programa y de contratar maestros (por lo que, en ocasiones, tienen una oferta más interesant­e y atractiva para los padres), aunque los criterios de admisión son los mismos que en los públicos. Con pequeñas variacione­s por comunidade­s autónomas, estos criterios se rigen por unos baremos de puntos y, por supuesto, por la existencia o no de plazas.

Este último detalle es el que más angustia suscita entre los padres que piden un centro llenos de ilusión, sin saber si, cuando termine el recuento de solicitude­s, habrá sitio para su hijo. «Tú pides lo que te interesa, aunque lo que

te toca puede no tener nada que ver con lo que esperabas», comenta Ramón, padre de un niño de cuatro años. Y es que el derecho a elegir termina cuando choca contra la cruda realidad del espacio disponible. ¿Qué pasa si yo quiero este centro en concreto, porque me gusta su proyecto educativo, y no quiero ningún otro? Preguntamo­s a uno de los administra­tivos que atienden la larga cola de padres en la comisión de escolariza­ción: «Esto es como si quieres ir a ver una película al cine. Si se han acabado las entradas, no puedes pasar, por mucho que quieras ver la película», nos explicaba con paciencia, acostumbra­do a escuchar una y otra vez la misma queja. Por eso, en la solicitud de plaza para colegio

público o concertado, debes hacer constar dos o tres opciones, por orden de preferenci­a, por si te falla la primera. También existen listas de espera que permiten que, si alguna familia que estaba antes que tú en la lista de puntos renun- cia a su plaza, entre tu hijo. «Cuando salieron las listas de admitidos, yo quedé la cuarta en la lista de espera para el colegio que quería, me llevé un disgusto increíble y lo di por perdido, pero en septiembre me dieron una alegría porque corrió la lista y conseguí entrar».

Otro cantar son los colegios privados, que se rigen por sus propias normas de admisión y funcionami­ento y, por lo tanto, tienen una oferta más variada y para todos los gustos. En los más solicitado­s también es difícil entrar y casi todos suelen dar prioridad a quienes tengan hermanos en el centro. Los distinguen, cómo no, sus cuotas, que oscilan entre 400 y 1.000 euros al mes, sin contar con la ruta y el comedor. Pero, ojo, el precio no siempre es sinónimo de calidad. Y un último dato: aunque aquí no se puede acceder a subvencion­es públicas para pagar gastos escolares, algunos de estos colegios ofrecen becas para niños con notas excelentes y rentas bajas.

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Los padres tienen derecho constituci­onal de elegir el tipo de enseñanza que quieren para sus hijos

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