Ser Padres

Madre soltera y con ¡tres hijos!

Una experienci­a agotadora pero muy gratifican­te

- Beatriz González

Es lunes, y mientras Eva prepara la comida, los mellizos Martín y Aitana se dedican a explorar cada palmo del salón de su nueva casa con los ojos muy abiertos. En esas están cuando Eva recibe una llamada. Es la profesora de su hijo mayor, Rodrigo, anunciándo­le que tiene fiebre, así que Eva debe pasar a buscarlo. Muy calmada, comenta a los mellizos que hay que salir a dar un paseo. Ella se pone un abrigo, los zapatos y en menos de cinco minutos mete a Martín y Aitana en el carrito, coge el ascensor, sienta a los mellizos en las sillitas del monovolume­n y los tres van a buscar a Rodrigo. «El colegio está aquí al lado, pero con tres niños todo es más rápido en coche», comenta resolutiva de camino.

En sus casi siete años como madre soltera ha aprendido a afrontar este tipo de imprevisto­s sin alterarse. Segurament­e porque ya antes de emprender esta aventura tenía muy claro lo que supondría una familia monoparent­al. «Para embarcarte en esto tienes que ser muy organizada», explica mientras coge en brazos a Aitana para calmarla, que ha empezado a llorar después de que Martín gritara a modo de saludo con una sonrisa pícara.

Su vida cambió un mes de marzo de 2006, cuando hizo realidad su sueño al dar a luz a Rodrigo. Porque Eva siempre se había imaginado un futuro rodeada de niños a los que llevaba al colegio, leía cuentos y hacía un hueco en su cama. «Ya a los 25 años me sentía preparada para ser madre. Tardé 12 años más en conseguirl­o», cuenta. Pasó por algunas relaciones hasta que a los 35 años, cuando estaba sin pareja, decidió que había llegado el momento. «Veía que o tenía un hijo ya o quizás nunca llegaría a ser madre, así que me informé sobre la donación de semen, se lo dije a mi familia y me di seis meses antes de empezar el proceso. Ya antes había pasado épocas en las que se me había disparado el instinto maternal con mucha fuerza, y no quería que fuera un impulso. Pero durante esos seis meses no decayó en ningún momento», recuerda.

Tras cinco inseminaci­ones y un aborto, decidió probar con una fecundació­n in vitro y dio resultado. Para entonces ya llevaba mucho tiempo sopesando los pros y los contras de crear una familia en solitario, pero «por mucho que hayas imaginado cómo será la maternidad, en realidad

«Para embarcarte en esto tienes que ser muy organizada. No sabes lo que va a ser tu vida hasta que te encuentras con tu hijo en casa, pero aprendes a resolver las dificultad­es»

no sabes lo que va a ser tu vida hasta que te encuentras con tu hijo en casa. Pero aprendes a resolver las dificultad­es que te vas encontrand­o. Justo terminé en la empresa donde estaba trabajando tres días antes de enterarme de que estaba embarazada, así que cuando nació Rodrigo estaba en el paro, pero gracias a eso pude disfrutar de mi hijo hasta que cumplió seis meses, cuando volví a trabajar. Por supuesto que tienes que contar con algo de dinero ahorrado porque no hay dos sueldos, sino uno, pero eso nunca me ha asustado», cuenta.

De hecho, ella decidió reorientar su trabajo para poder hacerlo desde casa y así pasar más tiempo con Rodrigo. Y ahora, ya con tres niños en casa, vuelve a cambiar de tercio. «Estoy montando una empresa precisamen­te para asesorar a familias en reproducci­ón asistida, www.creandouna­familia.net. Quizá tengas que redirigir tu profesión, reinventar­te para poder pasar más tiempo en casa o empezar algo nuevo si quieres disfrutar más de tus hijos, pero merece la pena», dice convencida. «Sin embargo, aunque seas autosufici­ente es necesario contar con ayuda física. En mi caso viene una persona que me ayuda cuatro

o cinco horas por las tardes», cuenta. Y añade que ha encontrado un hueco para dar clase de inglés, yoga y ballet un día a la semana. «¿Sacrificio­s? Bueno, dejas de viajar tanto, haces menos deporte, vas poco al cine... Pero en 38 años ya había viajado, hecho ejercicio e ido al cine todo lo que había querido, así que tampoco me pierdo mucho. Y lo que pierda, lo gano con ellos», dice.

Aunque Eva asegura que no cambiaría su vida por nada, y que siendo madre soltera de una familia numerosa ha aprendido a adquirir un «estado zen» con el que resistir pataletas cuando se dan por triplicado, también reconoce que todo está resultando más fácil desde que conoce a otras madres que decidieron afrontar la maternidad en solitario. «Varias mujeres que habíamos acudido a la donación de semen nos conocimos por Internet y poco a poco nos fuimos dando cuenta de que cada vez éramos más, así que decidimos formalizar una asociación, Madres Solteras Por Elección (www.madressolt­erasporele­ccion.org) para resolver dudas, darnos apoyo moral y emocional, organizar actividade­s y, sobre todo, dar a conocer nuestro modelo de familia, que por suerte hoy es uno más, ni mejor ni peor», cuenta. Prueba de ello es que muchos colegios han dejado de cele- brar el día del padre o de la madre para festejar el día de las familias.

Sin embargo, aún existen ciertas trabas. «Recuerdo que cuando en casa dije que quería tener un segundo hijo no lo recibieron muy bien», cuenta. «Para muchas mujeres, con un hijo ya está resuelto su deseo de ser madre, pero yo quería formar una familia más amplia, sobre todo porque me di cuenta de que siendo Rodrigo y yo solos se creaba un círculo muy cerrado, demasiado nuclear. Y aunque mi familia me apoyó la primera vez, que tuviera más hijos sin un padre les parecía demasiado. Aun así, como era mi proyecto, seguí adelante. ¡Lo que no sabía era que vendrían dos! Ahora están encantados, pero el apoyo inicial es complicado», explica, y añade que de haber podido elegir, ella hubiera optado por tener hijos con una pareja y que su situación como familia monoparent­al tiene sus pros y sus contras. «¿Lo malo? Que las situacione­s complicada­s, por ejemplo, cuando uno de ellos se pone enfermo, no las compartes. ¿Lo bueno? Que no tienes que negociar nada con nadie, además de que los momentos buenos son más intensos porque ellos tienen todo tu tiempo», resume.

Por eso asegura que una vez hecho el duelo por la familia clásica que ya no tendrá, «aunque eso no significa que el príncipe azul no vaya a aparecer nunca, solo que si aparece lo hará más tarde», se disfruta, y mucho, de la familia creada. Hace unos meses, Eva y sus tres hijos cambiaron de casa porque la anterior se les había quedado pequeña. Y entonces volvió a recordar a Rodrigo qué hacer en caso de que un día, al volver del cole, se encontrara con que ella no se podía mover o estuviera inconscien­te. Es su plan de emergencia­s: llamar al vecino, si no abre, al siguiente vecino, si tampoco, al tercero. «Aprendes a ser muy resolutiva, porque no es lo mismo compartir responsabi­lidades con otra persona que el que todas recaigan sobre ti. Pero con eso y mucha organizaci­ón en los horarios –a las nueve de la noche todo el mundo ya se ha bañado, cenado y está en la cama–, la maternidad en solitario no es muy diferente de la maternidad en pareja. ¿Que es duro? En ocasiones. Pero también muy gratifican­te», dice con una sonrisa que Rodrigo le devuelve cómplice. Mientras tanto, Martín abraza su pierna y Aitana, la más independie­nte, decide que es momento de unirse al trío.

«Siendo madre soltera adquieres un estado zen que te ayuda a resistir tres pataletas a la vez»

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