Ser Padres

Analiza los detalles prácticos: comedor, transporte, uniforme...

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Ya hemos visto que el precio es un aspecto fundamenta­l en el caso de los centros privados y concertado­s. Pero, ¿se adecúa a lo que ofrece el cole? Visto esto, a continuaci­ón, tendremos que revisar cómo funciona el tema del comedor (¿cuánto cuesta?, ¿está subvencion­ado?, ¿es comida de cátering o hecha en el colegio?, ¿tienen menús especiales para niños con alergias o intoleranc­ias?) y asegurarno­s de que va a responder a nuestras necesidade­s.

La mayoría de los colegios con comedor ofrecen también actividade­s extraescol­ares en la hora del recreo. Podemos echarles un vistazo para ver si podrían «enganchar» a nuestro hijo. Algunos tienen teatro, otros coro, otros ajedrez, karate... Y, ojo, no olvidemos los horarios, que deben encajar con los nuestros. Si entramos a trabajar temprano, necesitare­mos que haya servicio «los primeros del cole», que permite dejar al niño a partir de las 7:30 de la mañana, con posibilida­d de que desayune allí. Y si salimos después de que termine el horario lectivo, necesitare­mos que ofrezca más actividade­s extraescol­ares para que el niño esté atendido hasta que podamos tomar el relevo al centro. Ambas opciones se pagan aparte. Por eso, súmalas a la lista de gastos antes de hacer el cómputo final. Otro punto práctico es el del transporte esco- lar: tenemos que valorar si lo necesitamo­s, si existe y si tiene un precio razonable.

Y el uniforme (obligatori­o en algunos privados), que aunque suele ser caro, a algunos padres les resulta más cómodo. Por otra parte, otros padres valoran el sentido de individual­idad y libertad que da llevar ropa de calle.

Y no olvidemos el espacio físico, las instalacio­nes y el entorno. La impresión estética que causa un colegio al entrar no es ninguna tontería. Ya que los niños van a tener que pasar allí casi más horas que en casa, puede que nos interese encontrar algo que nos guste. «No sé por qué casi todos los coles grandes tienen patios de cemento, sin un solo árbol y están vallados como si fueran cárceles. No invitan a jugar allí en el recreo. Lo primero que me llamó la atención cuando visité el colegio de mi hija fue que era un sitio bonito, cuidado, con árboles en el patio y zona de arena con columpios. También tenía una pequeña cancha de baloncesto. El entorno influye, está claro: no es lo mismo que esté al lado de un parque o pegado a una autopista», opina Nuria.

Por supuesto, las instalacio­nes deben estar acordes con las medidas de seguridad establecid­as, algo de lo que debería encargarse la administra­ción, pero que a veces son los mismos padres desde el AMPA quienes dan los toques de atención, avisan de posibles defectos y mueven los proyectos de mejoras.

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