Es bueno que guarreen un poquito
Pero, ¿por qué? Primero, porque les encanta. Además, seguro que si apartamos la mirada de esa mancha «que no va a salir sin frotar» y hacemos un poco de memoria, recordaremos cómo nos encantaba hacer mejunjes con Fanta, ganchitos y todo lo que pillábamos en los cumpleaños o la sensación de embadurnarnos de arena después de cada baño en un día de playa. Pero los peques no solo buscan placer. Cuando se ponen perdidos hasta las orejas también están aprendiendo: manipulan barro, pintura o arena y así aprenden cuáles son sus características: si está frío, viscoso, cuánto pesa, cómo se llama, si me gusta o no me gusta, cómo sabe... También desarrollan la creatividad y nos sonríen con la cara llena de pintura cuando les felicitamos por sus primeras obras de arte. Así como aprenden cómo funciona el mundo investigando, explorando o experimentando, ¿no merece todo este aprendizaje un poco de manga ancha con el tema de la higiene?
«Cuando la niña volvía con la ropa sucia de la guardería me molestaba un poco y pensaba: “Claro, como las profes no tienen que lavar la ropa...”. Pero un día nos invitaron a un grupo de padres a una clase en la que unos niños pintaban telas, otros modelaban arcilla... Al verlos reírse a carcajadas entre ellos y pasárselo tan bien, me di cuenta de que eso es lo más importante», cuenta Charo, madre de Sandra, de dos años.