Aislarlo completamente de la suciedad ni siquiera es bueno para el desarrollo de su sistema inmunológico
como se desarrolla nuestro sistema inmunológico. A los dos años el sistema del niño está perfectamente formado y listo para hacer frente a casi cualquier cosa.
Además, aislarlo de la suciedad puede llegar incluso a ser un problema. Muchos estudios defienden que los niños expuestos a una endotoxina que puede encontrarse en el polvo de las casas son menos propensos a padecer alergias y asma que los que viven en casas excesivamente limpias. Según la «hipótesis de la higiene», nuestro sistema inmunológico necesita «algo» contra lo que luchar y desarrollarse adecuadamente, y en ausencia de ese «algo» real, el cuerpo coge cualquier elemento, para muchos inofensivo (polvo, pelo de animal), para ponerse en forma. La solución no es no estar en contacto con la suciedad, sino mantener unas normas básicas de higiene.
Algunos padres también consideran «de mala educación» que los niños vayan sucios o simplemente están cansados de poner lavadoras y más lavadoras. Pero, cuando les regañamos por ensuciarse, les estamos enseñando que algo que a ellos le sale tan natural y espontáneo como olvidarse de todo cuando están jugando es malo, con lo cual pueden perder confianza en sí mismos. A estas edades, los niños son muy susceptibles a las muestras de aprobación o rechazo de sus padres. También podemos conseguir que se inhiban, por ejemplo, de jugar con otros niños por miedo a mancharse. Es lo que le pasaba a Pablo, que no se revolcaba con sus amigos en el recreo ni era capaz de meter las manos en pintura como el resto de sus compañeros. Al final, la glotonería pudo con todo y solucionó su problema pintando... ¡con chocolate!