Demasiados regalos. Tiene terror a los perros.
La asociación entre fechas navideñas y regalos ya es algo indisoluble. Para bien o para mal, no se entienden las unas sin los otros. Y los padres pueden y deben preguntarse cuál es el mejor modo de acertar a la hora de hacer regalos a sus hijos.
¿Hay que regalarles todo lo que piden? Habrá que encontrar un punto de equilibrio. En alguna medida hay que tratar de complacerles, porque estas son fiestas de ilusión. Sin embargo, también hay que pensar que sus gustos no son infalibles y que podemos y debemos orientarles, ampliar sus horizontes e influir sobre ellos cuando pidan un juguete que no nos parece adecuado.
Para empezar, podemos ayudarles a redactar la carta a los Reyes y preguntarles por qué eligen esos juguetes. Muchas veces la única información que tienen es un anuncio de la tele. Una visita a la tienda permite orientarles hacia los juguetes que más les permitirán disfrutar.
También debemos sorprenderlos con cosas que no esperaban. Por ejemplo, hay que regalarles libros, que a edades tempranas serán naturalmente cuentos ilustrados. También debemos pensar en los juguetes educativos, aunque sin exagerar ni olvidar que un juguete, ante todo, debe hacer disfrutar. No hay que pecar de tacaños, pero tampoco de manirrotos. Un exceso de regalos abruma y dispersa a los niños, y además la ex- cesiva cantidad quita valor a los regalos. No es bueno hacerle el juego a un consumismo exagerado. Debemos, además, hacer de mediadores entre los niños y la publicidad, ante la cual están indefensos. Pero sin olvidarnos de sus gustos y caprichos, que son muy respetables, del mismo modo que también a veces nosotros nos concedemos ciertos gustos porque sí y porque nos place.
A los amigos y parientes podemos darles pistas, así evitaremos que regalen cosas inadecuadas o repetidas. Si tienden a excederse, conviene aconsejarles que no compren demasiado. Incluso, podemos aceptar dinero y hacer la compra en su lugar. Hay otras cosas con las que se puede sorprender a un niño, además de juguetes. Una visita al zoo, una tarde en el cine o en el teatro, aunque no los traigan los Reyes Magos ni Papá Noel, son a veces regalos mucho más valiosos.
¿Les regalamos lo que piden o, por el contrario, lo que a nosotros nos parece más conveniente?