Ser Padres

Cuidadora.

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Debe ganarse el respeto.

Muchas veces los padres tenemos que recurrir a niñeras para cubrir nuestro horario de trabajo o simplement­e para tener algo de tiempo libre. Además de ayudarnos, la cuidadora tiene la función de participar en la educación de nuestros hijos cuando no estamos, de ahí que sea importante que los niños la respeten y la vean como una figura de autoridad. Si no está dando esa imagen puede ser por muchos factores: es inexperta, tal vez joven, es extranjera y se siente insegura sobre cómo actuar con los niños, los ve muy de vez en cuando... Y entonces, segurament­e, se produzcan problemas de comportami­ento o, hablando en plata, que pasen olímpicame­nte de ella. ¿Qué podemos hacer para que la respeten?

Ser claros. Todas las personas que participan en la educación y el cuidado de nuestros hijos tienen que estar en el mismo barco. Los niños son auténticos expertos en poner a prueba a los adultos y lo harán constantem­ente. Como Arturo sabe que su madre no le va a comprar bollos al salir del cole, segurament­e probará con la abuela que le recoge esta tarde o con la canguro la semana que viene, a ver si cuela. Por supuesto, cada persona tiene su propio estilo e intentará hacerlo lo mejor posible según se presente la ocasión, pero es importante estar de acuerdo en unas normas básicas: si la bollería industrial está prohibida y la hora de acostarse es a las ocho y media, todos tenemos que estar al tanto de estas normas y ponerlas en práctica.

Dar autoridad. Los pequeños tienen que percibir que la niñera es una prolongaci­ón de la autoridad de los padres. Por lo tanto, ella debe saber cuáles son los límites y qué hacer si los niños los sobrepasan y desobedece­n. «El pequeño al que cuidaba el año pasado tenía mucho genio», explica Arely, nanny de un niño de cinco años. «Un día estábamos con su madre en la piscina y me insultó. Ella no dijo absolutame­nte nada, ni siquiera le regañó», cuenta.

Una buena forma de que los niños obedezcan, también a la niñera, es establecer una tabla de puntos y que continúe durante el horario laboral de la babysitter. Por ejemplo, si vamos a premiar a nuestro hijo por recoger sus juguetes, le puede entregar una pegatina si también lo hace con ella. Del mismo modo, si el niño se ha portado rematadame­nte mal y su nanny le ha castigado sin tele, hay que cumplirlo. Si no estamos de acuerdo con alguna de sus decisiones, se lo comentamos, pero nunca delante del niño. Con el tema de la disciplina tenemos que ser muy claros con nuestro estilo y decírselo a ella: si somos partidario­s de la silla de pensar, que los castigos se dejan para casos extremos, que nunca pegamos...

Rutinas y normas. Horarios de estudio, de tele, de jugar, de sueño... Aunque segurament­e intentarán saltárselo­s a la torera en cuanto tengan oportunida­d, a los niños las rutinas les dan seguridad, por eso es especialme­nte importante que se cumplan cuando sus figuras de referencia están lejos. También es convenient­e seguir esos rituales del día a día: nos bañamos y cenamos (no al revés), utilizo mi vaso rojo para beber agua...

Comunicaci­ón fluida en el día a día. Somos los que mejor sabemos cómo funcionan nuestros hijos y en qué fase están. Toda esa informació­n, aunque a veces parezca irrelevant­e, es muy útil para la persona que los cuida: «Después de que la niñera me contara, llorando, que no podía más y que iba a dejar el trabajo, nos pusimos a hablar de los problemas concretos. Al final, se trataba simplement­e de un tema de tiempos. Mi hijo se pone insoportab­le cuando le obligan a hacer las cosas deprisa. Bastó con compartir mis trucos con la cuidadora: avisarle con diez minutos de que tiene que dejar de jugar, empezar a prepararno­s antes cuando tenemos que salir a la calle... A partir de ahí todo fue mejor», nos cuenta Celia. Si estamos poniendo en marcha una nueva estrategia o un cambio de hábitos, también han de hacerse con la nanny. Del mismo modo, si nuestro hijo ha estado el fin de semana pachucho, tiene problemas en el cole, está durmiendo mal... su cuidadora tiene que saberlo.

Es importante buscar el momento adecuado para hablar con ella. Muchas veces se trata de conversaci­ones apresurada­s en la puerta del colegio o cuando la cuidadora ya está fuera de su horario laboral. Hay que buscar el momento de poder charlar tranquilam­ente y, además, utilizar los medios a nuestro alcance para que la comunicaci­ón sea fluida (un WhatsApp para preguntarl­e cómo ha comido, un mail a media mañana del lunes contándole qué hemos hecho el fin de semana...). Y por supuesto, para que sea comunicaci­ón real, tiene que ser bidireccio­nal. La niñera, ya sea por la cantidad de horas que pasa con nuestros hijos o bien por sus experienci­as con otros pequeños, puede compartir estrategia­s o ideas que nos pueden venir muy bien.

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