La hormonas.
Oxitocina, adrenalina, progesterona... Su papel es crucial en el nacimiento del bebé.
La
fisiología de la mujer está íntimamente ligada durante toda la vida a unas sustancias llamadas hormonas.
Durante el embarazo transforman por completo el organismo de la futura madre para albergar al feto, su papel es crucial en el momento del parto y siguen actuando una vez que nace el bebé para facilitar la lactancia y el amor por él.
Oxitocina
Contracciones y mucho, mucho amor
Segregada por una glándula situada en el cerebro llamada hipófisis, es la hormona de la maternidad por excelencia. Se la llama hormona del amor porque interviene en todos los procesos que nos vinculan con otros seres humanos. Está presente en la relación sexual en el momento del orgasmo, en el embarazo, el parto, la lactancia y en toda la crianza y, en gran medida, es la responsable química del amor que sentimos hacia nuestros hijos, del sentimiento de protección y responsabilidad que nos inunda cuando les miramos.
Durante el embarazo, aparece en pequeñas cantidades, aunque está inhibida por otras hormonas. Pero a medida que se va acercando el momento del parto, sus niveles aumentan notablemente. Junto a las prostaglandinas (segregadas por las membranas de la bolsa de aguas y presentes en el líquido amniótico) produce las contracciones del útero durante el parto.
En ocasiones, si las contracciones espontáneas de la mujer no son suficientes, los profesionales administramos oxitocina sintética en pequeñas cantidades para ayudar a la dilatación.
Inmediatamente después del parto, es imprescindible para que se produzca una contracción fuerte del útero y no haya una hemorragia.
Adrenalina
Puro instinto, mamá y bebé en alerta
Podría decirse que es la contraria a la oxitocina. Es la hormona del ataque y de la defensa, la que segregamos cuando tenemos miedo o cuando intuimos un peligro inminente. Aunque parezca increíble, también juega un papel decisivo durante el parto. Ayuda a que la mujer esté alerta y pendiente de su proceso y, de alguna manera, favorece en ella un sentimiento instintivo hacia su cría. Antes del parto, la madre proporciona al feto cantidades de adrenalina que luego harán que el recién nacido se muestre alerta ante su entorno y pueda comenzar a desarrollar sus reflejos más primitivos, necesarios para su supervivencia.
El problema es que si durante el parto se vive una situación difícil de miedo, angustia o ansiedad ante lo desconocido, ante el dolor, ante un ambiente hospitalario hostil, etc., los niveles de adrenalina pueden subir por encima de los límites normales y llegar a inhibir la secreción de oxitocina. Y entonces el parto se detiene o se ralentiza. Es una reacción un tanto animal: cuando la madre percibe una situación de peligro para su cría, de una forma irracional detiene el parto para protegerla. Por ello, el ambiente en el que transcurre el nacimiento es muy importante para que se desarrolle con facilidad.