¡Pero en qué me he convertido!
Nos ha pasado a todas: imaginarnos una maternidad idealizada y encontrarnos con... ¡la realidad! Una amiga me dijo en el primer cumpleaños de su hijo: «Al final, madre o no, sigo siendo yo». A mí eso me parecía un autopiropazo, porque mi amiga es una persona maravillosa, pero ella esperaba convertirse en una madre ordenada, segura y responsable. Y descubrió que no solo seguía siendo, y cito sus palabras, «desordenada, insegura e irresponsable», sino que además ahora era «paranoica, ñoña y obsesiva». Esto es claramente una exageración y mi amiga no es así para nada. Pero sus palabras escondían algo de verdad: muchas madres caemos en todos esos tópicos que solo unos meses antes criticábamos. Véase comprobar cada dos segundos si el bebé respira, contar sus gracias a todo el que esté dispuesto (o no) a escucharlas, intentar estimularle continuamente para convertirle en un pequeño genio, comprarle ropita compulsivamente... De todo esto hablamos en el artículo «14 cosas que no puedes dejar de hacer cuando tienes un hijo» (página 44). En la portada, a este título hemos añadido la palabra «maravillosas». Porque en realidad lo son. Todas esas pequeñas obsesiones nos hacen más reales, más vulnerables y más de verdad. No son sino signos de lo mucho que queremos a nuestros hijos. Lo decimos en el reportaje: «Te decían que tu vida iba a cambiar mucho y es verdad, pero lo que más ha cambiado es TÚ misma». Y es tan genial que así sea...