Conclusiones
El desarrollo del cerebro, como cualquier desarrollo, es una mezcla de naturaleza y medio ambiente. Los genes son los que prescriben la arquitectura general y la secuencia de la maduración del cerebro, pero el medio ambiente actúa en todo momento modificando esas decisiones de la herencia. Y si lo piensas, ambas cosas se las das tú, sin necesidad de estudios y experimentos. Solo quienes tenemos hijos sabemos la felicidad que aportan. No deberíamos permitir que nos amargaran la plenitud que supone la maternidad. A nuestros retoños no les va a marcar de forma determinante haberles recitado tercetos encadenados o alimentarles cada X horas según un algoritmo complicadísimo. Solo hay una cosa clara: lo que de verdad va a determinar la felicidad y fortaleza de nuestro bebé es sentirse querido; y de eso tú sabes más que la Universidad de Delaware entera, que a tu hijo le importa entre poco y nada. A cada bebé le importa su madre, quien ha estado ahí, quien ha hecho las cosas pensando en él sin medir, ni calibrar ni esperar resultados. Y tu bebé tiene mucha suerte de que te lo comas a besos y le abraces; porque, a día de hoy, ningún experto ha conseguido mejorar los resultados del verdadero amor, ese para el que ya estás doctorada desde antes de que tu hijo nazca. Así que, ¿qué tal si en lugar de cuestionar nuestro comportamiento cuestionamos las teorías que se empeñan en hacernos dudar?