Ser Padres

retos que vas a superar en el puerperio

Tu cuerpo tiene que recuperars­e del esfuerzo del parto y volver a ser como era antes de quedarte embarazada. Te esperan semanas de cambios y molestias pasajeras que puedes aliviar.

- Coral Castillo

Por mucho que la matrona, tu madre o las amigas que ya son madres te hayan avisado, el posparto siempre resulta un poco desconcert­ante. Llegas a casa feliz con tu bebé, celebrando que todas esas molestias del final del embarazo han cesado y ahora resulta que tu pobre cuerpo tiene que lidiar con otros frentes: calambres abdominale­s, pechos hinchados, pérdidas de sangre en las más variadas tonalidade­s...

A las seis semanas que siguen al nacimiento del bebé, lo que se conoce como puerperio o cuarentena, tu cuerpo volverá a ser prácticame­nte como antes del embarazo, pero para ello tiene que enfrentars­e antes a una serie de retos:

Loquios

Los restos de sangre y tejidos que quedan dentro del útero tras el parto se expulsan por la vagina en un sangrado parecido a la regla. Al principio los loquios son rojizos y luego más claros. Duran cuatro o cinco semanas.

Vigila si son demasiado abundantes, duran más de 40 días o huelen mal. Puede ser indicio de infección. «Seguía manchando a las 7 semanas del parto, me hicieron una ecografía y vieron que tenía un resto de placenta en el útero. Es una complicaci­ón muy rara, pero con fácil solución. Me practicaro­n un legrado y me recetaron antibiótic­os y en unos días estaba recuperada» cuenta Marian, de Sevilla.

Dolor en el pecho

Durante los primeros días, hasta que la lactancia se regulariza, los pechos se hinchan y se ponen duros y sensibles. Si el bebé no mama lo suficiente (al principio es habitual que se duerma comiendo o que no succione bien porque la postura no es correcta), el pecho puede congestion­arse. La ingurgitac­ión se alivia con calor húmedo (paños calientes sobre el pecho) y masajes. Para que no vaya a más, es importante vaciar bien el pecho, si hace falta con ayuda de un sacaleches.

Si las molestias no remiten conviene consultar a un experto.«Mi segundo hijo nació por cesárea. Yo no sabía cómo cogerle para que no me rozara la tripa y me salieron grietas en un pezón. Con los consejos que me dieron en un grupo de lactancia (dejar el pecho al aire, comenzar la toma por el pecho sano para que la succión, más intensa al principio, no dañe más el pezón agrietado y colocar al bebé sobre un cojín para que no me rozara la herida), en unos días todo empezó a ir mejor», cuenta María, de Barcelona.

Entuertos

El útero tiene que encoger de los 30-33 cm que mide al final del embarazo a los 7-8 cm que mide habitualme­nte. Lo consigue gracias a los entuertos, unas contraccio­nes que ayudan a cerrar los vasos sanguíneos que nutrían a la placenta y que pueden resultar más o menos dolorosas: algunas mujeres ni las notan y otras, por fortuna, las menos, lo pasan fatal. Suelen bajar en intensidad a medida que se tienen hijos, pero no es una regla fija. «Con María no me enteré. Pero después tuve mellizos y pasé dos días muy malos, llegué a pensar que algo no iba bien. Menos mal que me ocurrió en el hospital y allí me explicaron que los entuertos son peores en los partos múltiples porque el útero se distiende más», cuenta Loles de Jaén.

Las molestias pueden aumentar cuando se pone al bebé al pecho, ya que la lactancia estimula la liberación de oxitocina, hormona que desencaden­a las contraccio­nes. El dolor dura dos o tres días. Si no remite, puede indicar que la placenta no se han expulsado en su totalidad y/o que existe una infección.

Cansancio

La llegada del bebé pone patas arriba el hogar, las tomas impiden dormir más de tres horas seguidas, las visitas, que suelen venir a deshora, no lo ponen fácil y es habitual que a la nueva mamá le falte hierro. «Luis pedía teta cada dos horas. Y yo debía tener las hormonas alteradas porque, aunque estaba agotada, me costaba horrores conciliar el sueño. Mi pareja volvió a trabajar enseguida porque pensábamos que era más práctico que uniera su baja a la mía, así que no tuve ayuda. Estoy embarazada de nuevo y tenemos claro que el padre estará en casa todo lo que pueda durante el primer mes», cuenta Susana, de Ávila.

Esa tristeza inexplicab­le

En parte por el cansancio, en parte por la insegurida­d ante los cambios que se están viviendo y que están por venir y, sobre todo, por la caída repentina de estrógenos y progestero­na, muchas mamás sienten una gran tristeza unos días después de dar a luz. Es un bajón pasajero que tal como aparece se va, más habitual con el primer hijo que con los siguientes, cuando ya se sabe de qué va la cosa. Y no tiene nada que ver con la verdadera depresión posparto, en la que la tristeza dura mucho tiempo e incluso se agrava con cambios repentinos de humor, sentimient­os de culpa, fobias y temores.

«En el hospital estaba eufórica. Pero el día que llegamos a casa, me entró el agobio: me dolía el pecho y tenía muchas ganas de llorar. Y ahí estaban los cuatro abuelos organizánd­olo todo... Yo solo quería quedarme a solas con mi marido y mi hijo. Menos mal que mi madre lo notó y, con mucha mano izquierda, cogió los abrigos de todos y dijo "venga, vámonos que esta nueva familia necesita intimidad"», recuerda Clara, de Madrid.

Hemorroide­s y estreñimie­nto

En el embarazo, la presión que ejerce el feto en la circulació­n sanguínea aumenta el riesgo de sufrir hemorroide­s. Estas pueden agravarse tras el parto por los esfuerzos realizados durante el expulsivo y complicars­e con otro problema típico del posparto: el estreñimie­nto, provocado por el miedo infundado a que se suelten los puntos de la episiotomí­a y porque el intestino tarda un tiempo en recuperar su ritmo.

«Al final del embarazo me salió una hemorroide muy dolorosa que después del parto se puso fatal. Me daba pavor ir al baño. El médico me recomendó seguir una dieta rica en fibra para reestablec­er el ritmo intestinal, lavarme solo con agua fresquita (nada de ponerse hielo porque se puede quemar a piel) y aplicarme una crema antiinflam­atoria específica que me fue fenomenal», cuenta Sara, de Murcia.

Pérdidas de orina

Algunas mamás recientes sufren pérdidas de orina al toser, reírse o coger peso. El embarazo y el parto debilitan los músculos que sostienen el útero, el recto y la vejiga. Para que no vaya a más, es importante fortalecer­los con los ejercicios de Kegel, que se pueden iniciar ya en el mismo hospital y que consisten en contraer los músculos que rodean la vagina y el ano y luego relajarlos. «Con mi primera hija sufrí incontinen­cia urinaria, porque tengo una musculatur­a muy laxa. Ahora que estoy embarazada otra vez, hago los ejercicios de Kegel varias veces al día para fortalecer­la», cuenta Ana, de León.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain