Ser Padres

Llantos que calman

-

Está

claro, no hay que dejar llorar al bebé. Nunca. Si protesta es porque algo le pasa y hay que atenderle. Lo explicamos perfectame­nte en el reportaje «Por qué lloras, mi amor» (pág. 46). Puede ser que tenga hambre, frío, calor, ¿un cólico? (cuidado, el Dr. Jesús Garrido advierte en la pág 54 de que los cólicos no existen). O puede que simplement­e necesite liberar tensiones. Está nervioso, lleva en este mundo poco tiempo y necesita el contacto físico, el calor de otra piel, el olor de mamá... Así que nuestro papel en ese caso será el de acompañar, el de permitirle llorar en nuestros brazos sabiéndose querido, hasta que se calme.

Lo mismo puede ocurrir con el niño mayor. Intentamos atajar cualquier amago de llanto inmediatam­ente impidiendo de esta forma que el pequeño libere tensiones. No se trata de dejar llorar, se trata de comprender y de acompañar. Un ejemplo: dejamos a nuestro hijo en casa de los abuelos. Se lo pasa genial hasta que llega la noche, está cansado y nos echa de menos. Entonces se echa a llorar y la abuela, con toda su buena intención, le ofrece cualquier cosa para interrumpi­r ese llanto, desde una galleta hasta un episodio de Pepa Pig. Cualquier distracció­n vale con tal de que deje de llorar. Pero quizá esta no sea la solución. Cada caso, por supuesto, es diferente, pero últimament­e los expertos que trabajan con Ser Padres hablan más de permitir al niño expresar sus sentimient­os a través del llanto. ¿Qué debería hacer la abuela entonces? Nos cuentan que abrazarle, decirle que lo entiende, que sabe que nos extraña y que dentro de poquito estaremos todos juntos de nuevo. Y ahí sí, tras escucharle y consolarle, llega la segunda fase: leerle su libro favorito, ponerle La patrulla canina, hacerle una guerra de cosquillas al abuelo, hacer la cena juntos... Porque quizá ese llanto compartido sea más curativo que intentar enterrar debajo de una galleta un sentimient­o real y legítimo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain