Ser Padres

Desde que va a la guardería se ha vuelto un pegón.

Mi hijo Daniel, de 10 meses, ha empezado a ir a la escuela infantil. Desde entonces, está bastante más agresivo. Rosa (email)

- Responde Luciano Montero, Doctor en psicología Autor del libro La aventura de crecer

Hay que tener en cuenta que el ingreso en la guardería constituye para el niño toda una revolución. Hasta ese momento solo conoce un mundo, que es el mundo de su casa, y de pronto se encuentra en un ambiente, en una «sociedad», totalmente diferente. Es el primer cambio de ambiente social que conoce en su vida y se traduce, normalment­e, en cambios en su comportami­ento. No es difícil encontrar las causas. Para empezar, en la guardería los espacios suelen ser más abiertos y las actividade­s, más variadas. Un aspecto importante de esas novedades es que el niño descubre el mundo de los iguales. Todos juegan, corretean, gritan. El comportami­ento en grupo tiende al tumulto, incluso al arrebato, aunque los educadores procuren controlar y canalizar esa energía.

A ello se añade un elemento fundamenta­l: el de la imitación. Los niños se imitan unos a otros, hallan nuevos modelos de comportami­ento y, fijándose en ellos, ensayan nuevas conductas. Así que entre todos aprenden, entre otras cosas, a « hacer tonterías » , gritar, patalear y esto anima a los pequeños a probar nuevos «papeles», sobre todo aquellos que nunca habían practicado antes. Todo esto forma parte de su desarrollo social y hay que verlo como algo en conjunto positivo. Así que no es de extrañar que regresen a casa equipados con esas nuevas adquisicio­nes. Lo que ocurre es que entre esas «habilidade­s» puede haber algunas como pegar, gritar o insultar que, lógicament­e, extrañan e incomodan a los padres.

Ante esta situación, los padres tienen que entender, por un lado, que se trata de un fenómeno normal, frecuente y hasta cierto punto positivo. Por otro lado, si el niño se excede, tendrán que pulir sus excesos.

Ya sabemos que a estas edades las rabietas son normales y la actitud a adoptar ante ellas consiste en hacer gala de autocontro­l y dejarlas pasar sin más, sin permitir que el niño las use para tiranizar a sus padres. Pero si la agresivida­d del niño toma la forma, por ejemplo, de arañar o tirar del pelo, lo mejor es decirle con firmeza y claridad que eso no se hace y suspender momentánea­mente toda comunicaci­ón con él, dándole la espalda y dejándole solo.

En general, hay que confiar en que estas crisis son pasajeras y en que el ejemplo de los padres y el buen clima familiar son los que acabarán prevalecie­ndo a la hora de modelar la conducta del niño, junto con elogios cuando hay buenos comportami­entos.

No se trata de criar niños apocados y carentes de espontanei­dad, pero los brotes excesivos de agresivida­d deben corregirse antes de que se afiancen como un rasgo estable de su carácter

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain