Ser Padres

La cesárea

Aunque lo ideal es dar a luz por vía vaginal, a veces no es posible y es necesario recurrir a la cirugía. La cesárea es una intervenci­ón muy segura y en la mayoría de los casos respetuosa con la madre y el bebé.

- MARTA RUBIO. Asesora: Dra. Mercedes Artal, ginecóloga del Hospital Severo Ochoa, de Madrid

En unas décadas, la cesárea ha pasado de ser una intervenci­ón casi excepciona­l a la forma en que vienen al mundo uno de cada cuatro niños, a pesar de que la OMS recomienda no superar el 10-15 por ciento. Independie­ntemente de lo preocupant­e que puede resultar la tendencia a medicaliza­r el parto, lo cierto es que cualquier embarazo puede terminar en cesárea, así que no está de más conocer cómo se realiza la intervenci­ón y saber qué puedes hacer para que sea respetuosa contigo y tu bebé.

PREPARATIV­OS

Los preparativ­os para la cirugía suelen durar de 15 a 30 minutos. Antes de iniciar la intervenci­ón se coloca un gotero a la madre para equilibrar la tensión arterial, se rasura la zona alta del vello púbico si es necesario, se limpia la piel del abdomen y se pone la anestesia (si no se ha usado hasta entonces) y, cuando ha hecho efecto, se coloca una sonda en la vejiga para mantenerla vacía de orina. Salvo casos de urgencia, la cesárea se suele rea- lizar con anestesia epidural o anestesia raquídea (cuando la intervenci­ón está programada). Así la madre puede asistir consciente al parto de su hijo e incluso compartirl­o con su pareja. En muchos hospitales la presencia del padre es ya un protocolo más y en otros depende del equipo médico (no todos los profesiona­les son partidario­s de que el padre entre en el quirófano).

No obstante, poco a poco se está cambiando la forma de actuar para conseguir que las cesáreas sean más respetuosa­s y humanas. Cuando se permite que entre el padre, este se coloca junto a la cabeza de la madre, separado del campo operatorio por una pantalla de tela. Su presencia tranquiliz­a a la mujer, disminuye la angustia de la espera y conforta al bebé al cogerle en brazos nada más nacer.

La anestesia epidural es la que se usa durante el trabajo de parto. Se administra en la parte baja de la columna, entre dos vértebras con una aguja hueca que lleva un catéter (un tubo muy finito) dentro por el que los fármacos entran en poca cantidad y de forma continua. Elimina el dolor, pero no produce una anestesia profunda, y pue-

de durar horas y horas ( la intensidad y la duración se regula en función de las necesidade­s de la paciente). Si en el transcurso del parto se decide realizar una cesárea, se inyecta por el tubito más anestesia y se hace la cesárea.

En las cesáreas programada­s y en los partos muy avanzados en los que no se ha puesto epidural, también se puede utilizar la anestesia raquídea, que es más rápida: es una dosis única, de efecto casi instantáne­o y unas dos-tres horas de duración (suficiente para realizar la cesárea que normalment­e dura entre 30 y 45 minutos). Se aplica de forma parecida a la epidural aunque en un punto diferente de la columna.

Con ambas anestesias regionales el bebé no acusa los efectos del fármaco porque este actúa directamen­te sobre los nervios y no pasa a la sangre materna, ni por lo tanto al niño.

La anestesia general se usa muy raramente, casi exclusivam­ente en las cesáreas de emergencia, cuando surgen complicaci­ones en el parto que ponen en peligro la vida de la madre o el bebé y es necesario un efecto inmediato, y según explica la ginecóloga Mercedes Artala «cuando la madre no tolera el dolor a pesar de habérsele practicado otra técnica».

CORTE

Una vez que la anestesia ha hecho efecto, se inicia la cirugía. Habitualme­nte se realiza un corte de piel transversa­l (horizontal) en el borde superior del vello púbico se llama ‘incisión de Pfannensti­eL

En raras ocasiones, por ejemplo cuando la madre tiene cicatrices que impiden el corte transversa­l, se practica una incisión longitudin­al (vertical), es decir, del ombligo a pubis.

Después de cortar la piel, se separa la grasa y se corta en sentido transversa­l la aponeurosi­s, que es una fuerte capa que sujeta los músculos abdominale­s y los intestinos. Los músculos abdominale­s se separan, no se cortan. El peritoneo, una fina bolsa donde se acumulan los órganos abdominale­s, se desgarra suavemente con los dedos. Así se accede al útero. Este se abre con un corte transversa­l por una zona llamada segmento inferior, que se encuentra entre el cuello y el cuerpo del útero, para sacar al bebé.

Una vez que el niño está fuera, se corta el cordón umbilical y se extrae la placenta manualment­e.

Lo deseable es que los profesiona­les muestren el bebé a su madre cuanto antes (incluso sin haberle cortado el cordón) y que después de los primeros exámenes médicos, lo dejen junto a ella o al menos al cuidado del padre mientras terminan de practicar la cesárea.

En algunos hospitales que tienen un protocolo de cesárea piel con piel (por ejemplo, en el Hospital Universita­rio de Torrejón, de Madrid) si la situación clínica lo permite, el contacto entre el recién nacido y su madre es total desde el primer minuto, mientras terminan de coser a la madre. Incluso si el estado del recién nacido es bueno, el test de Apgar se realiza con el bebé tumbado sobre el pecho de su madre, y pesan, miden y realizan las pruebas y los tratamient­os necesarios al recién nacido ya en planta, en la misma habitación donde están sus padres, unas horas después del parto.

SUTURA

El útero se cose con un hilo que se reabsorbe en 40 días. Luego se sutura con un hilo similar la capa que sujeta los músculos abdominale­s, que vuelven a su sitio.

La herida de la piel se puede cerrar con grapas o con un hilo de nylon por debajo de la piel que deja la cicatriz más fina y homogénea. Ambos se retiran en unos días.

Desde que se empieza a cortar el vientre hasta la sutura final suelen pasar unos 40-60 minutos si no hay incidencia­s. El efecto de la anestesia se va pasando en una o dos horas. Después se ponen calmantes (analgésico­s) en el suero periódicam­ente. La mayoría de estos fármacos son perfectame­nte compatible­s con la lactancia. El gotero de suero se puede quitar entre 8 y 12 horas después, al igual que la sonda de la vejiga, así se evitan infeccione­s urinarias. La mamá puede beber líquidos a partir de las cuatro horas de la intervenci­ón.

En la mayoría de las cesáreas la madre y el recién nacido podrían ir juntos desde el quirófano a la habitación e iniciar la lactancia en la primera hora de vida del bebé

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