Hacía guardias de 24 horas
Carmen es madre de cuatro hijos ( la más pequeña solo tiene dos meses) y ejerce como médico de familia. Trabaja normalmente en horario de mañana pero también realiza turnos de 24 horas. A pesar de ello, ha conseguido mantener dos lactancias prolongadas de más de un año.
«En ambos casos, me incorporé al trabajo cuando los niños ya habían cumplido los seis meses con la idea de que ya pudieran comer sólidos. Por las mañanas, mientras mi marido y yo trabajábamos, se quedaban en casa con una cuidadora,
que les daba alimentación complementaria. Aprovechaba la hora del desayuno para extraerme la leche con un sacaleches eléctrico y la guardaba para los días de guardia. En el trabajo, si notaba los pechos congestionados, me los vaciaba manualmente en el baño.
En el centro de salud hacemos las guardias por turnos, así que disfrutaba de ratos libres. Aprovechábamos esos momentos para que mi marido me acercara al bebé para darle un toma directa. En el hospital era más complicado, porque dependía de las urgencias, pero intentaba escaparme al menos cada cuatro horas para sacarme la leche.
Para los niños fue un poco duro al principio: se despertaban buscando el pecho y les costó entender que había veces que no podía ser. Mi marido utilizaba el biberón por la noche, para que la succión les relajara, y el vaso durante el día y así nos fuimos adaptando todos. Pero al final nos compensó a todos. Mantener la lactancia trabajando ha sido muy importante, no solo por la calidad nutricional de la leche materna, sino por el vínculo tan bonito que se crea. Para mí era muy especial volver del trabajo y ver las caras de felicidad de mis hijos al tomar el pecho y me ha ayudado a reforzar el vínculo».