Es la calma hecha niño
Algunos niños no necesitan gastar tanta energía como otros. Son esos pequeños demasiado pasivos, que prefieren jugar tranquilos en la arena a correr por el parque, que se quedan sentados sin rechistar en su silla de paseo, o que pueden pasar horas en el corralito entretenidos con sus juguetes. Su comportamiento no es anormal ni signo de enfermedad, pero conviene asegurarnos de que reciben los estímulos suficientes. El niño poco activo suele tener un carácter muy tranquilo, seguramente heredado de sus padres ( es probable que ellos también sean personas pausadas). Puede tratarse de un niño tímido, o puede que le haya faltado estimulación desde el nacimiento. Tal vez sus padres interaccionan poco con él, a lo mejor porque creen, erróneamente, que no necesita tanta atención como un niño que constantemente la demanda. El hecho de no tener hermanos o el haber sido criado por personas mayores (los abuelos) también son factores que pueden haber influido.
Es importante estimular y animar al niño muy tranquilo a moverse y experimentar. Es cierto que no se le puede obligar si está tan a gusto sentado en la arena con su pala y su rastrillo a que se ponga a trotar detrás de otros pequeños. Pero sí hay que observarle y vigilar que está desarrollándose como corresponde a su edad (que ya anda y dice algunas palabras). En casa hemos de jugar a menudo con él y hablarle mucho, mirándole a la cara y contestando siempre a su parloteo, aunque no le entendamos. Hay que asegurarse además de que puede relacionarse con otros niños de su edad; si no va a la guardería, bastará con llevarle a menudo al parque.
En cuanto a los juguetes, son estupendos los de empujar y arrastrar, tipo correpasillos, y los que tienen muchas luces y música. Si hay que elegir un cuidador, este no debe limitarse a atender sus necesidades básicas. Debe saber tratar al pequeño, y estar dispuesto a jugar y hablar mucho con él. En caso de que a los padres les preocupe la excesiva tranquilidad del pequeño, harán bien consultando con el pediatra.