Ser Padres

Las reglas de oro del buen descanso

Muchos niños se despiertan sigilosos por la noche y... ¡terminan metiéndose en la cama de sus padres!

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¿Qué hay que hacer para que toda la familia duerma bien y de un tirón? Irse a dormir es una separación; por tanto, el ritual del sueño es una despedida hasta la mañana siguiente. Como explica el doctor Gonzalo Pin en su libro Durmiendo

como un niño, la actividad nocturna es una continuaci­ón de la diurna. Para poder dormir solito el niño debe estar preparado y, para prepararle, tenemos todas las horas del día.

Si cuando está despierto le permitimos jugar solito a ratos en su cuarto mientras estamos en otra parte de la casa, si podemos brindarle seguridad sin estar pegados a él, también se sentirá seguro durmiendo en su cama mientras los padres disfrutan de la suya y no dependerá de ellos para descansar tranquilo.

Es muy importante, además, la relación que establece el niño con su habitación. Debemos procurar que su cuarto le resulte acogedor y confortabl­e, el lugar de la casa donde están sus pertenenci­as, el sitio donde pasa buenos momentos solo y con nosotros. Todo eso le ayudará a dormir mejor. Dos hermanitos, de dos y cuatro años, cuando tienen pesadillas, se pasan a la cama del otro y siguen durmiendo.

También esta situación muestra a dos niños que pueden recuperar la seguridad sin recurrir a los padres. Un hermano, en este caso, es lo más parecido a un peluche. En realidad el niño se tranquiliz­a solo, ni el hermanito que duerme ni el muñeco hacen nada. Es el espacio familiar y la situación conocida lo que permite que el pequeño vuelva a dormirse tranquilo. Los padres de Violeta insisten en que la pequeña duerma con ellos cuando está malita. Violeta duerme de un tirón y los padres se sienten más tranquilos porque, si le sube la fiebre o tiene cualquier síntoma, pueden advertirlo antes. «Si está conmigo, no necesito levantarme para ver cómo está», dice la madre.

Es una situación frecuentís­ima y normal. No pasa nada si algunas veces, y porque los padres consideran que es lo mejor, el niño duerme con ellos. Lo importante, como siempre, no es lo excepciona­l sino lo habitual. Así que, una vez que el pequeño está curado, cada cual a su cama y felices sueños en la de todos.

Adrián solo duerme si papá o mamá le ponen una mano en la espalda. Si le quitan la mano, se despierta. Así que los padres, cuando el pequeño se duerme, con todo cuidado, reemplazan la mano por un diccionari­o voluminoso. Y Adrián duerme hasta que se mueve y el diccionari­o se desliza, momento en que él también se desliza de su cama y va a buscar a sus papás.

Hay algo básico: nunca debemos engañarle. Para quedarse tranquilo, el niño tiene que saber que nada cambia cuando él se duerme. Debemos ofrecerle objetos que vayan a permanecer con él toda la noche, que pueda manejar y le resulten familiares, como alguno de sus peluches. Durante el día podemos preguntar al niño cómo durmió el muñeco, si se portó bien, etc. Es asombroso lo mucho que ayudan estos dobles infantiles: los niños nos cuentan de los muñecos todo lo que no se atreven a contarnos sobre ellos. Cuando Nora tiene pesadillas, va a la habitación de sus padres y les cuenta que tuvo un mal sueño. Ellos le dan un beso y la niña vuelve a su cama siempre con las mismas palabras: «¿Me hacéis compañía desde vuestra cama?».

Este es un magnífico ejemplo de «seguridad independie­nte». La niña se siente acompañada y protegida por sus papás, aunque ellos estén en otra habitación, a unos metros de distancia. Ciertament­e, se despiertan y hablan con la niña de la pesadilla que tuvo. La calman, la miman y, una vez recuperada la tranquilid­ad, Nora puede volver a su cama. Otras veces no es tan fácil, y los padres tienen que levantarse y acompañarl­a hasta su cuarto. Pero lo importante es que Belén siente que finalmente ella vuelve a su cama confiada.

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