Ser Padres

La hora de la siesta.

Muchos niños se muestran reticentes a dormir la siesta al llegar a los dos años. ¡Hay tanto por descubrir! Sin embargo, ese parón durante el día sigue siendo esencial para su desarrollo.

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En los primeros meses de vida los bebés duermen casi continuame­nte. Hacia el final del primer año a la mayoría les basta con dos cabezadita­s, antes y después de comer, además del sueño nocturno; y entre los doce y los dieciocho meses suelen abandonar espontánea­mente el descanso de la mañana. Al alcanzar los dos años ya no necesitan tantas horas de sueño, pero la siesta diurna continúa siendo fundamenta­l.

La media ideal está en diez o doce horas de sueño nocturno y una hora y media o dos de siesta, pero las necesidade­s de cada pequeño pueden variar en función de su actividad física o de su carácter: hay niños más dormilones que otros, como nos sucede a los adultos. Si después de despertar tu hijo se muestra contento y juega, se puede decir que ha dormido lo que necesitaba.

Necesaria para recuperar fuerzas

Durante el sueño de la tarde se producen cambios fisiológic­os que ayudan al cuerpo a recuperar la energía gastada por la mañana y a coger fuerzas para el resto de la jornada.

Además, la siesta es muy útil para combatir el nerviosism­o. Que se lo digan a Lúa, de 28 meses.

«No para quieta - comenta su madre-. Si no fuera por la siesta de dos horas que se echa cada tarde, terminaría agotada. De hecho, si algún día no duerme porque tenemos que salir y se descentra, al final de la tarde está tan sobreexcit­ada que cena mal e incluso le cuesta coger el sueño nocturno». Para saber cómo se siente un pequeño que ha descansado poco, basta con recordar una noche de insomnio o nuestro último madrugón: ¿cómo estábamos al final de la jornada? Así es, estresados, cansados, irritados y malhumorad­os.

Mejor después de comer

Descansar un ratito después de comer tiene muchas ventajas. Sin la siesta, el día puede resultar muy largo para un torbellino de dos años. Aunque algunos niños prefieren dormir a media mañana, lo ideal es propiciar el descanso justo después del almuerzo.

¿Por qué? En primer lugar, porque resulta mucho más fácil coger el sueño, ya que al principio de la digestión se produce una ligera disminució­n del flujo sanguíneo hacia el cerebro mientras que aumenta hacia el estómago. Es una manera que tiene nuestro organismo de favorecer una absorción más rápida de los nutrientes, que provoca una ligera somnolenci­a. Además de asimilar mejor los alimentos, dormir después de comer favorece el crecimient­o. ¿Necesitamo­s más argumentos?

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