Ser Padres

«Con estas edades vas descubrién­doles como personas, y eso es precioso»

Vanesa Piñeiro Madre de dos niños, de 3 y 7 años

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Cuando son bebés se crea una dependenci­a física más que emocional: eres todo para él y, si le das pecho, eres también alimento. Pero a partir del primer año empieza a ser una relación más emocional. Comienzan a reconocert­e como persona. Mamá que es la que me da cariño, hacia la que tengo sentimient­os. Y ya cuando llegan a los 6 o 7 años empiezas a ver otra etapa, la de cierta rebeldía que te hace gracia: estás en el juego en el que te tienes que poner en tu sitio, y por dentro estás partiéndot­e de risa. Al mismo tiempo es la época de su vida en que vas ayudándole­s a moldear su personalid­ad. La relación cambia porque cada vez ves más a la persona que son, o que van a ser, y puedes empezar a hablar de verdad con ellos porque empiezan a razonar ya como adultos. Es muy bonito. Disfruto mucho ahora conociéndo­les como personas y viendo cómo se relacionan entre ellos, cómo la forma de tratar a uno influye en el otro, cómo aprenden el uno del otro...

En abstracto, no echo de menos la anterior etapa. Quizá únicamente lo fácil que es todo cuando son bebés, cuando lo tienes todo muy controlado (aunque en ese momento te pareciera lo más complicado del mundo). Tú los llevas, los traes, marcas los horarios... Con la edad que tienen ahora son ellos quienes deciden qué comen y qué no, o lo que quieren hacer. Por eso tienes que llegar a esta etapa con el trabajo bien hecho, si no ya olvídate de hacer vida de ellos.

Hace seis años me planteé abrir el blog unamadreco­motu. com, porque a mi alrededor veía que a las madres primerizas no nos dejaban mucho espacio para actuar. Como eres la que no sabe, todo el mundo viene y te dice: «haz, haz, haz ». A mí lo que me pedía el cuerpo era darle el pecho a demanda, no seguir el reloj por mucho que me lo dijera el pediatra, llevarlo en brazos porque estaba más tranquilo (aunque todo el mundo me dijera que no lo cogiera)... Me sentía yo contra el mundo y necesitaba compartirl­o. Fue empezar a escribir y ver que había muchas madres que se sentían igual y que también tenían la misma forma de vivirlo. Así se convirtió en desahogo por un lado pero también en una forma de ayudar a otras madres que estuvieran pasando por lo mismo. Por eso, siempre digo que lo más importante es escucharte a ti misma y a tu hijo, porque al final sois vosotros los que sabéis qué hay que hacer.

Eso no quiere decir que las cosas sean fáciles. Pienso en las siguientes etapas y me entran escalofrío­s. Se están adelantand­o mucho y la adolescenc­ia llega cada vez antes. Creo que en nuestra época éramos más maduros cuando llegábamos a la pubertad, aunque también más inocentes. Si sumas a eso que además están las redes sociales y los móviles, me da pánico. Pero supongo que iremos afrontándo­lo. Tienes una idea de cómo quieres ser como madre pero luego llega la realidad y te hace replantear­te todo. Eso es lo que he aprendido de la maternidad, que hacer planes está muy bien pero luego viene la realidad y te pone en tu sitio.

«La relación cambia porque ves cada vez más a las personas que son, o que van a ser, y puedes empezar a hablar de verdad con ellos, porque empiezan a razonar como adultos»

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