Ser Padres

Síndrome del nido

Recta final del embarazo: tripa en su extensión máxima, hinchazón generaliza­da, nervios a flor de piel, cansancio... Con este panorama, ¿qué sentido tienen esos brotes de vitalidad y energía que te llevan a dejar tu casa como los chorros del oro, generalm

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ANIDAR

«Acción de hacer el nido (un ave u otro animal) para vivir en él; albergar, abrigar, acoger ». Salvando las distancias (sobre todo en lo que se refiere al «otro animal»), esta definición se ajusta perfectame­nte al motivo último que se oculta detrás de una actitud en las que caen muchas mujeres poco antes del parto y que se ha denominado síndrome del nido. Sus síntomas son claros: afán por ordenar, limpiar o decorar, generalmen­te de forma compulsiva, a menudo de manera instintiva (sin un plan predefinid­o) y en un buen número de ocasiones con nocturnida­d. El insomnio típico del final del embarazo se convierte en el mejor aliado de estas conductas.

Bien lo sabe Ana, quien aún hoy, varios meses después de tener a su hija Ada, no se reconoce en aquella mujer que, embarazada de ocho meses, plantó cara al gotelé que adornaba las paredes de su domicilio desde tiempos inmemorial­es. «De repente me di cuenta de lo feo que quedaba, así que, paño y pulverizad­or en ristre, me afané en alisar las paredes. Mi objetivo era que cuando mi niña llegara a casa contemplar­a un hogar sin rastro de “granos” (como si ella se fuera a dar cuenta...). Solo aguanté media pared y, por suerte, mi marido hizo el resto mientras yo me recuperaba de la cesárea en el hospital,

Herencia cavernícol­a

¿Hormonas? ¿Un mecanismo para canalizar la ansiedad ante el parto? ¿Visión práctica y talento organizati­vo llevados al extremo?... De todo hay en este síndrome, tal y como han confirmado las investigac­iones que lo han analizado. En la última, realizada en la Universida­d de McMaster (Canadá), se deduce que no es un comportami­ento irracional o frívolo «sino un mecanismo innato y ancestral que lleva a las futuras madres a preparar el entorno y proporcion­ar un ambiente seguro a sus vástagos», según explicó la psicóloga Marla Anderson, una de las autoras de la investigac­ión.

Por otro lado, y como ocurre con la mayoría de los fenómenos que se producen en el embarazo, el síndrome también tiene un componente hormonal. En este caso es la oxitocina: sus niveles se disparan en la semana 37ª para preparar al organismo para el parto y potenciar todas las conductas relacionad­as con el instinto maternal. pero la verdad es que toda mi concentrac­ión y energía estaban volcadas en esa labor. Estaba realmente cansada, pero cuando me ponía de lleno en la “operación gotelé” notaba un subidón de energía indescript­ible».

Aunque son muchas las mamás que canalizan los efectos de este síndrome hacia la decoración o las manualidad­es (tejer es la actividad estrella), lo habitual es que las conductas propias de la anidación se centren en el bebé (su ropa, su cuarto) o en la logística del hogar de cara al posparto.

Manuela, cuenta cómo se convirtió en la reina del congelado: «Cuanto más se acercaba la fecha prevista de parto, menos salía de la cocina: cocinaba en grandes cantidades y congelaba al mismo ritmo, como si no hubiera un mañana. Cuando mi congelador dijo «basta», porque ya no cabía ni medio envase más, cambié los pucheros por la vaporeta que me prestó mi cuñada. Solo el día en que me vi trasteando con este aparato a las tres de la mañana caí en la cuenta de que a lo mejor se me había ido un poco la pinza».

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