«No siento lo mismo que con el primero… ¿qué me pasa?»
Hay mujeres que no viven el nacimiento del segundo hijo como el primero. Es normal… ¡No es el primero! «Hay que entender que cada bebé es único, y que la relación con cada hijo es diferente», recuerda Ibone Olza. Para ello hablar con otras madres y amigas, expresarlo en voz alta, nos puede ayudar a darnos cuenta de que lo que nos pasa es normal. Con el segundo hijo tendremos que establecer una relación nueva, diferente, conocerlo y aceptarlo de forma separada. Hay algo más: el vínculo empieza a establecerse durante el embarazo. Normalmente el primer embarazo, por novedoso, se vive con más atención: hacemos preparación al parto, damos largos paseos, cuidamos nuestra alimentación, dejamos de trabajar antes, hablamos con el feto, acariciamos nuestra barriga… al primer hijo normalmente se le dedica mucha más atención en el embarazo que al segundo, cuyo hermano suele ocupar todas las horas libres de la madre. Por eso, cuando nace el segundo, normalmente hemos tenido menos contacto con él, algo que necesitamos ambos para conocernos.
El estrés de la madre durante el embarazo también afecta al establecimiento del vínculo. En esta y otras situaciones, la madre debería preguntarse si en el embarazo ha tenido mucho estrés, ya que las hormonas del estrés son antagonistas de las que conducen a vincularse. Si ha sido así, esto le puede ayudar a entender por qué la vinculación no ha ocurrido de forma espontánea y sencilla.
Pasar tiempo con el bebé a solas (a veces el tiempo y la intimidad que tuvimos para el primero no nos lo permitimos con el segundo), mirarlo a los ojos y contactar con él, abrazarlo mucho, olerlo, darle masaje, favorecer la lactancia materna si es nuestra elección, detenernos a observar sus intentos de comunicarse con nosotros, sus balbuceos, sus manitas que nos abrazan.... Darnos el tiempo necesario para enamorarnos poco a poco.
«Tenía tanta ilusión… y ahora lo veo como un extraño»
También es normal, el bebé adoptado es un extraño por muy deseado que fuera. El deseo idealiza y la madre se encuentra de golpe con un ser real, de carne y hueso, con su propia personalidad. Es importante darse tiempo para conocerse, que no haya mucha gente alrededor. «Los bebés adoptados necesitan mucho tiempo a solas con sus padres para poder confiar. Han sufrido abandono, o incluso maltrato, y hasta que no se sientan completamente seguros no se van a expresar igual», afirma Ibone Olza.
Es importante pensar en todo lo que el niño ha podido vivir para entenderlo y darle a él un margen de tiempo... Y a nosotros también. El amor proviene del conocimiento.
Nuevamente todas las acciones que nos pongan en contacto con el niño pueden ser de gran ayuda: llevarlo cerca de nuestro cuerpo en un portabebés (podemos usarlo hasta los tres años), acariciarlo, mecerlo, observarlo mientras duerme… Hay niños que en un primer momento rechazan el contacto corporal, y esto desanima mucho a los padres. No va a ser para siempre. Es fruto de su recuerdo y su experiencia pero, si le damos tiempo, podremos acercarnos cada vez más a él. Y él se acercará a nosotros. Un día correrá a agarrarse a nuestra pierna frente a un extraño: el vínculo estará fraguando.
¡No es lo que esperaba!»
El vínculo es cosa de dos, y la capacidad del bebé para interactuar influye en la relación que se establece: si sonríe mucho, por ejemplo, es tranquilo, responde a los estímulos de sus padres con alegría, estos se vincularán con él con más facilidad que si es muy irritable, o llora mucho y la madre se siente impotente para calmarlo. En este caso la retroalimentación placentera no se produce tan fácilmente y los padres pueden necesitar más tiempo para establecer una relación sana y emotiva con el bebé. El camino es el de siempre: contacto físico, y mucho tiempo para escuchar y conocer al bebé. No tener prisa, dedicarle el tiempo que precise.
¿Cuándo pedir ayuda? Siempre. A veces el parto o el posparto son muy duros y simplemente no podemos conectar con nuestro bebé debido a nuestras propias necesidades no cubiertas; o a experiencias anteriores, relacionadas con nuestra propia experiencia de vinculación, que quizá es el momento de resolver. Si no podemos establecer un buen vínculo con nuestro bebé, pidamos el apoyo necesario. Puede que nos baste con reconocer y expresar lo que nos pasa, puede que necesitemos el apoyo de nuestra familia, de nuestra pareja, de un amigo, o de un profesional. Lo que haga falta.