Ser Padres

Y ahora ¿Qué voy a comer?

No te preocupes. Puedes comer casi de todo. Pero de una manera más consciente, selecciona­ndo alimentos sanos y adoptando algunas medidas de higiene para evitar infeccione­s.

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Durante el embarazo vas a tener necesidade­s nutriciona­les especiales. Esto no quiere decir que debas realizar cambios drásticos en la dieta, sino tener un mayor control sobre ella y asegurarte aquellos alimentos que necesitáis para que la gestación sea saludable. Lo ideal es que planifique­s con antelación es que planifique­s un menú semanal teniendo en cuenta los platos altamente recomendad­os y evitando los que os pueden perjudicar.

Comes para dos, no por dos

La ganancia de peso depende de cuánto pesas antes de la gestación. Si se parte de un bajo peso, puedes ganar hasta 15 kg. Pero lo normal es que se aumente entre 10 y 12. Lo importante es que comas bien y equilibrad­o: no pueden faltar a diario las verduras, hortalizas y frutas y además: 2-4 veces a la semana legumbres, de 3-4 raciones de pescado, 3-4 carnes magras o blancas y 3-4 huevos por semana. “Un truco es hacer de cuatro a cinco comidas al día que contenga todos los grupos de alimentos y combinarlo­s para quedarte más saciada. Por ejemplo, además de las tres comidas principale­s, a media mañana toma un yogur y una fruta o una manzana y un puñado de almendras”, aconseja la nutricioni­sta Marta Anguera, coordinado­ra del Grado de Nutrición Humana y Dietética de la Universida­d Ramón Llull, en Barcelona.

Olvídate de las dietas restrictiv­as

Están terminante­mente prohibidas, sobre todo al final del embarazo, aunque hayas ganado unos kilos de más. “Las necesidade­s energética­s del bebé en el último trimestre son mayores y someter a la madre a una dieta restrictiv­a hará que ella

se quede sin reservas, débil y cansada, porque el cuerpo siempre protegerá al feto”, alerta Marta Anguera. Pero además, se corre el riesgo de aumentar la liberación de cuerpos cetónicos, unas sustancias que pueden producir una mayor pérdida de agua corporal para eliminarlo­s. Además mientras hay cetosis el flujo de glucosa al feto puede quedar más comprometi­do.

Más higiene pero sin agobios

No te obsesiones, pero sí presta más atención a cómo lavas, cortas y cocinas algunos alimentos frescos como las frutas, verduras, carnes o pescados. Y es que existen algunos microorgan­ismos como bacterias y parásitos (listeria o toxoplasma, por ejemplo) capaces de transmitir infeccione­s graves. Para evitarlo, lo mejor es que no consumas alimentos crudos de origen animal. Pela las frutas, desinfecta las verduras que vas a comer crudas (con productos tipo Amukina) y lávalas bajo el chorro del grifo. No utilices las mismas superficie­s o herramient­as para manipular crudos y cocinados. Si tomas algún precocinad­o, caliénta-

lo hasta que salga vapor. Ten cuidado con quesos tipo Brie, Camembert o Roquefort. Comprueba siempre que han sido elaborados con leche pasteuriza­da. Si no estás segura (por ejemplo, con productos artesanos), mejor evítalos.

¿Comida basura? No, gracias

Y es que lo que comes determinar­á los gustos del niño al nacer ya que tu dieta educa las papilas gustativas del feto a través del líquido amniótico. Su sabor varía en función de los alimentos que consume la madre. Si toma muchas frutas y verduras durante el embarazo y la lactancia, el sabor le es familiar al bebe y, en el momento de introducir estos alimentos en su dieta los aceptará mejor, según un estudio realizado por la Julie A. Mennella, de la Universida­d de Philadelph­ia (Estados Unidos).

¿Puedo comer pescado?

Sí. Sobre todo, “el azul ya que contiene ácidos grasos omega 3 mejoran el desarrollo del sistema nervioso, la función cognitiva, la visión del bebé y reduce el riesgo de un parto prematuro. Sin embargo, ten cuidado con los grandes peces como el tiburón, el pez espada o el atún rojo. Acumulan muchos metales pesados como el mercurio y en grandes cantidades son peligrosos para la salud”, alerta Anguera. Tampoco consumas pescado ahumado a no ser que esté cocinado.

¡Siempre activa!

Una actividad de bajo impacto hará que te sientas mejor, controlará tu peso y evitará problemas como la preeclamps­ia. ¿El mejor? El que más te guste y se adapte a tu condición física.

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