¿Qué dicen sus dibujos?
Un árbol, una familia, un robot, un único color o la obsesión con un tema pueden hablar de la personalidad de los niños o de su estado anímico mucho más que otras herramientas. ¿El secreto? Que el patrón se repita.
Cuando un niño se sienta a dibujar se abre ante él todo un mundo de imaginación y diversión que no solo es bueno permitir sino también potenciar. Pero más allá de la parte lúdica de pintar y colorear, y de la parte didáctica que supone para él experimentar con colores, materiales y texturas, además de lo necesario que es para el correcto desarrollo neuronal, muchas veces sus dibujos pueden dar una serie de pautas sobre el estado anímico o emocional por el que están pasando en ese momento, además de algunos rasgos de su personalidad. Teniendo en cuenta que nada de lo que ahí se exprese puede ser definitivo y que sus dibujos no deberían interpretarse de manera aislada, sino solo cuando marquen una tendencia, existen una serie de pautas que puede permitir a los padres saber realmente qué están pintando sus hijos.
De los 5 a los 8 años se hacen lecturas más fidedignas de sus dibujos
Según la psicóloga Rosemary Gordon, una de las mayores expertas en interpretación de dibujos infantiles, existe una serie de necesidades psicológicas por las que los individuos se expresan artísticamente: “Para que las imágenes internas salgan al exterior, para conservar de forma concreta las experiencias sensoriales con el fin de que también tengan lugar fuera del individuo, para comunicarse con sus iguales y ratificar de esta manera la validez de la propia imaginación y experiencia, para expresar la necesidad de realizar un producto que libere ese impulso de hacer algo con arreglo a criterios estéticos y para encontrar un sentido al la experiencia -relacionándolo con otros conceptos más amplios y universales- a través de su capacidad de simbolizar”. Pero, cuidado, tampoco somos adivinos. Los padres pueden hacerse una idea de lo que intenta decir un niño a través de un dibujo pero debería ser corroborado con otras herramientas. No se puede interpretar un dibujo de manera aislada.
Madurez del niño
Como en todos los aspectos de su vida, la madurez del niño también se refleja en sus dibujos. Si de los 0 a los 3 años se puede hablar de la etapa del garabateo que debe concluir con una capacidad de pintar, más o menos, una figura humana (cara, brazos, tripa y piernas); de los 3 a los 6, cuando su psicomotricidad fina es cada vez más precisa, se observa cómo sus dibujos cambian sustancialmente. Cogen mejor el lápiz, colorean sin salirse tanto de los márgenes, son capaces de representar una idea concreta: una flor, un arcoíris, un pez, un barco, mamá y papá, y sienten la necesidad de realizar a veces el mismo dibujo una y otra vez hasta lograr por sí mismos una depuración que les motiva y estimula. Por otro lado, cuando los niños empiezan a escribir de los 5 a los 6 años, la destreza que presentan en el manejo del lápiz, las ceras, los rotuladores o pinceles es cada vez más obvia: aprietan menos, se esmeran más y son más pacientes a la hora de concluir un dibujo. Ésta es la edad -hasta los 8- en que mejores lecturas pueden hacerse de sus dibujos ya que a partir de los 9 su madurez emocional es más obvia y, por contra, pueden -no siempre- dibujar todo lo contrario a lo que sienten. Mª Luisa Ferrerós, psicóloga y directora de la Unidad
de Psicología Clínica de la Clínica Diagonal, explica a SER PADRES que “muchas veces, un dibujo puede obedecer a un estímulo externo que no tiene relación con su día a día como un anuncio de la tele o una foto de una revista” por lo que no debemos dar demasiada importancia a lo que “no sea una tendencia”. Su colegio (el nuevo curso o cambio de ciclo), su ciudad (o la playa si están de vacaciones), su rol dentro de la familia (hermano mayor o hijo único), sus vivencias (la muerte de un abuelo o un viaje) y su grado de madurez en general (si tiene 4 o 9 años), son algunos de los aspectos a tener en cuenta al hacer una lectura de ese papel, aparentemente lúdico, en el que el niño ha estado enfrascado durante un rato.
Algunas claves esenciales
Si bien es cierto que a los niños hay que darles libertad creativa en la línea “dibuja lo que quieras”,
muchas veces darles una serie de pautas de dibujo les puede ayudar a depurar sus trazos y también sus intereses. Hay una serie de claves que debemos observar para intentar interpretar qué dicen los dibujos de nuestros hijos. Los niños que cuando pintan se circunscriben a la realidad que conocen, a su día a día, suelen ser niños que buscan la seguridad y es en su entorno donde se sienten protegidos. Cuanto más fantasean desde ese paisaje lleno de flores y estrellas, a un mundo de hadas y dragones, más están desarrollando su imaginación y su pensamiento abstracto, un pensamiento que según María José Acebes, neuropsicóloga de la Clínica López Ibor, “se está viendo mermado por la sobreexposición de los niños a las nuevas tecnologías que ‘hace por ellos’ el trabajo de desarrollar la fantasía”. Por eso, cuanto más papel utilicen, más colores usen y más personajes e historias creen estarán demostrando más relajación, más esmero en lo que pinten, más relación con el mundo de las ideas y de su imaginación. Si esos trazos vienen de una mano que aprieta demasiado puede ser señal de tensión o estrés, aunque algunos expertos lo cinsideran, sencillamente, inmadurez en la psicomotricidad fina que irán regulando con la llegada de la escritura.
Dibujar a la familia
Según el psiquiatra francés Louis Corman (19011995) -uno de los grandes promotores del análisis de los dibujos para estudiar sus conductas y personalidad-, el test del Dibujo de una familia (no su familia, sino una “cualquiera”) es una prueba que evalúa el estado emocional de un niño con respecto a la adaptación al medio familiar. Esta técnica, desarrollada en 1961, sigue siendo uno de los test más aplicables a los niños en edad preescolar y escolar. ¿Qué personajes reales pinta?: si dibuja personajes
Dibujar una familia es uno de los test más fiables para ver cómo se siente un niño en su entorno
muy juntos y, especialmente, a él entre sus padres, el niño suele ser cariñoso y necesita la seguridad del afecto. Dibujar los personajes muy separados es más propio de niños menos afectivos, que quizá acusan cierta falta de comunicación. Un niño que se dibuja siempre a sí mismo es narcisista, hecho natural que debe superarse en las primeras fases de la madurez emocional. Si siempre se dibuja en último lugar, con menos detalles o apartado, puede demostrar inseguridad o un alto grado de desvalorización de sí mismo. Ferrerós añade que cuando dibujan a la familia “observamos con cierto asombro que cada vez más niños dibujan a un robot como un miembro más entre todos los demás”. ¿Qué personajes reales omite?: si un niño no dibuja a un miembro de su familia o lo dibuja sin rostro o deformado suele mostrar que no le gusta, no le interesa o le hace sentirse mal.