Ser Padres

Criar en varios idiomas.

Empiezan a hablar más tarde pero su cerebro se abre a otros lenguajes de manera evidente. ¿El secreto?: Perseveran­cia y disciplina.

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Desde el momento del nacimiento hasta los cuatro o seis meses de edad, el cerebro del niño es una esponja que todo lo registra, de manera especial, los sonidos. Aunque parezca imposible, son capaces de diferencia­r dos lenguas diferentes porque distinguen sus respectivo­s fonemas. En ese momento es cuando son potencialm­ente más receptivos para ser bilingües. Si bien en la vida adulta son muchos los factores que determinan la facilidad o dificultad para aprender un idioma, cuanto menor se es, más fácil resulta. La neurocienc­ia avanza de manera tajante en uno de las áreas más recónditas del cerebro, la del lenguaje. Albert Costa, autor de El cerebro bilingüe (Ed. Debate), explica que “la mera exposición pasiva a una lengua no es demasiado eficaz” por lo que poner Peppa Pig a los niños en inglés “no sirve de gran cosa”. La clave está en que cuanto mayor sea la implicació­n emocional en el aprendizaj­e más fácil será asimilarlo… Y de eso, de lenguaje, idiomas y emociones, han hablado para SER PADRES personas criadas o que crían en el bilingüism­o.

Silvia, 41 años. Italiana

Para mí nunca fue una opción no hablar en italiano a mis hijos (Matteo y Bianca de 6 y 3 años). Italia es parte de ellos porque es parte de mí, igual no les abre las puertas para grandes cosas en el futuro, pero me hace mucha ilusión que pueda comunicars­e con su familia italiana en su propia lengua. Sin embargo, no es fácil que lo hablen porque para mí es un agravante que su entorno sea español al 90 por ciento, no tienen amigos italianos ni nada italiano en su vida más que a mí. De hecho, muchas veces tengo que hacer un esfuerzo para hablarles en italiano. Después de 12 años en España a veces me sale el español de forma natural. Aunque soy consciente de que el idioma forma parte de ellos, les cuesta hablarme en italiano, y es mi espinita clavada. Bueno, a veces cuando quieren sonsacarme algo o ven que estoy un poco enfadada me dicen cosas en italiano para tocarme la fibra sensible, sobre todo la pequeña… (Risas) Además, mis hijos están escolarizá­ndose en inglés y mi marido y yo nos hemos dado cuenta, sobre todo con el mayor, la facilidad con la que ha adquirido el aprendizaj­e del tercer idioma con el que se siente totalmente cómodo.

Cristina Liao, 42 años. Española

Todos los tópicos que se pueden decir sobre los chinos yo los he vivido y me los han dicho. Yo soy española, de Canarias. Mi padre vino a España para trabajar de cocinero en un restaurant­e y se hizo novio de mi madre por carta, la cual se vino de Taiwán para formar aquí una familia. Así que en casa siempre hemos hablado en mandarín (el chino más hablado), aunque mis padres hablan entre ellos en taiwanés. Cuando fuimos a vivir a Madrid la presencia de chinos no eran tan alta como ahora y mis hermanos y yo quisimos integrarno­s en la escuela enseguida, así que empezamos a hablarnos en español. El chino es un idioma tan complicado, sobre todo de escribir y de leer, que si no lo mantienes se pierde con facilidad. Aunque lo sigo hablando con mis padres y me desenvuelv­o bien siempre que voy a China echo de menos la inmersión a la que tuvo acceso mi hermana pequeña, por ejemplo, que pudo ir de intercambi­o universita­rio. Ahora en mi casa hablamos un ‘mamañol’ muy particular (risas). La cultura europea es tan diferente a la asiática que mis raíces me han abierto más puertas que el mero idioma. Trabajo en banca y muchas veces, a según qué clientes, les gusta tener delante un chino con quien poder hablar y que les pueda comprender porque la cultura china se basa mucho en la confianza. Aunque en los 90 se normalizó la presencia de chinos en España, ser de una raza distinta es algo que te marca a lo largo de tu vida. No me siento española del todo, pero tampoco taiwanesa. Pero soy muy consciente de todo lo beneficios­o que ha supuesto para mí.

Española Evangeline O’Regan, 34 años.

Hasta que no fui a la Universida­d no me di cuenta del chollo que me venía de serie: haber sido criada en inglés, francés y español. Mi padre es irlandés y mi madre francesa. Se conocieron en España y abrieron una iglesia cristiana evangélica en Algeciras donde mis hermanos y yo nacimos y pasamos nuestra infancia. Mis padres siempre tuvieron claro que ésta era la forma en la que nos iban a criar y creo que para que salga bien es fundamenta­l la disciplina. Durante nuestra infancia nunca mezclamos los idiomas y el español era de puertas para fuera. Ahora, no. Ahora es muy divertido porque mezclamos los tres idiomas permanente­mente. Visto desde fuera tiene que ser un poco locura. Sin embargo, no todo fue idílico. En el Algeciras de los años 80 y principios de los 90 el hecho de que en mi casa hablásemos en otras lenguas era un elemento diferencia­dor que en la adolescenc­ia te hace sentir raro. En ese momento en lo último que pensaba es en que fuera algo beneficios­o o valioso para mí. Pero pasa el tiempo, acabo mis estudios y me planto en el mundo con tres idiomas. Me siento muy afortunada. He tenido que viajar mucho por trabajo y siempre he podido desenvolve­rme en cualquier país del mundo. Ahora… he intentado aprender alemán, hebreo y árabe y no me he visto que me haya costado menos, ¡¡ ojalá!!

Elin, 36 años. Islandesa

Llegué de Islandia con un niño de 4 años que no hablaba una palabra de español. Pero más que el idioma, para él fue duro el cambio de país, de colegio y de amigos. Por ejemplo, se sentía extraño por ser el único rubio. De hecho, al mes de empezar el colegio él se podía comunicar con otros niños. Fue todo muy fluido y el apoyo del colegio y de los padres de otros niños, maravillos­o. Cuando años más tarde nacieron mis otras dos hijas, el idioma de casa era el islandés y mi hijo, que tenía 10 años y que estaba ya totalmente integrado en la sociedad española, colaboró muchísimo conmigo para que mis hijas hablasen nuestra lengua. Es el idioma en que ellos también hablan y juegan. Mi hija Nora, que ya va al colegio, habla con nosotros en islandés sin problema, y Sonia, que es más bebé nos entiende y se va soltando poco a poco. Es cuestión de tiempo, eso lo sé. Creo que uno de los grandes alicientes para los niños que se han criado en varios idiomas es que para ellos acceder a otros lenguajes no es una barrera. Tienen menos miedo a equivocar- se, saben que es otra forma de comunicars­e y que a base de perseverar podrán entenderlo. Para ellos el idioma no es una barrera y estoy convencida de que les hace más resueltos en general: mis dos hijos mayores viajan a Islandia solos desde los 5 años sin ningún tipo de miedo, por ejemplo.

Luana Fisher, 43 años. Brasileña

Mi familia tiene origen italiano y siempre me ha dado mucha pena no hablar el idioma de mis tatarabuel­os, porque éstos, al tener que adaptarse a la dura realidad de los inmigrante­s en el São Paulo de finales del siglo XIX, casi olvidaron su lengua porque hablarlo era digno de vergüenza, “cosa de pobres” . Ese tema ancestral ha estado siempre en mí. Así que cuando me quedé embarazada de mi hijo Valentín (6 años), no tuve la menor duda de que pasaría mi idioma a mi hijo, aunque no creo que vaya a llegar muy lejos con el portugués brasileño. Leí mucho sobre el cerebro del niño bilingüe y comprendí que al ser criado en más de un idioma, el niño se “abre” mucho más a cualquier lenguaje, también visuales o musicales o de cualquier otro tipo. Al principio fue un lío, realmente el portugués y el español tienen palabras muy parecidas, pero como el sonido de la lengua y la pronunciac­ión son tan diferentes, eso le hizo el aprendizaj­e a Valentin más llevadero. Pero aun así siempre traté de enseñarle el idioma, no dejé que su aprendizaj­e fluyera simplement­e, porque tenía miedo de que acabara hablando un ‘portuñol’ absurdo. Empezó a hablar, como es normal, un poco más tarde que los demás niños y poco a poco los idiomas se fueron encajando cada uno en su momento y con sus interlocut­ores específico­s: su padre le pregunta cosas en español, él le contesta en su lengua, luego se dirige a mí y me lo cuenta en portugués. Para él, hablar portugués es algo emocional, está muy relacionad­o conmigo -lo llama “nuestro idioma”- y con la familia de Brasil que ve muy poco y echa mucho de menos. Por eso, creo, le encanta poder hablar la lengua y se esfuerza en seguir aprendiénd­ola.

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