Ser Padres

Crianza con apego

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Cada vez hay más padres que abogan por este tipo de crianza, con más apego. ¿Es una moda o de una necesidad?

No creo que existan dos “tipos de crianza”, ni tres ni cinco (y si uno fuera “con apego”, ¿cuál sería el otro?). Los padres hacemos cosas muy distintas, en general todos intentamos hacerlo lo mejor que podemos y sabemos. Dos padres o dos madres que se reúnen y hablan de cómo crían a sus hijos en realidad no saben cómo lo está haciendo su interlocut­or. Esa expresión “con apego” es especialme­nte confusa. Por una parte es la traducción del inglés “attachment parenting”, algo que tiene una definición oficial. En http://attachment­parenting.com/ explican sus “ocho principios”. Por otra parte, la teoría del apego, “attachment theory”, es una teoría importante en psicología, que intenta explicar la conducta de los niños. Según esta teoría, el apego es una necesidad básica del ser humano y de otros muchos animales. Todos los niños tienen apego, y por tanto no tiene sentido hablar de “crianza con apego”. Y para aca-

barlo de arreglar, probableme­nte la mayor parte de la gente que dice estar haciendo “crianza con apego” no se ha leído los “ocho principios”.

¿Puede ponernos un ejemplo?

Habitualme­nte lo que quieren decir es algo así como “le doy teta, lo cogemos mucho en brazos y duerme con nosotros”, tres cosas que están muy bien pero que tienen muy poco que ver con el apego de la psicología; tres cosas que no van necesariam­ente juntas, y que muchos padres de hoy en día hacen en mayor o menor grado... Igual que otros muchos padres desde que el mundo es mundo. A ver si ahora va a resultar que llevar al bebé en brazos o darle teta es un invento moderno.

Entonces, ¿cuáles son las bases de la crianza con apego?

Básicament­e, es ofrecer al bebé lo que necesita y de hecho, modifica sus genes y asegura una vida adulta con menos ansiedad. Existen estudios en ratas al respecto, y si eso es lo mejor que se puede enseñar es porque no hay ningún estudio en seres humanos. Pero ¿necesitamo­s estudios científico­s y palabras de seis sílabas para saber que los niños que los niños son más felices si los tratan con cariño?

¿ Por qué es bueno besarles, mimarles y decirles ‘te quiero’?

Es bueno querer a nuestros hijos y tratarlos con afecto. El afecto, en la especie humana, suele manifestar­se con contacto físico: besos, abrazos, palmadas, caricias, apretones de manos... Y los niños más pequeños lo necesitan especialme­nte, porque no tienen otra forma de comunicaci­ón. No le podemos enviar una carta o un whatsapp a un bebé. Los bebés necesitan estar en brazos la mayor parte del tiempo. La forma concreta en que se manifieste ese con- tacto físico es una cuestión muy cultural, incluso de la pequeña cultura, de la tradición familiar. Hay gente que besa mucho, y gente que besa poco. Hay culturas donde se puede besar a cualquier familiar, y hasta a amigos y conocidos, hay culturas en que los varones no se besan entre sí o no besan a sus hijos. No importa, pueden mostrarles afecto de otro modo. Si por “mimar” entendemos “mostrar afecto”, abrazar o acariciar o llevar al parque o contar cuentos o hablar con los niños (y escucharle­s), pues por supuesto es buenísimo. Pero hay que aclararlo, porque otras personas pueden creer que “mimar” es comprar muchos juguetes o dar muchos caramelos. Decir mucho “te quiero” no es especialme­nte bueno. Lo importante es quererles. Si dices que les quieres, pero no es cierto, de nada sirve. Si les quieres de verdad, casi seguro que lo notan, aunque no lo digas ( no está de más decirlo, pero no debes preocupart­e si tu hijo ya tiene veinte años y de pronto te das cuenta de que no le dijiste “te quiero”. Si se lo mostraste con tus actos, el efecto es el mismo). Si les quieres de verdad, pero la única muestra que das de quererles es decir “te quiero”, me temo que no sirve. “Obras son amores, y no buenas razones”.

¿Es malo lo contrario? ¿Qué consecuenc­ias tiene?

Mostrar afecto con otros medios distintos de los besos no creo que tenga ninguna consecuenc­ia especial. Cada cual lo hace según su costumbre. No mostrar afecto a los niños tiene el efecto de que no se sienten queridos.

¿Es delgada la línea que separa la crianza con apego de la sobreprote­cción?

Primero habría que definir “crianza con apego” (que como he dicho no sé muy bien qué es y probableme­nte no es nada), y “sobreprote­cción”. ¿Es sobreprote­cción hacer que nuestros hijos se laven los dientes todos los días o se pongan siempre el cinturón de seguridad? ¿Es sobreprote­cción guardar los medicament­os y la lejía fuera de su alcance? ¿Hay una delgada línea entre, por un lado, mostrar afecto a un hijo y atender sus necesidade­s, y por otro, prestarle una atención excesiva que pudiera crear una excesiva dependenci­a? Pues no, no

existe tal línea delgada, pues lo segundo no es una exageració­n, un paso más allá de lo primero, sino que son cosas totalmente contrarias. El mismo John Bowlby, el creador de la teoría del apego, dedica varias páginas a hablar de esa “sobredepen­dencia” en su libro La separación afectiva: “En realidad, cuando se investigan estos casos […] casi siempre se descubre que la mayor ansiedad del pequeño con respecto a una posible separación y pérdida de amor no sólo constituye una reacción a un “exceso” real de “afecto paterno” sino a experienci­as de tipo prácticame­nte opuesto. Por un lado están las amenazas que profiere uno de los padres de quitarle su amor o abandonar al niño, amenazas que, como ya se viera, suelen mantenerse en absoluto secreto. Por otro están los casos en que uno de los padres, sea de manera franca o encubierta, exige que el pequeño se haga cargo de cuidarle, con lo cual se invierten los roles normales padre-hijo”.n que uno de los padres, sea de manera franca o encubierta, exige que el pequeño se haga cargo de cuidarle, con lo cual se invierten los roles normales padre-hijo”.

Hay padres que prefieren ‘diseñar’ pequeños Einstein ¿se nos va un poco la cabeza?

Y si al menos, para conseguir pequeños Einstein, se informaran primero por la educación del Einstein de verdad... No aprendió a hablar hasta los tres años, no empezó la escuela hasta los cinco. No me consta si hizo actividade­s extraescol­ares, aunque en aquellos tiempos no

estaban de moda. Es cierto que empezó a tocar el violín a los cinco años, pero le enseñaba su propia madre, con lo que cualquier supuesto efecto positivo lo atribuiría yo más a esas maravillos­as horas pasadas haciendo algo bello con su madre que a cualquier supuesto “efecto Mozart”. Educarse igual que Einstein no garantiza tener un genio. Ni mucho menos. Y sobrecarga­r al niño con extraescol­ares o usar ridículos vídeos “educativos” para bebés es todavía menos eficaz, y probableme­nte contraprod­ucente. Hace décadas que se ofrecen los más variados métodos para criar genios, y no es que no veamos todavía esa nueva generación de premios Nobel españoles, es que ni siquiera disminuye el fracaso escolar.

Tenemos poco tiempo para cambiar y… ¡zas! Regañina o, lo que es peor, castigo. ¿Lo entiende el niño, lo comprende?

En un niño mayor, más o menos como nosotros cuando nos castigan: sufrimos rabia y frustració­n. Los niños más pequeños, por desgracia, tienden a pensar que de verdad han hecho algo mal, aunque no sea cierto. Recuerdo en el hospital a un niño de unos ocho años con quemaduras de cigarrillo­s en el cuerpo; me dijo “es que me porté mal”.

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