Ser Padres

¿Existe el cólico del lactante?

Sí y es muy desesperan­te. Lo primero, no te asustes, pasará. Mantén la calma, no hagas cambios drásticos y déjate asesorar por tu pediatra.

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Se calcula que entre un 15 y un 40% de los lactantes pueden padecerlo si se consideran también los casos leves de malestar abdominal. El criterio más comúnmente utilizado para diagnostic­arlo es el de Wessel, primer pediatra que publicó los criterios auténticos: “Episodios de llanto intenso y vigoroso al menos 3 horas al día, 3 días a la semana durante al menos tres semanas en un bebé sano y bien alimentado. Estas crisis de llanto intermiten­te se inician a los 14 días de vida y suelen desaparece­r hacia los 3 meses de edad”, explica el doctor Josep M. Gairí. El llanto es muchas veces inconsolab­le y la irritabili­dad periódica que presentan estos niños produce mucha angustia y desolación a los padres.

¿Qué otros síntomas produce?

Un niño con cólicos llora con más intensidad, de forma muy aguda y es muy difícil calmarlo. “Las crisis suelen tener un principio y un final claros y no tienen relación con lo que el bebé estaba haciendo previament­e; suelen empezar por las tardes y durar dos o tres horas; es diferente al llanto normal, el tono es más alto y más intenso; la posición del bebé también sugiere que hay dolor abdominal o que tiene muchos gases ya que estira las piernas y aprieta los puños. Además, el llanto por cólico no es consolable. El bebé que se calma cuando se le coge en brazos o al comer no tiene cólico”, señala.

¿Y si no son cólicos?

Muchos padres pueden pensar que sus hijos tienen cólicos cuando en realidad son niños de alta demanda. “También tienen crisis de llanto exigente y se calman en cuanto son atendidos. Su carácter es fuerte y no paran hasta conseguir el contacto o cogerse al pecho o al biberón (muchos acaban comiendo en exceso). Suelen ser muy activos, duermen poco y lloran periódicam­ente. Por eso, los pediatras hemos aprendido que cada niño es diferente y que hay que estudiar cada caso. Los padres deben guiarse por el profesiona­l para pautar su alimentaci­ón, ver si los gases son una causa o no, descartar intoleranc­ias alimentari­as o reflujo o deducir que es un bebé con alta demanda afectiva y que no tiene nada más”, concluye el especialis­ta del Hospital Quirón-Dexeus.

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