Educación

Las pequeñas fases de egoísmo de los niños pueden –y deben– ser pasajeras. El altruismo y la generosidad de los padres es esencial para que aprendan. Algunos cuentos también ayudan.

El valor de compartir.

Que los niños son egoístas por naturaleza parece un axioma con el que los padres deben lidiar desde edades bien tempranas. Si bien todo parece indicar que es cierto, esta afirmación no tiene una base científica sólida. No es menos cierto que aprender a compartir es una de las habilidades sociales más difíciles de adquirir por los más pequeños, más aún cuando observan que es un tema que a los adultos también se les atraganta. “Es mío”, “no lo toques”, “dámelo”, “no te lo dejo”… Todos los días, estas frases viscerales que les salen de las tripas de los niños reflejan algo natural que con la maduración y comprensión también se puede ir modelando.

Diálogo y calma

“La mejor fórmula para que los niños aprendan a compartir –explica Jesús Niño, psicólogo, orientador y educador de padres– es imitar los gestos y conductas de sus padres, que tienen que mostrarse generosos y altruistas”. Todo esto, además, “debe ir apoyado de un diálogo, para que ellos entiendan que compartir es una virtud que, con normas y límites, nosotros defendemos”.

A partir de los tres años, explica, “un niño puede diferenciar el mío del tuyo”. Entiende que el bolso es de mamá, el abrigo de papá, el balón suyo, la muñeca de su hermana y la televisión de todos. “Pero lo que le cuesta entender es que algo que coge y le gusta no sea suyo a partir del primer contacto con el objeto”, como puede ser algo que se encuentran por la calle. “De igual modo, no llega a entender por qué si le quita algo a otro niño, y se lo gana con la fuerza, no pasa automáticamente a ser suyo”. Pero en estos casos “la mejor técnica es explicarles con serenidad estas diferencias, por qué se está equivocando y conminarle a no repetirlo más. No hay que cejar en el empeño, porque el egoísmo les aísla y ellos buscarán la integración”, concluye el psicólogo.