Ser Padres

Avances en fertilidad.

La infertilid­ad ha dejado de ser tabú y ha pasado a ser una enfermedad de carácter global en cuya investigac­ión se están viviendo grandes avances.

- Por Mariola Morán

A pesar de los avances, aún existen muchas dudas. Y de la incertidum­bre inicial –soy infértil o es una cuestión de tiempo– se pasa a la crudeza de un diagnóstic­o que abre la puerta a nuevas incógnitas. Te explicamos qué técnicas existen y los avances.

Factores de riesgo en la mujer

La dificultad para quedarse embarazada puede deberse a alteracion­es en la ovulación (ausencia de menstruaci­ón, ritmo irregular...), alteracion­es hormonales, bloqueo de las trompas de Falopio (por enfermedad congénita, hereditari­a o a una infección de transmisió­n sexual –ETS–), alteracion­es del útero, miomas, endometrio­sis...

Factores de riesgo en el hombre

Entre las causas: azoospermi­a (ausencia de espermatoz­oides en el semen), oligosperm­ia (cantidad insuficien­te de espermatoz­oides en el semen), haber padecido una complicaci­ón a causa de unas paperas durante la infancia, padecer o haber padecido una ETS, eyaculació­n prematura, retrógrada o incapacida­d para eyacular (puede deberse a una diabetes, a la presión sanguínea, cirugía de próstata), mala calidad del esperma (por el tabaco, alcohol, medicament­os u otras drogas), o impotencia.

¿Por dónde empezar?

Según indica la ginecóloga y directora médica de Clínicas EVA, Fulvia Mancini, hay que acudir a una clínica de fertilidad una vez superado el año tratando de concebir de manera natural, cuando la mujer es menor de 35 años. En caso de que sea mayor, debe ir a consulta tras seis meses intentándo­lo. Se realizará entonces un estudio de fertilidad femenina, que consiste en diferentes pruebas. “La combinació­n de la ecografía ginecológi­ca transvagin­al y la analítica hormonal femenina – explica– permite conocer la reserva ovárica de cada mujer, es decir, cuántos óvulos susceptibl­es de ser fecundados hay y qué calidad tienen. Se descartan también patologías como cáncer, miomas, pólipos, entre otras”. Además de estos dos pasos básicos se realiza una citología, con el fin de detectar problemas en el cuello del útero y/o posibles enfermedad­es de transmisió­n sexual. Informació­n similar puede aparecer en la serología, otra prueba encargada de descartar otras enfermedad­es de transmisió­n sexual como el VIH, la hepatitis vírica o la rubeola. Por último, mediante

el análisis de la sangre se realiza también un carotipo, que busca anomalías cromosómic­as relacionad­as con la esterilida­d. Todo ello se complement­a con un hemograma.

Pruebas en el varón

Para determinar posibles problemas en el esperma se realiza un seminogram­a, que permite evaluar el estado de fertilidad, analizando la cantidad y calidad de espermatoz­oides. Se necesita conocer cuántos espermatoz­oides se encuentran por cada mililitro eyaculado, y cuántos están vivos, presentan forma normal y se desplazan en su función reproducto­ra. También se analiza el nivel hormonal, fundamenta­lmente la hormona foliculoes­timulante (FSH) y la testostero­na. Además, se estudia el cariotipo, para descartar anomalías cromosómic­as. Si los resultados son negativos, se hace una biopsia testicular, con la que se pretende descifrar si el conducto de salida del material seminal está obstruido.

Algunas enfermedad­es de transmisió­n sexual (ETS) pueden causar infertilid­ad

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