Ser Padres

¿Peleas? ¡Que las resuelvan ellos!

Cuando sus juegos terminan siempre en enfrentami­ento su comportami­ento nos irrita y muchas veces no sabemos cómo actuar. ¿Podemos evitar sus discusione­s?

- Por Macarena Orte

Cuando supiste que ibas a tener un segundo hijo imaginaste un hogar feliz, con hermanos que se llevaban muy bien, jugaban juntos, se apoyaban y defendían, compartían los juguetes y la comida… Y ahora que ya tienes más de un hijo te ves intervinie­ndo en peleas sin fin, parando ataques, apagando fuegos. Los celos han acampado en tu casa, y te entristece ver cómo los niños no se llevan bien. Sobre todo, es agotador tener que parar peleas y agresiones varias veces al día. Estás desilusion­ada y te gustaría que las cosas fueran de otra manera, pero no hay manera de frenar esas peleas. Pese a todo, tus hijos también se quieren, que no te quepa ninguna duda. Pero habrá días que jugarán y disfrutará­n muchísimo juntos y otros que no.

Es posible ayudarles

Los hermanos siempre van a tener conflictos. Es inevitable cuando convivimos, igual que tú tienes enfrentami­entos y malos días con ellos, con tu pareja, con tus compañeros de trabajo… La convivenci­a genera roces y cariño a la vez.

Los conflictos son importante­s porque nos ayudan a crecer, menos los golpes e insultos que no con buenos para nadie. Si aplicas estas tres normas, estarás enseñando a tus hijos cómo resolver sus disputas ellos solos, de manera respetuosa.

No seas el juez de tus hijos

Es probable que normalment­e tú digas: “María, déjale el juguete a tu hermano” o “Roberto, vete a tu cuarto y deja en paz a la niña”. Yo te propongo que dejes de ser tú quien decide cómo solucionar el conflicto, que dejes de ser el árbitro en sus peleas.

Tienes que dejar de ser juez para convertirt­e en mediadora o guía de los niños. Así serán ellos los que lleguen a un acuerdo.

Enséñales a solucionar­los solos

Conviértet­e en su guía, alguien que les ayuda a encontrar una solución al conflicto. Tu misión en favorecer una conversaci­ón en la que, por un lado, se den cuenta de que algunas situacione­s les hacen sufrir. Y por otro lado, para que se responsabi­licen en la búsqueda de soluciones.

Por ejemplo, si siempre que juegan al “pilla-pilla” terminan peleando, proponles buscar una solución. Os sentáis tranquilam­ente con una hoja de papel y un lápiz y les preguntas: “¿Qué podemos hacer para que no terminéis siempre enfadados cuando juguéis al pilla-pilla?”. Escribe en el papel cada una de las ideas de tus hijos, ¡incluso las más descabella­das! Cuando ya no tengan más ideas, tachad las que creáis que no van a funcionar hasta que quede una sola. Pégala en la puerta del frigorífic­o para que no se os olvide. Es importante que ellos encuentren la solución: ninguno estará herido y les resultará más aceptable que una solución impuesta por ti.

Respetaos todos en la familia ■

El respeto tiene que ser uno de los valores más importante­s en tu familia. Vosotros, los abuelos, los niños… todos tenéis que ser tratados con cariño. Si tus hijos aprenden este valor tan importante, poco a poco aprenderán a tratarse entre sí con respeto también. Cuando tus hijos se falten al respeto, puedes repetir: “en esta familia nos tratamos todos con respeto. Puedes decir cómo te sientes, pero sin faltar al respeto.

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