Las primeras salidas sin el bebé.
Llegó el momento: bien sea por decisión propia (“¡qué ganas de cenar a solas con mi chico!”) o por imperativos de otro tipo (“tengo que empezar a hacer entrevistas de trabajo”, “si no vuelvo al gimnasio me anulan la matrícula”, “necesito comprarme ropa in
Por un lado estamos deseando disponer de nuevo en exclusiva de nuestro cuerpo y mente (aunque sea solamente un rato) pero por otro hay una zona de nuestro cerebro (la que se activó cuando vimos por primera vez la carita de nuestro hijo) que se resiste a apagarse y nos recuerda que no se puede dejar de ser madre. Es algo así como saltarse una clase en el instituto: te sientes libre y lo necesitabas, pero algo dentro de ti no deja de recordarte que no estás donde tendrías que estar.
Mamá siempre vuelve
La ansiedad que sentimos al separarnos es el mejor indicador de que hay un vínculo sólido con el bebé. Las madres experimentamos una intensa sensación de falta cuando tenemos que permanecer separadas de nuestros cachorros, que hace que nos resulte bien difícil disfrutar de cualquier cosa que nos propongamos lejos de ellos. “Todo era perfecto esa noche (el restaurante, la cena...), pero yo no podía dejar de pensar qué estaría haciendo Sonia a cada segundo. Para más inri, a la hora a la que habitualmente me meto con ella en la cama para darle el pecho y dormirla, me entró un sueño terrible. Adoro a mi marido, pero me di cuenta de que no era tan fácil estar lejos ni de ella ni de sus rutinas”, confiesa Ana, madre de una pequeñina de cuatro meses.
Sin embargo, si contamos con el hecho de que lo natural es sentirse un poco mal cuando no estamos juntos y que ambos, mamá y bebé, podemos recuperar el tiempo perdido con renovados mimos, podremos permitirnos algún escarceo.
A medida que van pasando los meses y el vínculo entre madre e hijo se afianza, no pasa nada por ausentarse un ratito para, por ejemplo, salir de compras con una amiga o hacer la declaración de la renta. Es más, en esas pequeñas idas y venidas se esconden también muchos mensajes positivos y muchas oportunidades para terminar de formalizar nuestro amor. Nuestro hijo aprenderá que «mamá siempre vuelve» a fuerza, claro está, de volver siempre.
¿Y cuánto tiempo puedo faltar?
Dependerá de cada madre y de cada hijo. Se trata de tolerar, no de sufrir. Y aquí hablan tanto los bebés como nosotras. ¿El bebé no ha dejado de llorar mientras estábamos fuera? Quizá aún es pronto para ausentarnos. ¿Hemos ido al
cine pero a mitad de película nos sube la leche, no dejamos de mandarle mensajes a la canguro y no sabemos de qué va la historia? Lo mejor será esperar unos meses para volver a intentarlo.
Serán felices solo si tú lo eres
Durante los primeros dos años, lo ideal es que los niños pasen la mayor parte del tiempo posible con sus padres. Sin embargo, lo ideal también es que los padres dispongan de un mínimo espacio para sus propias necesidades. Así podrán estar en las mejores condiciones (físicas y mentales) para atender las necesidades de sus hijos. Si habéis viajado en avión alguna vez, habréis escuchado las instrucciones de seguridad en caso de emergencia. El mensaje es bien clarito: «Primero se pone usted la mascarilla o el chaleco salvavidas e, inmediatamente después, se ocupa de atender a los pequeños». ¿Acaso interesa más poner antes a salvo a los adultos que a los niños? No, lo que sucede es que ellos no podrán estar a salvo hasta que los adultos a su cargo lo estén.
Estas indicaciones se puede extrapolar a casi toda la maternidad: cuanto mejor esté la madre, mejor estará el hijo. Por eso resulta tan importante desterrar el sentimiento de que hacer algo por una misma es egoísta. Es justo al contrario: una mamá relajada, con ropa de su talla y el pelo limpio, es una mamá disponible para su hijo... porque se siente bien.
Siempre que a ti te apetezca
Pero ojo, no debemos confundir nuestras necesidades con las de los demás. ¿Que estamos deseando ausentarnos un ratito para dar un paseo y charlar con una amiga de lo divino y lo humano? ¡Adelante! Nuestros bebés nos echarán de menos ese ratito y nosotras a ellos, pero no va a ser grave.
Si, por el contrario, nos forzamos a quedar con esa amiga porque, pese a no tener ninguna gana, todo el mundo nos dice que «ya es hora de que vayas saliendo sin tu hijo, necesitas oxigenarte», no solo no disfrutamos de ese café, sino que no dejamos de pensar en nuestro pequeño y, de paso, de sentirnos culpables por no llevar las cosas de otra manera... ¡Error!
Las primeras separaciones deben ser fruto de un deseo íntimo de cada mujer, porque piensa que ha llegado el momento y que ambos, madre e hijo, están preparados para ello.
Si una madre no se siente preparada para separarse de su bebé, puede y debe defender su postura con igual tranquilidad: se trata de vivir la maternidad sin angustias ni falsas obligaciones... ni en un sentido, ni en el otro.