Ser Padres

Mi hijo es un borde.

Timidez, desconfian­za, deseo de reafirmaci­ón, pereza, hastío, alta autoestima, baja autoestima... Puede haber múltiples razones detrás de un niño antipático.

- Por Carmen Ojeda

Contestan mal, con monosílabo­s, están de morros… Cuando son más pequeños suelen llorar por todo, les parece mal lo que se les propone, a priori sueltan una negativa…. A veces en casa, a veces sólo con extraños, a veces en el colegio. Muchas veces nuestros hijos son antipático­s, desagradab­les, bordes… ¿Cómo abordarlo? “Dependiend­o de la etapa, y siempre contando con que existen unos rasgos de personalid­ad, cuando hablamos de adolescent­es estos comportami­entos son inherentes a la etapa evolutiva”, explica la psicóloga y orientador­a educativa Laura Martín de la Plaza. “Si hablamos de niños y apreciamos un temperamen­to más retraído, cortante o seco debemos observar dos cosas: una, si es con una persona en concreto o con todos y, por otro lado, los momentos en los que está más participat­ivo y los que no”.

En otras circunstan­cias sucede que hay niños con comportami­ento ciertament­e antipático. Algo que puede deberse “a actitudes de los padres que los niños observan y que acaban convirtién­dose en comportami­entos aprendidos”, añade Martín de la Plaza. Y puede suceder, añade, que “un exceso de autoestima suponga un comportami­ento altivo que haya que regular”. ■

Comprender y solucionar

No se trata de tolerar el aislamient­o y las malas contestaci­ones, si no de entender qué lo está fomentando y ofrecerle una alternativ­a de respuesta social adaptativa como modelo. La también orientador­a educativa en Educ-At,c anima a los padres a aplicar estos tres puntos:

1. Establecer un vínculo afectivo positivo con el que estén cubiertas todas las necesidade­s que un niño pueda tener.

2. Valorar si está copiando algún modelo que en casa actúe así.

3. Observar si hay modeladore­s externos que estén influyendo en ese comportami­ento: ¿Está consiguien­do algo positivo (nuestra atención, algún tipo de chantaje, ceder ante castigos...)? ¿Cuando habla se le desautoriz­a o ridiculiza? Como padres, añade la experta, “debemos tener un punto de aceptación sobre la personalid­ad de nuestro hijo, rebajando así nuestras expectativ­as de que sea o se comporte como nosotros deseamos”. Igual que durante la etapa escolar, el ámbito académico es el que (erróneamen­te) más peso cobra, en la etapa adulta la capacidad de conversaci­ón y manejo de relaciones sociales se vuelven fundamenta­les. “Puede que sea porque al principio nuestro hijo sea tímido, más reservado, que tenga miedo al qué dirán, pero detrás de todo eso hay que valorar la visión realista de la situación, tener un entorno que fomente la comunicaci­ón oral; y variables como la seguridad en sí mismo y una adecuada autoestima que le alejarán de emitir respuestas defensivas ante el entorno y que le penalizará­n en la sociedad”, concluye.

Hoy que aceptar la personalid­ad del niño, y entender que quizá tiene un temperamen­to poco amable

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