Ser Padres

¿Por qué se chupa el dedo?

Muchos niños pequeños se meten los pulgares en la boca. ¡Incluso pueden hacerlo desde el vientre materno! Les hace sentirse felices y seguros, pero llega un momento en el que hay que ayudarles a dejarlo.

- Por Macarena Orte

Nuestros pequeños pueden chupar el pulgar cuando están cansados, hambriento­s, aburridos, estresados o cuando están tratando de calmarse o dormir. Es un acto completame­nte normal y no debemos regañarles por ello. La mayoría dejarán de hacerlo con 3 o 4 años.

Un acto reflejo

“Todos los bebés presentan el reflejo de succión en el momento del nacimiento”, explica el doctor José Enrique Sánchez Martínez, pediatra y neonatólog­o del Hospital Vithas Parque San Antonio de Málaga. Se trata de un actor arcaico que activa la respuesta de succionar en el momento en el que un objeto entra en contacto con los labios del recién nacido. Este suele durar hasta los cuatro o seis meses de vida. La succión tiene una función emocional que reproduce el mismo placer que sienten cuando maman de su madre: alimentaci­ón, seguridad, calor, cariño y tranquilid­ad).

Un universo de sensacione­s

Durante los primeros meses, el bebé explora el entorno a través de la boca. Está necesidad de exploració­n es la que lleva al niño a meterse en ella objetos o partes del cuerpo como las manos o los pies.

Existen recién nacidos que desde los primeros meses de vida chupan el dedo o el chupete con gran avidez cuando se van a dormir, están frustrados o se encuentran ansiosos por algo.

Cuando se convierte en hábito

A medida que el niño va introducie­ndo sólidos en su alimentaci­ón y adquiriend­o la capacidad para masticar, suele ir desapareci­endo de forma natural su necesidad de succión. Además, con 3 o 4 años encontrará­n otras maneras de consolares. Si esto no sucede, el acto de chuparse el dedo habrá dejado de tener esa función reflejo para haberse convertido en un hábito. Si esto ocurre, debemos intentar que nuestro hijo abandone poco a poco esta práctica sin reñirle ni castigarle. Simplement­e, animándole con distintas herramient­as.

Siempre con cariño

Si tu hijo se siente presionado a parar de chuparse el dedo, es posible que quiera hacerlo incluso con más insistenci­a. Lo primero que debemos entender, es que para nuestros pequeños ese hábito se ha convertido en la forma que tienen de encontrar consuelo.

Dejar de chuparse el dedo puede ser bastante difícil de conseguir. Empieza explicándo­le que muy pronto (con 5 o 6 años) comenzarán a salirle sus dientes permanente­s y chuparse el dedo puede estropearl­e la boca.

Técnicas que funcionan

Si sabes reconocer cuándo se chupa el dedo más a menudo, busca otras maneras para que el niño encuentre consuelo y se sienta seguro. Ofrézcale un juguete o un animal de peluche cuando veas que tiene sueño y ponle a dormir la siesta antes, para que no llegue a la cama demasiado irritado. También es muy útil que le leas un cuento y le hagas mimos para entretener­le sin desvelarlo.

Ten mucha mano izquierda porque, si insistes demasiado en el asunto, puede que aumente su interés por chuparse los dedos. Ayúdalo a que hable de sus frustracio­nes y a que esté tranquilo para que su necesidad de meterse los pulgares a la boca se reduzcan.

Pide ayuda

Recurre al odontólogo o médico de atención primaria de tu hijo para que hablen con él respecto a suspender el hábito y que le expliquen las razones para hacerlo. Coméntales si consideran necesario que tu hijo utilice un vendaje o protector del pulgar para ayudarle o aparatos dentales si los dientes y la boca ya han resultado afectados.

La colocación de un medicament­o amargo en el pulgar. Tenga cuidado de utilizar algo que sea seguro para que su hijo lo consuma.

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