Ser Padres

Educación

Ya es capaz de comprender mucho más de lo que crees, aunque sin los matices de los mayores. Ironías, bromas o dobles sentidos están fuera de su alcance. Por eso hay que vigilar qué se dice delante de ellos.

- Por Carmen Tejedor

Se entera de todo.

Qué hablar y qué no delante de él

Cuenta Luz, la madre de Lucía, de tres años, que cuando la psicóloga del colegio le recomendó que no criticara a los abuelos delante de la niña, ella no sabía a qué se refería. Un par de días después, cuando la llevó a casa de los abuelos y la niña preguntó si podía darles un beso, cayó en la cuenta. «Debió escuchar una conversaci­ón en la que le decía a mi marido que era la última vez que los abuelos le daban caramelos a escondidas. Estaba enfadada y quizá por mi tono Lucía interpretó que los abuelos no eran buenos. Siempre que llega a su casa, corre a darles un beso, pero aquel día no sabía si hacía bien queriéndol­os o tenía que declararle­s la guerra», recuerda.

Situacione­s como esta nos tienen que hacer pensar que el vocabulari­o de los niños de entre dos y tres años suele incluir unas 300 palabras, pero entienden el significad­o de muchas más que no utilizan. Además, su nivel de comprensió­n no les permite captar ironías, entender que no todo lo que decimos lo sentimos realmente o que en un momento de enfado podemos excedernos. De ahí que sea bueno evitar las siguientes situacione­s.

Cuidado con las discusione­s

Suelen ser impulsivas y eso precisamen­te es lo que no nos deja reflexiona­r. En lo posible, lo ideal es dejar las conversaci­ones que prevemos que pueden ser tensas para cuando él no esté en casa o ya esté dormido. Si no lo hacemos, le estaremos lanzando el mensaje de que cuando creamos tener razón, debemos subir la voz y no escuchar a la otra parte. Además, también hay que vigilar el contenido de la discusión. Si por ejemplo discutimos por el reparto de tareas en casa, después no podremos pedirle que no se pelee con su primo cuando toca recoger los juguetes y a ninguno de los dos le apetezca.

Evita hablar mal de los demás

Si contáramos las veces que hacemos un comentario crítico sobre alguien a lo largo del día, nos sorprender­íamos comproband­o que son muchas más de las que creemos. El estrés diario no pone nada fácil que dejemos de quejarnos de quienes nos hacen el día a día más complicado. Pero que nuestro hijo nos escuche tantas críticas no es nada beneficios­o para él, porque entenderá que si mamá o papá lo hacen, es que está bien hablar mal de los demás. Sobre todo hay que tener cuidado cuando las críticas van dirigidas a figuras de autoridad como profesores o cuidadores. Si surge algún desacuerdo con ellos, es mejor hablarlo con la persona implicada que criticarla sin más delante de nuestro hijo. Así el niño le seguirá respetando.

Fuera tacos

La forma de aprender más sencilla y directa es la imitación. Por eso hay que procurar no decir palabras que no nos gustaría que nuestro hijo dijera. Algo que no resulta muy complicado cuando estamos relajados, pero que en otras ocasiones parece una tarea imposible. Un truco que puede funcionar es sustituir esas palabras por otras más inofensiva­s.

Políticame­nte correcta

Si queremos que sea un niño y luego un adulto sin prejuicios, hay que evitar cualquier comentario machista, racista u homófobo, aunque sea en tono de broma.

Adiós a los comentario­s negativos

Cada vez que decimos frases como «esto es muy difícil para ti», le allanamos el camino para que crea que no vale la pena esforzarse. Por supuesto que habrá cosas que no podrá hacer, pero aliéntale con frases como «Cuando crezcas serás capaz de subir esa montaña».

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