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Pocos nombres de patologías son a la vez tan sencillos y tan descriptivos como el de la enfermedad boca-mano-pie, una dolencia que, como su propio nombre indica, se caracteriza por la presencia de lesiones en esos tres puntos.
Manchas en la piel. ¿Qué hay detrás?
Se trata de pequeñas máculas que, en la boca y alrededor de los labios, se asemejan a llagas diminutas, que más parecen ampollas en sus otras dos localizaciones: los dedos de las manos y de los pies. Es, por lo tanto, una enfermedad muy reconocible, que los pediatras ven en su consulta a menudo, aunque muy lejos de otras más comunes, como la varicela. El nombre científico de estas lesiones es exantema, por lo que la enfermedad boca-mano-pie se considera una patología exantemática. El responsable, como suele suceder, es un virus, en concreto, el Coxsackie A16, un miembro de la familia de los enterovirus.
Este microorganismo se transmite por vía fecal-oral
Lo que hace que se trate de una patología bastante contagiosa. La buena noticia es que no suele ser grave. Al contrario que otras dolencias, la enfermedad boca-mano-pie es más frecuente en niños pequeños, hasta los seis años de edad y es por lo tanto muy común en las escuelas infantiles. Por esta razón, y por su facilidad de contagio, la higiene es clave para prevenir su transmisión. Aunque el consejo vale casi para todo, es bueno recordar la importancia de lavarse las manos a menudo, tanto los propios niños cuando vienen de estar en contacto con otros (la enfermedad tiene un periodo de incubación en el que las lesiones aún no son visibles) como sus padres, cuidadores y maestros, sobre todo después de cambiar el pañal y antes de manipular y servir la comida. El objetivo es evitar la cadena de contagio.
A pesar de la presencia de lesiones, la infección suele ser muy benigna
Aunque la enfermedad causada por el virus Coxsackie A16 da fiebre, esta es baja. Así, el niño está molesto en un principio, y en unos días harán su aparición las máculas anteriormente descritas. Desde esa primera fiebre baja hasta que terminan de desaparecer las lesiones, algo que suele tardar alrededor de una semana, el niño es contagioso, por lo que es recomendable que no acuda a la escuela infantil o al colegio, a pesar de las dificultades que ello implica para muchas familias.
Según los pediatras, la prevalencia de esta enfermedad no ha aumentado en los últimos tiempos, por lo tanto, no se trata de una dolencia emergente ni mucho menos. De hecho, es una patología de la que se habla poco porque en muchas ocasiones, dada la levedad de los síntomas, los padres ni siquiera llevan a sus hijos al pediatra. Así, se trata de una enfermedad infradeclarada, aunque se ven más casos con la llegada de la primavera, alrededor del mes de marzo. Sin embargo, como es muy contagiosa,
puede dar la sensación de cursar en brotes, pero no se consideran epidémicos como tal.
Para esta dolencia no hay vacuna
Aunque tampoco se ha buscado, precisamente porque no es una enfermedad grave. Respecto a cuándo llevar al niño al médico, la respuesta es muy parecida a la que se da en otras infecciones víricas. Es el estado general del niño, y no otra cosa, lo que debe dar la voz de alarma a los padres. Deterioro del estado general, nivel de conciencia alterado o que las llagas de la boca hagan difícil comer y beber –por el dolor– y se provoque una deshidratación serían las complicaciones posibles, aunque no son frecuentes. Otros problemas que sí suceden cuando se complican algunas patologías exantemáticas, como en los casos graves de varicela, en la que puede darse una encefalitis, son extremadamente raros en la enfermedad boca-pie-mano. Una complicación que sí puede ser grave, aunque también muy poco habitual en estos casos, es una sobreinfección bacteriana, ya que la piel queda expuesta a la entrada de otros microorganismos. En ese caso, sí sería necesario tratamiento médico con un antibiótico, pero los síntomas serían evidentes para padres y profesionales.
¿En qué consiste el tratamiento?
Lo único que debemos hacer es tratar los síntomas. La oferta de medicamentos es escasa, antiinflamatorios como el paracetamol o el ibuprofeno para aliviar el malestar del niño y en ocasiones algún anestésico local, sobre todo para las lesiones de la boca, si molestan mucho, y siempre asesorados por el pediatra o el farmacéutico.
Lo que sí hay que hacer, que puede ser tarea algo pesada, es tener un cuidado exquisito con la higiene de las lesiones, precisamente para evitar tanto heridas como el riesgo de sobreinfección por otros microorganismos.