Valores
Hay que evitarlas porque los niños se sienten inseguros y angustiados, cuando no, culpables. Los adultos tienen que aprender a demorarlas y a no hablar en clave delante de ellos.
Discusiones de pareja. ¡Que no afecten a tu hijo!
Muchas parejas lo empiezan a hacer delante de su bebé porque “total, no se entera”, pero no pierden la costumbre y esto puede traer problemas, ansiedad, sentimiento de culpa, inseguridad y tristeza en los niños. Los expertos son claros: no debemos discutir delante de los ellos.
Los niños, que son enormemente receptivos a las emociones de sus padres, perciben a la perfección un ambiente tenso o de discordia y eso desestabiliza el ambiente de serenidad y seguridad que necesitan para sentirse bien. Sin embargo, los padres, al ser un modelo a seguir de sus hijos en prácticamente todo tienen que ser capaces de convertir momentos de tensión de la pareja, que muchas veces son inevitables, en un momento que pueda servir de aprendizaje para los niños. Es decir, del modo que los adultos resuelvan sus conflictos, así lo harán los niños, en su infancia, en su juventud y en su vida adulta.
Conflictos, sí
Tener desencuentros, discusiones y enfados más serios es normal en la vida en pareja por preocupaciones, toma de decisiones o el estrés del día a día. Pero lo que realmente daña la estabilidad no solo de los niños, sino de toda la familia, no es la llegada del problema, sino cómo se gestione. “Creo que es importante diferenciar entre conflictos y peleas. Y es bueno que los niños vean que sus padres son capaces de solucionar un desencuentro”. Así de clara es Alicia Sanzo, psicóloga clínica infantil y maestra. “A los niños les da mucha seguridad ver que los conflictos tienen solución porque así sentirán que los suyos -que los tienen a diario con amigos, con hermanos, con sus padres- también tienen arreglo”. Siempre y cuando esto sea coherente con el estilo en que se viva en casa “no creo que sea malo que los niños presencien un desencuentro entre sus padres”, explica la psicóloga. “Pero si el estado de tensión va a ser muy elevado y lo padres saben que el tema va a ir a más, hay que aplazarlo como sea”.
La psicóloga recomienda invitar a los niños a un pensamiento reflexivo a raíz de un desencuentro. “Tenemos miedo de explicarles a los niños lo que nos pasa a los adultos y, al revés, ellos se sienten más seguros si saben qué nos pasa. Así que yo recomiendo que les digamos, sin mentirles y adaptado a su edad, que papá y mamá no estaban de acuerdo y se han enfadado un poco y que uno se ha dado cuenta de que las cosas no eran así, ha pedido perdón y ya se ha olvidado todo”.
El enfoque que demos a este tipo de situaciones va a marcar su capacidad de resolver conflictos. Si ellos aprenden que el conflicto no se evita, sino que se gestiona, utilizarán la he-
rramienta del diálogo, la empatía, la humildad, para intentar resolverlo. “Pero si ve que sus adultos de referencia, sus padres, ante un problema se gritan o dejan de hablarse, acabarán actuando así, con otros niños pero también con nosotros”.
Discusiones, no
Que los niños vean discutir a sus padres les produce una profunda tristeza cuyo recuerdo puede no abandonarles a lo largo de toda su vida. ¿Cuántos adultos no recuerdan un portazo de más, un grito soltado a destiempo entre sus padres, uno de los dos llorando por una pelea no resuelta?
“Los niños no deberían presenciar cualquier tema de desencuentro entre sus padres que a él le genere angustia”, dice Sanzo. A lo mejor los padres piensan que tener una pequeña discusión sobre qué hacer el fin de semana delante de su hijo no tiene la menor importancia, pero él puede sentirse culpable porque observa que están intentando cuadrar las agendas para que él pueda ir a un partido o a una fiesta. Entonces, “hay que parar”. Delante de ellos, añade, “hay que evitar temas que les generen inseguridad como por supuesto asuntos de pareja que le puedan hacer creer que es posible una separación o hablar con sutilezas porque los niños son muy listos y saben que detrás de esos dobles sentidos, hay un problema”.
Otro de los grandes temas es enseñarles a no chillar, “si nosotros nos chillamos”, enseñarles a hacer las paces “si somos incapaces de pedirnos perdón”. Lo que vean los niños de sus padres será la senda por la que se formarán como adultos. “Tienen que ver que somos consecuentes con las normas de respeto y educación hacia el otro”, asegura.
Con todo y con eso, haya habido conflicto o pelea, cuando haya pasado “es bueno tranquilizarles, explicarles que papá y mamá se han enfadado pero que se siguen queriendo, que han hecho las paces, aunque a lo mejor les dure un ratito el disgusto, etcétera”, añade la psicóloga clínica infantil. Además, deben tener claro que un desencuentro o pelea no significa que la familia se va a romper, un miedo muy extendido entre los niños: “quizá es buen momento, cuando todo haya pasado, explicarles que aunque papá y mamá discutan se siguen queriendo mucho”.
Deben tener claro que una pelea entre sus padres no es el fin de la familia