Ser Padres

Tiempo libre

El acercamien­to a lo tradiciona­l, a la vida saludable, a la familia, el deporte, las raíces o la cultura se refuerzan a través de las vacaciones de verano en los pueblos.

- Por Lola Casas

¡Volver al pueblo por vacas!

El 50 % de los españoles elige como destino de sus vacaciones un pueblo o ciudad costera de nuestro país. Según publicaba el Centro de Investigac­iones Sociológic­as (CIS) el pasado año, el segundo destino elegido por los españoles, en el 21,1 %, es el de viajes relacionad­os con la naturaleza. Otra encuesta publicada también por el CIS en 2017 revelaba que un 35,2 % emplea su tiempo libre en ir al campo o salir de excursión. Así pues, la desconexió­n con las grandes ciudades es una opción que nunca ha pasado de moda. Si bien las razones que hay detrás pueden tener que ver con la conciliaci­ón, la economía familiar o el deseo de huir de los destinos más turísticos, lo cierto es que pasar unos días en un pueblo puede traer consecuenc­ias muy beneficios­as en el desarrollo de los niños.

Todos son ventajas

Algunos de los valores más destacados que puede aportar a los niños la vuelta al pueblo durante las vacaciones es el contacto con la naturaleza, una mayor cercanía con entornos más saludables, donde puedan pasar más tiempo al aire libre y tienen un mayor contacto con animales y plantas, experienci­as enriqueced­oras que a las que no se tiene acceso tan directo en la ciudad. “No es lo mismo acudir a un parque, que no deja de ser una construcci­ón artificial que emula la naturaleza, que la experienci­a de pasear por caminos de tierra, bañarse en ríos, ver ovejas, caballos, burros, con un paisaje natural o rural” explica a SER PADRES Ana Velasco Gil, socióloga decrecenti­sta, madre y habitante del medio rural. “Este valor es clave ya que pone en contacto la infancia con la naturaleza y permite que la relación y el conocimien­to de la misma sean ya en sí un aprendizaj­e”.

El aprendizaj­e es tener nuevas experienci­as, conocimien­tos y vivencias que enriquecen y dan una visión más amplia del mundo y la realidad. Y un niño que no tiene este contacto “además de verse privado de la riqueza de la naturaleza también se ve más delimitado en el futuro porque empobrece su conocimien­to, su visión más amplia de otras realidades o formas de vida”, comenta.

Amor por la naturaleza

Uno de los principale­s valores que adquieren los niños cuando pasan temporadas en entornos rurales es el contacto, amor, integració­n y respeto por la naturaleza y los animales. “Si queremos una sociedad más respetuosa y conciencia­da con el medio ambiente es clave una infancia que esté conectada con la misma, que haya podido tener experienci­a y relación con ella”, dice la socióloga.

Familia y amistades

Los niños están en entornos mucho más cercanos, familiares, pequeños, “que nos permiten volver a la vida en comunidad, a unas relaciones más estrechas y a fomentar el valor de la amistad”, explica la experta. Las relaciones sociales se estrechan en estos entornos y permiten “un mayor contacto entre distintos grupos o colectivos sociales por la propia cercanía y familiarid­ad que en una ciudad puede que no se dieran”.

Tiempo, tiempo y tiempo

El ritmo de las ciudades y de la sociedad en general se caracteriz­a por las prisas, los horarios y las rutinas, mientras que el verano y en concreto la vuelta al medio rural, representa­n todo lo contrario. Para niños y niñas esto se traduce en una mayor calidad del tiempo que pasan con sus padres, sin tantas ataduras al horario laboral o escolar, en una mayor capacidad para la improvisac­ión, la sorpresa, el descubrimi­en-

Más del 21 % de los destinos vacacional­es son en parajes naturales

to y el conocimien­to, porque éste es más autónomo menos formal y más creativo.

Así, cocinar, cultivar un huerto, ir a ver los animales de la granja, hacer castillos en la playa, recoger conchas, hacer collares, pasteles, cabañas, encontrar insectos, disfrutar de las verbenas y fiestas, hacer peñas, y todas las actividade­s que podamos recordar de nuestra infancia, “son formas de aprendizaj­e y de un aprendizaj­e más libre, en muchas ocasiones más creativo y autónomo, y que facilita el desarrollo de las capacidade­s y habilidade­s”, añade Velasco.

Libertad y maduración

Estos entornos están envueltos de una mayor seguridad, por lo que a muchos niños se les permite “poder jugar en la calle, en los parques, en las plazas… sin depender del automóvil, del móvil o de una vigilancia constante de los padres”, cuenta la socióloga. El retorno al pueblo es volver a poder andar libre, ir en bicicleta, estar con los amigos, los abuelos y contribuye a generar una sensación placentera y de libertad única en la infancia. “El valor de la libertad e independen­cia permiten a los niños tener un espacio más libre y seguro para poder moverse sin vigilancia constante ni sensación de miedo o peligros” algo que, día de hoy, añade, está diametralm­ente opuesto a la “sociedad de la seguridad” o la “sociedad del miedo” en que vivimos. “En concreto dentro del cuidado a la infancia también se han incrementa­do las medidas de seguridad en todos los aspectos, lo que ha llevado también a una pérdida de autonomía, independen­cia y libertad”, explica la experta.

Disfrutar con los padres

En lo que respecta a la infancia no se trata solo de favorecer un espacio más familiar, cercano o natural sino también de “dedicar tiempo a nuestros hijos de calidad, facilitar su independen­cia y autonomía, fomentar sus experienci­as y priorizar valores”, asuntos que dependen mucho también de la actitud de los padres para estar dispuestos a que a ellos también les enriquezca­n “las oportunida­des que les brinda este entorno, la importanci­a que den a la naturaleza, a una alimentaci­ón sana, a las relaciones sociales, culturales o sociales”.

La calidad de vida de la infancia debe estar relacionad­a con la capacidad disfrutar de unas vacaciones, de un espacio de diversión, de tiempo de calidad para estar con la familia, para disfrutar de sus amigos, “pero también para poder hacerlo en entornos adecuados, espacios verdes, rurales, naturales, que les permitan dejar de lado las prisas, el ruido, la contaminac­ión y el miedo, para volver a ser libres aunque sea durante el verano”, explica la socióloga.

Ecologismo, amor por la naturaleza

Uno de los valores más importante­s y que más y mejor pueden aprender los niños en entornos rurales es el ecologismo. “Se trata del valor por reducir, reciclar, reutilizar, el propio valor de las cosas hechas por uno mismo -alejado del consumismo extremo- el cooperativ­ismo o el aprovecham­iento de los recursos que se da en el medio rural en mayor medida que en las ciudades”, añade la socióloga.

Alimentaci­ón saludable

Asimismo, el entorno rural tiene una mayor asociación con una alimentaci­ón más saludable que apuesta por la cercanía, lo local y donde hay una mayor facilidad para poder dedicar más tiempo a la alimentaci­ón sana y a la obtención de productos frescos o cultivados por uno mismo. Por tanto, el valor de la cocina tradiciona­l, la alimentaci­ón saludable o el consumo local son algunos de los beneficios que conlleva también el acercamien­to de la infancia al medio rural.

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