Frustraciones
Aprender a aceptar los fracasos le enseñará cómo hacer frente a las situaciones difíciles en el futuro y a desarrollar su actitud.
Le ayudan a crecer.
Para los niños la frustración es complicada de asumir porque no siempre saben cómo resolverla. Muchas veces creen que no hay nada que no se pueda hacer y que siempre se sale ganando. Pero según van creciendo se topan con situaciones que les demuestran lo contrario. Es entonces cuando experimentan esa extraña sensación de haber perdido y que no les deja otra opción que “romper”. El origen de esta necesidad puede esconderse en la baja autoestima del niño o en el hecho de estar excesivamente mimado y sobreprotegido. Unos objetivos realistas, adecuados a la edad y la madurez del niño, le enseñarán poco a poco cómo hacer frente al fracaso.
Jugando se puede perder
En su viaje hacia la independencia, el niño pasará por momentos en los que descubrirá que hay cosas que no puede hacer por él mismo. Mientras intenta encajar una pieza en un puzzle verá que los objetos, al igual que sucede con las personas, no se comportan siempre como él quiere. Ayúdalo a mantener la calma y sugiérele a explorar qué es lo que ha fallado. Lo verá como parte del juego.
Sus nuevos amigos le molestan
Los niños son egocéntricos por naturaleza. La infancia es una etapa en la que el niño está acostumbrado a ser el centro de la atención y del cariño de todos. Pero cuando empieza a interactuar con otros niños, muchas veces entran en juego los roles de dominación. El niño puede perder el juguete que más le gusta porque su nuevo amigo lo coge y se echa a llorar. Esto forma parte del proceso de la socialización y los padres deberían intervenir como mediadores para enseñar soluciones pacíficas y justas.
Es mucho y debes elegir
Habéis salido de compras y el pequeño parece que quiere un poco de todo aquello que ha visto en cada tienda que habéis visitado. Aprender a dosificarse es una de esas lecciones que se agradecen toda la vida. Si se les enseña a elegir desde temprano, disfrutarán de las cosas poco a poco y valorarán la calidad por encima de la cantidad. Además sabrá diferenciar entre una necesidad urgente de otra que responde más bien a un deseo o a un capricho.
Espera, estoy ocupado
A la vez que van creciendo aumentan sus ganas de descubrir el mundo y se muestran más activos. Es cuando te querrá contar todo y te va a hacerte participar en su pequeña misión. El problema surge cuando ven que no estás dispuesto a dedicarles tanto de tu tiempo libre porque estás ocupado con otras cosas. Es importante estar, pero también es en este momento cuando empiezan a ser necesarias ciertas dosis de espera. Ya no se puede estar a sus órde-
nes como cuando era más pequeñito, sobre todo si sus demandas no son tan urgentes. Darle a entender que el resto de los miembros de la familia tienen sus propias necesidades y deben satisfacerlas aparte, le ayudará a priorizar sus peticiones.
Cuidado con el ejemplo
Estáis en el coche y hay un tráfico que arruina tus planes para todo el día. A la mínima que alguien se despista en la carretera, empiezas a criticarle o a gritar. Los mayores también tienen muchos motivos para expresar su frustración, pero tienen que cuidar su actitud cuando van acompañados de sus hijos. Y es que nuestros pequeños son unos excelentes observadores que tienden a copiar modelos y aplicarlos a sí mismos con resultados a menudo desastrosos. Y lo más fácil es imitar a una conducta agresiva, porque de lo contrario tendría que hacer un esfuerzo extra de energía para buscar la solución más adecuada. Cuando llega el momento de actuar según lo aprendido, encima los padres les regañan de lo inadecuado de sus formas. Por lo general, los niños sienten la presión de ser evaluados constantemente por un sistema ajeno a su realidad. Entonces cuando orgullosos copian una reacción agresiva, al ser juzgados por ello se sienten poco valorados y que no son capaces de responder a las expectativas familiares. Intenta explicar bien las razones por las que una acción es mala y otra es mejor, analizando el contexto con cariño.
Lo quiero ahora
El mundo se hace cada vez más amplio para los niños y sus ganas de conocerlo les hacen responder ante cualquier estímulo de manera casi inmediata. Y el único modo que conocen para acercarse a su objeto de deseo es tocándolo y en definitiva adquiriéndolo. El momento de ir a comprar algo, muchas veces se convierte en una pesadilla para los padres. Parece que no hay manera de decir que no a la pregunta “¿me lo compras?”, sin que el niño nos monte una escena. En este caso, da igual si se realiza la compra para contentarle, pero antes o después tendrá que aceptar que no todo lo que quiere es suyo o que podemos comprarlo. Una buena técnica es la de tomar nota de aquello que pide en un cuaderno, llamémoslo “de los deseos”. El mensaje que le transmitimos es que hemos tomado nota y lo compraremos cuando sea posible.
Deja que se frustre
Obviamente no te gusta ver a tu pequeño sufrir, pero a veces no hay mejor manera de darle una lección que dejarle vivir la experiencia completa. Permite que llore, patee, grite... en cuanto se le pase la emoción, empezará a razonar él solo y se pondrá a buscar el origen de la situación. Es una buena oportunidad para conocer la manera de pensar de tu hijo. Si además crees que tu pequeño se muestra capacitado para encontrar soluciones adecuadas, anímale a buscar él solo el final de sus frustraciones. La próxima vez estará mejor preparado a enfrentarse a situaciones incómodas y fomentaréis la confianza.