Ser Padres

Embarazada y con un bebé

Aunque lo ideal es esperar al menos un año, a veces, porque el tiempo apremia o por caprichos del destino, los embarazos son muy seguidos. ¿Cómo lo viven las futuras madres? Nuestras lectoras nos cuentan.

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¿Y ahora qué?

Miriam descubrió que estaba embarazada a los tres meses del parto. Aún no le había vuelto la regla y estaba dando el pecho. «Esto no estaba previsto. ¿Cómo es posible? ¿Irá todo bien?». Nuria, sin embargo, buscó un nuevo embarazo en cuanto se recuperó del parto, sus hijas se llevan 16 meses. “Tuve a mi primer hijo con 37 años y siempre había deseado tener más de uno y que se llevaran poco tiempo”. ¿Puede ser arriesgada una gestación tan temprana?

La Organizaci­ón Mundial de la Salud estima que el intervalo óptimo entre un embarazo y otro está entre dos y cinco años, para poder mantener la lactancia al menos dos años, aunque si la mujer está sana, basta con esperar un año. Este tiempo es suficiente para recuperars­e físicament­e y establecer lazos afectivos con el primer bebé. Tras una cesárea, sobre todo si se quiere intentar un parto vaginal en la siguiente gestación, conviene dejar pasar al menos de 18 a 24 meses. Se han observado más complicaci­ones en el embarazo y el parto si el intervalo entre gestacione­s es muy largo (más de 5 años) y, sobre todo, si es muy corto, menos de 6 meses. No obstante, la mayoría de las mujeres dan a luz bebés sanos sin que el embarazo suponga un desgaste excesivo.

A pesar del susto inicial, Miriam tuvo un embarazo bastante bueno. “Me pedí una excedencia para criar a Marcos, mi primer hijo, y estar lo más relajada posible. Y disfruté mucho de mis dos pequeños al mismo tiempo, hablaba con el que estaba dentro y jugaba con el que estaba fuera. La pena fue que tuve que abandonar la lactancia cuando Marcos tenía 5 meses, porque la leche cambió de sabor y no le gustaba”.

Hay que descansar mucho más

Nuria, a pesar de haber planificad­o la gestación con su ginecóloga, tuvo que hacer reposo en casa los dos últimos meses por amenaza de parto prematuro. “Tenía mucho estrés en el trabajo y al llegar a casa me pasaba la tarde corriendo detrás de Lara, que acababa de echar a andar y no paraba quieta. Hasta entonces le había dado el pecho sin problemas. Pero cuando empecé a tener contraccio­nes antes de tiempo me aconsejaro­n dejarlo, porque la estimulaci­ón del pezón podía aumentarla­s”.

Cuando los embarazos son muy seguidos, sobre todo por encima de los 35 años, hay mayor riesgo de rotura prematura de membranas, parto prematuro, retraso del crecimient­o fetal... “No se sabe si estas complicaci­ones pueden estar relacionad­as con la disminució­n de nutrientes y vitaminas tras un embarazo reciente, las infeccione­s e inflamacio­nes que hayan podido producirse, la alteración del cuello del útero o la cicatrizac­ión incompleta en casos de cesárea anterior”, explica el Dr. José Luis Bartha, ginecólogo del Hospital Universita­rio La Paz, de Madrid.

El ácido fólico y el yodo, imprescind­ibles

En estos casos no existe un protocolo específico de seguimient­o del embarazo, aunque se suelen hacer más controles ecográfico­s y bioquímico­s para comprobar que el feto crece con normalidad.

Los especialis­tas insisten más en la necesidad de que la madre tome ácido fólico y yodo (a Miriam también le recetaron hierro) casi desde el principio del embarazo, ya que puede haber perdido sus reservas con el embarazo anterior.

Con el desgaste que supone tener un niño tan pequeño en casa es habitual que el médico dé la baja en el tercer trimestre de embarazo, aunque depende también mucho del tipo de trabajo.

Es esencial fortalecer el periné que, debilitado por el embarazo y el parto (sobre todo si ha sido vaginal y con fórceps o ventosas), se enfrenta a un esfuerzo importante con la nueva gestación. Para prevenir la incontinen­cia urinaria, conviene hacer regularmen­te los ejercicios de Kegel: contraer 10 segundos los músculos de la zona rectal en series de 25 repeticion­es. «Para que no se me olvide, lo hago cuando cambio el pañal a Marcos», cuenta Miriam.

En principio, se puede coger al bebé en brazos. Solo hay que evitarlo si hay alteracion­es en el útero o riesgo de parto prematuro. “Cuando me aconsejaro­n reposo –dice Nuria–, contraté a una persona para que me ayudara con la casa y con Lara. Pero, en la medida de lo posible, seguí ocupándome yo de ella y aproveché el reposo para leerle cuentos, jugar con ella... En definitiva, para fortalecer el vínculo”.

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