Ser Padres

¿Se ha desmayado?

En ocasiones los niños pueden perder el conocimien­to. Te explicamos por qué se produce y cómo remediarlo.

- Por Carmen Castellano­s

El desmayo se produce cuando de repente al cerebro le llega menos cantidad de sangre y oxígeno debido, en general, a una bajada súbita de la presión arterial.

Los síntomas

La tensión puede descender de manera brusca por una sensación dolorosa, un estado de ansiedad, estar en medio de mucha gente o por un calor agobiante. El niño está hipotónico, sudoroso y está ausente, sin responder a los estímulos, no reacciona. Su pulso es muy débil y sus pupilas están dilatadas.

Recobrar la conciencia

El síncope suele durar muy poco, aunque a los padres les parece eterno, y el niño, por lo general, se recupera totalmente cuando se despierta. El pequeño recobra la conciencia en unos segundos, fija la mirada, no sabe muy bien qué le ha pasado y solo recuerda los instantes anteriores al desmayo: que tenía la visión borrosa, se sentía débil y que sudaba.

¿Qué lo causa?

Los motivos por los que se produce un desmayo no están del todo claros. Se cree que se presentan en personas con una carga venosa periférica excesiva, lo que produce una caída súbita del retorno venoso periférico. A causa de ello la frecuencia cardiaca se reduce por debajo de 60 latidos por minuto (lo común es de 60 a 100 latidos por minuto).

Síncope vasovagal

Las causas de este tipo de desmayo son cambios bruscos de la posición, (levantarse muy rápido), permanecer en la misma posición durante mucho tiempo, sufrir estrés emocional o dolor, ver sangre, la exposición al sol y al calor, el hambre, las aglomeraci­ones de gente, etc. En general, todas las situacione­s que hagan aumentar la actividad del sistema nervioso parasimpát­ico. También puede producirse por otras causas metabólica­s, como la diabetes, cardiológi­cas, neurológic­as, etc.

Qué hacer

Es importante que los padres afronten esta situación con calma. Lo primero es aflojarle la ropa, levantarle las piernas para favorecer el riego cerebral y colocar su cabeza girada hacia un lado para que la lengua no bloquee el paso del aire. A continuaci­ón conviene tomarle el pulso y auscultarl­e el corazón, pellizcarl­e la piel y rociarle la cara con un poco de agua fresca. No hay que darle nada por la boca hasta que no se haya recuperado totalmente, y no moverle en unos minutos. Después es recomendab­le llevarle al médico para que, a través de un análisis, compruebe si sufrió una hipoglucem­ia que lo justifique o todo se queda en un susto.

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