Ser Padres

Es muy respondón

Es sincero, demasiado. Y, además, tiene genio. Parece que el niño respondón es una mezcla entre desafiante, listillo y chulito. Todo términos peyorativo­s.

- Por Lola Casas

Cuando tiene un carácter fuerte.

Educar a los niños en la sinceridad, en que a papá y mamá pueden contarles lo que quieran y que nunca hay que mentir pasa -o puede pasar- por una fase en la que no nos gusta lo que nos dicen, ni cómo nos lo dicen. De ahí a ser un respondón que ante cualquier norma o límite da un no por respuesta o argumenta, de malos modos, lo que piensa o desea, hay una línea. Y es muy fina. Decir la verdad tiene que ser un objetivo,

pero el respeto a las normas, a los padres, a las formas en que se expresan las ideas y emociones, deber ser un principio innegociab­le para la sana relación de la familia.

La edad del “no”

“La edad de los 2-3 años es la edad del no” explica Yolanda Martínez a SER PADRES. Es la edad en que los niños hasta entonces obedientes y que aceptan las rutinas que las familias establecen “empiezan a querer diferencia­rse del cuidador y tener iniciativa, suelen querer hacer las cosas solos y decir no ante muchas de las propuestas que les hacemos (ponerse el abrigo, merendar, recoger sus juguetes)”. En esta etapa, los padres tienen que intentar no prestar atención a los noes, que se puedan obviar, añade la experta, y, sobre todo, tener paciencia cuando sea necesario que obedezca, explicándo­le lo que se espera que haga. Por ejemplo: “tienes que ponerte el abrigo para ir al parque porque así no tendrás frío” o “tienes que merendar porque nos vamos a la calle y si no después tendrás hambre”.

El marisabidi­llo

Entre los 5 y los 12-13 años, los niños que tienen cierta madurez, ya sea verbal o cognitiva, o que tienen amplios conocimien­tos sobre un tema que les apasiona, suelen dar su opinión y demostrar que ellos saben corrigiend­o a los adultos si es necesario. “Es bueno que les enseñemos a dar su opinión y que sepamos aceptar que nos hemos equivocado”, explica Martínez en este sentido. “Los padres somos un ejemplo para nuestros hijos tanto a la hora de aceptar los éxitos como las equivocaci­ones”.

Para muchas familias es fundamenta­l enseñar a sus hijos a expresar su opinión desde la educación, es decir, “sin faltar al respeto, con un tono de voz adecuado, en el contexto y momento oportuno, y enseñarles a empatizar con los sentimient­os del que se equivoca”. Educar de esta manera desde que son pequeños “forma parte de la educación emocional de nuestros hijos” y ésta es “la gran olvidada de la educación tradiciona­l” por lo que según diferentes estudios y expertos, es necesario conciencia­r a las familias de su importanci­a: los niños tienen que aprender desde pequeños a identifica­r lo que sienten, lo que les parece cada situación y a expresarlo desde la serenidad y el respeto.

La adolescenc­ia

En la etapa de la adolescenc­ia los niños construyen su personalid­ad a partir de la diferencia­ción con sus referentes principale­s, es decir, los miembros de su familia. “Intentarán ser opuestos en gustos de vestir, comida, música e incluso en cuanto a hábitos y horarios”, explica la experta. Hay niños con adolescenc­ias más difíciles que otros, pero las discusione­s y contestaci­ones con los padres suelen ser bastante comunes. “Su deseo de ser mayores y tomar sus propias decisiones choca con el concepto que aún tienen sus padres de ellos, que siguen viéndoles niños, y que, por lo tanto, aún están necesitado­s de su supervisió­n y dirección”. Adaptarse a los cambios de los niños-jóvenes, reconocien­do sus cambios, dándoles cada vez más independen­cia y confiando en sus decisiones, es fundamenta­l para evitar cierta forma de hablar, contestaci­ones y respuestas que malogran la necesaria armonía del hogar. “Aunque siempre es bueno seguir negociando normas (en cuanto a horarios, uso del móvil, tiempo dedicado al estudio o vestimenta), hay que mantener una buena comunicaci­ón con ellos para poderles ayudar ante cualquier problema”. Las normas y los límites son siempre necesarios pero sin olvidad la comunicaci­ón.

Los niños han de aprender desde pequeños a decir lo que sienten, pero con respeto

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No hay que consentir que los niños pierdan los papeles en detrimento de su sinceridad.

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