Se retrasa, ¿qué puedo hacer?
Estás cansada, incómoda, nerviosa y duermes mal. Estás deseando conocer al bebé y crees que cuanto más tiempo pase, peor. Los días pasan y aún no hay parto... Pero, tranquila, no es señal de que algo vaya mal.
Llegas a la semana 38, a la 39, a la 40. Y nada. 40+2, 40+4, 40+6... ¡A la 41! Y el bebé sigue sin nacer. ¿Qué pasa? El bebé no asoma la cabeza, por mucho que lleve encajado varias semanas. Duermes fatal, al final del día sientes como que te falta el aire, no sabes cómo sentarte, ir al baño es un suplicio, estás de los nervios. No tienes contracciones, no tienes síntomas de parto... Igual sí y no te has dado cuenta... La idea de ponerte de parto en plena calle y que nazca en mitad de la acera porque dure todo diez minutos no para de pasar por tu cabeza. Y la gente, no ayuda: “Vas a explotar”, “¿Pero todavía estás así?”.
Fecha de embarazo
Desde el día de tu última regla, hace ya nueve largos meses, han pasado 39 semanas exactas. Pero, como ya sabes, ése no fue el día en que te quedaste embarazada sino, seguramente, en tus días fértiles, entre el día 11 y 16 de tu ciclo menstrual, si es que no has tenido una ovulación tardía o tienes de vez en cuando con periodos irregulares.
La fecha de inicio de embarazo se calcula conforme al único dato objetivo con que cuentas, que es el de aquel último periodo. Y aunque puedes saber en torno a esos días cuándo tuviste relaciones sexuales, no hay manera de saber el día de concepción, ya que ésta puede haberse producido desde entre las 2 y 72 horas después del coito.
Así que es posible que te hayas quedado embarazada unos días más tarde de lo que entendemos por “días fértiles”, por lo que el retraso de la fecha de parto no es tal. De hecho, se calcula que sólo el 4% de los embarazos se retrasan de forma real y se producen porque los mecanismos que ponen de marcha el parto no se desencadenan de manera natural.
La fecha posible de parto que has marcado en rojo en el calendario hace ya tres estaciones, se calcula conforme a ese único dato que tu ginecólogo y tú tenéis como seguro: desde la última regla, nueve meses más una semana.
A la 42, ni loca
Sabiendo todo esto, el embarazo a término es entre la semana 39 y la 41. Ningún parto que se tenga entre esos días puede considerarse prematuro ni tardío. Por muchas ganas que tengas de ver a tu bebé, 40+6 sigue siendo normal. Pero a partir de la semana 41 es posible que tu ginecólogo quiera verte cada pocos días y no quiera esperar a que tu hijo sea demasia-
do grande. Así que, tranquila, no te dejará pasar de las 42 semanas, ya que a partir de esa fecha, se considera un embarazo post-término y los riesgos durante el parto para la madre y para el niño aumentan. De hecho, solo un 10% de embarazos se prolongan hasta la semana 42 y la causa principal sigue siendo un error en el cálculo de la fecha de embarazo, así que, tranquila.
¿Te puedes ayudar?
Hay numerosos mitos y leyendas sobre técnicas que pueden ayudar a que se desencadene el parto sin mucha base científica. Consulta a tu ginecólogo que puedes hacer. Pero en muchas mujeres -no todas- da resultado algunas prácticas tan viejas como la humanidad:
Caminar: después de un esfuerzo físico la mayoría de embarazadas tienen ligeras contracciones que se hacen cada vez más evidentes a medida que avanza el embarazo. Caminar ayuda a que el bebé se encaje bien en tu pelvis y esa presión sobre el cuello del útero favorece la dilatación. Salvo que el ginecólogo o la matrona te aconsejen lo contrario, pasear nunca debería ser perjudicial para ti ni tu hijo en ningún momento del embarazo, sino todo lo contrario.
Tener relaciones sexuales: aunque sea lo último que te apetezca en el mundo por el calor, la pesadez de piernas, la presión en la pel- vis y que, quizá, no te sientas atractiva, no está de más que sepas, que el orgasmo desencadena unas contracciones uterinas similares a las del parto con lo que puede desencadenarlo y ayudar al cuello del útero a dilatarse. Además, el semen tiene unas sustancias llamadas prostaglandinas que también pueden producir las contracciones. Tanto es así, que cuando hay riesgo de prematuridad el ginecólogo prescribe reposo sexual.
Estimular los pezones: pellizcarlos, morderlos o simplemente tocarlos puede provocar la secreción de oxitocina, que es la hormona que, entre otras cosas, genera las contracciones en el útero durante el parto. De hecho, es una técnica que usaban antiguamente las matronas en los hospitales para acelerar el parto.