Psicología
Algunos profesionales consideran que un control médico excesivo de la gestación resulta contraproducente: es inútil y puede angustiar a la futura mamá.
¿Estrés por las pruebas?
Nos angustia cada visita que hacemos al ginecólogo? ¿Salimos de cada ecografía más inquietas de lo que entramos? ¿Nos pasamos el día buscando huecos o pidiendo permisos para acudir a pruebas relacionadas con el embarazo? El seguimiento de la gestación debería ser fuente de tranquilidad, sin embargo en demasiadas ocasiones se convierte en motivo de ansiedad. Puede ser por la misma naturaleza de las pruebas, porque abusamos y empiezan a gobernar nuestra agenda o porque nos colocan ante informaciones inciertas que no sabemos interpretar. ¿Qué pasa cuando en lugar de ofrecer tranquilidad y seguridad se convierten en el origen de nuestro estrés?
El control excesivo causa ansiedad
El deseo de seguridad durante el embarazo nos lleva a querer medirlo y pesarlo todo. Se asocia vigilancia con bienestar, pero esto no es siempre así e incluso pueden invertirse los términos: el exceso de supervisión puede plantear sus propias complicaciones.
Subirse a la báscula
En nuestro país la consulta con la matrona o el ginecólogo comienza pesando a la mujer embarazada. Es algo que no se hace, por ejemplo, en el Reino Unido. Suele ser una fuente de conflictos para muchas mujeres, que acuden a la cita temiendo una reprimenda en función de los parámetros de quien la atienda. O se pasan la semana obsesionadas con no ganar peso. “Algunos profesionales consideran que no se deben ganar más de 9 kilos, otros piensan que 12, pero los cuerpos no son iguales y hay mujeres para las que es natural ganar 20 kilos durante el embarazo, que pierden en cuanto el bebé nace”, explica la psicóloga perinatal Diana Sánchez (www.dianasanchezsanchez.com).
En España hay hospitales donde ya no pesan a la embarazada, como el Infanta Leonor de Madrid. Porque, en definitiva, ¿engorda menos la mujer que es pesada cada mes? No. Más bien puede ocurrir al revés, si se convierte en fuente de obsesión o ansiedad. “Hay evidencias científicas de que pesar a la embarazada no protege la salud de la madre ni del bebé”, concluye Diana Sánchez.
En muchos países ciertas pruebas, como el control del peso o medir los niveles de azúcar, nunca se realizan por sistema a todas las mujeres sino solo cuando existe una razón médica. ¿Qué podemos hacer? “Recuerde que es libre de rechazar aquellas pruebas que no desee. En este caso, el personal de salud que le atienda le ofrecerá alternativas, si las hubiera”, especifica la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias en su Cartilla de Salud Maternal. “Nadie puede obligarnos a practicarnos una prueba que no que-
remos”, confirma la psicóloga Diana Sánchez. En este caso la responsabilidad es nuestra. Si la embarazada considera innecesaria una prueba y le produce excesivo estrés, puede rechazarla.
Ecografía precoz
El problema de las prisas... No hace tanto tiempo que la mujer confirmaba su gestación casi por casualidad. Ahora se puede saber desde el primer día de la primera falta gracias a los fiables test de la farmacia. Pero se está convirtiendo en costumbre buscar una ecografía que lo confirme. El ginecólogo Emilio Santos Leal recuerda en su artículo Embarazo, pruebas y cuidados del primer trimestre que hacer una ecografía antes de 12ª semana (lo recomendado) puede tener dos efectos negativos. Uno es el estrés derivado de que a veces no se puede confirmar el latido del bebé; la ecografía se ha hecho demasiado pronto y habrá que esperar y repetirla en días o semanas, algo que transforma la alegría de la mujer en ansiedad hasta la siguiente cita. Dos, no se ha demostrado la seguridad total de los ultrasonidos para el feto: “Desde hace pocos años existen indicios en animales de experimentación de que la ecografía podría interferir en la migración neuronal de las células”, afirma este especialista.
¿Qué hacer? A menos que esté indicado por alguna razón, es mejor dejar la primera ecografía para el final del primer trimestre y ahorrarse preocupaciones. El embarazo es un periodo en el que la madre aprende, entre otras cosas, a relajar el ritmo y a tolerar cierto nivel de incertidumbre, algo que será muy útil cuando llegue el bebé. Es interesante dejar de centrar la atención en las pruebas para situarla en las sensaciones y emociones.
En el Reino Unido ya no pesan a la futura mamá, consideran que por el hecho de hacerlo cada mes no va a engordar más o menos
“Voy por lo público y por lo privado”
La gestación puede convertirse, si la mujer quiere, en el momento con más visitas médicas de su historia. Y la mayoría de las veces porque así lo decide: se siente más segura duplicando los controles (“voy por lo público y por lo privado”) o realizando pruebas extra, y eso puede llevarla a correr de un lugar a otro continuamente. Además, los seguros privados suelen realizar bastantes más pruebas que la sanidad pública. ¿De verdad estamos más seguras así? Como hemos visto, puede ocurrir incluso lo contrario, que más exámenes supongan un mayor riesgo. La ecografía debe utilizarse cuando sea necesaria. Aisladamente parece demostrada su seguridad, pero existe controversia sobre los efectos que puede tener para el futuro bebé la exposición repetida a ultrasonidos. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con los tactos vaginales durante el embarazo. Pruebas, las justas.
Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda reducir el uso de las ecografías a las que tengan indicación médica o a una durante la gestación, como se recuerda en la web de El Parto es Nuestro. En la sanidad pública española se recomiendan dos o tres ecografías, como mucho una por trimestre, a menos que existan causas que indiquen otras medidas.
¿Qué podemos hacer? Si estamos hartas de correr de cita en cita podemos plantearnos realizar solo las pruebas y ecografías recomendadas por las sociedades profesionales con finalidad médica, que no son tantas.
“Mejor no me lo cuentes”
En general saber es mucho mejor que no saber, por supuesto, pero todo depende de qué información llega y de qué manera.
Complicaciones que podrían ocurrir
Hay cosas que no conviene oír. Da fe de ello Gloria, que cuando acudió a hacerse la ecografía de las 20ª semana tuvo que firmar un documento que especificaba decenas de enfermedades que la prueba no descartaba. “Cuando me di cuenta de lo que era intenté firmar la hoja sin leerla, pero me dijeron que era obligatorio que la leyera ¡y con atención!”, comenta esta madre que entró a la ecografía derrotada y pasó semanas con pesadillas sobre lo que había leído en el papel.
“El cerebro no entiende de porcentajes, y le basta escuchar el nombre de una enfermedad, aunque suponga una posibilidad entre un millón, para preocuparse”, comenta la psicóloga Diana Sánchez. Así que hay cosas que la embarazada tiene derecho a no escuchar o no leer.
Datos alarmistas sin confirmar
Es muy importante la forma en que determinadas informaciones nos llegan, y que la información sea completa y no parcial.
Lo cuenta muy bien la bloguera lectoraprofeymadre, que cuando acudió a la ecografía de la semana 20ª tuvo que escuchar, como si tal cosa, que les llamarían para otra ecografía. “El bebé tiene unos quistes en el plexo coroideo, en el cerebro, y el estómago vacío, y tenemos que volver a observarlo”, les dijeron. “Nos dejó paralizados”, cuenta esta futura madre. Y lo peor es que ninguna de sus preguntas posteriores (qué significaban esos quistes, si eran señal de alarma, si algo podía ir mal) tuvo respuesta. Lo mínimo que se merece una persona a la que se está explorando es que se le dé información, siempre, pero especialmente en el caso de que la reclame.