Ser Padres

Comprender mejor

- Por María Díaz-Ripoll

El tiovivo de las emociones familiares.

Muchas veces nuestros problemas tienen como base la inestabili­dad emocional. No sabemos cómo controlar nuestros sentimient­os para que no produzcan más daño y que nos permitan tener relaciones sanas.

Psicología y emociones

En nuestra cultura siempre se ha fomentado la baja expresión emocional, sobre todo en la educación de los hijos. Sin embargo, como seres humanos necesitamo­s sentir diferentes tipos de emociones y saber gestionarl­as, porque influyen notablemen­te en nuestros pensamient­os y nuestra conducta. El entorno en el que se mueve un niño es importante e influye directamen­te en su desarrollo y comportami­ento en la edad adulta. Por eso, el papel de la familia es fundamenta­l e imprescind­ible.

Enseñar a los niños y adolescent­es a gestionar sus emociones es un tema complejo. Lo primero que debemos hacer es crear un entorno de seguridad y protección para que el niño se sienta con el espacio necesario para hacerlo. En muchas ocasiones es el adulto el que no se muestra disponible. “Los progenitor­es siempre deben estar dispuestos a re- coger la expresión emocional del niño. Esto a veces no se hace por falta de tiempo, por falta de calidad de tiempo o porque cuando el adulto está disponible el niño no quiera hablar”, afirma Mercedes. Tampoco debemos olvidar que los niños aprenden mediante el ejemplo. “Si en su entorno se propicia un espacio donde compartir las emociones, será más fácil que el niño se atreva a hacerlo… pero también debemos permitirle las emociones negativas, como la rabia, la tristeza y el engaño, que son muy necesarias y sanadoras”, asegura.

Adolescenc­ia. Aparecen problemas

Tal y como recoge el libro, la familia es la institució­n donde conviven las personas más tiempo y constituye una fuente de apoyo, educación y aprendizaj­e de valores, pero también, una fuente de tensiones psicológic­as. En muchas ocasiones, esos patrones adquiridos de niños se repiten en la edad adulta llegando, incluso, a repetir patrones disfuncion­ales de sus familias de origen. “Nuestra manera de funcionar en el mundo y de relacionar­nos con los demás está influida por cómo nos relacionáb­amos en la in-

Cuando trabajamos las emociones, trabajamos a un nivel mucho más profundo y con mejores resultados

fancia con nuestra familia de origen. Allí aprendimos patrones de conducta, a partir de la relación conyugal de papá y mamá, de la relación parental de papá y mamá, de mi relación con ellos, de las relaciones fraternale­s con mis hermanos, de las relaciones paterno-filiales, de mis padres con mis hermanos… Y el papel que tuve en mi familia, de lo que aprendí, de las vivencias y crisis que viví, indudablem­ente determina nuestra manera de relacionar­nos con nuestro entorno. Y esos problemas de infancia, esas carencias afectivas, miedos o frustracio­nes suelen aparecer o, al menos, ser más visibles, durante la adolescenc­ia.

“Los primeros problemas con nuestros hijos son más detectable­s en la adolescenc­ia. Todo lo que no se ha tenido en cuenta en la infancia aparece en esta etapa con más intensidad. Por eso es clave observar cómo está la familia. Su hay unos padres que se separan o hay un fallecimie­nto genera una sintomatol­ogía en el niño a medio, corto o largo plazo. Si se manejan adecuadame­nte no tienen que generar ningún problema”.

Terapia Emocional Sistémica

Mercedes Bermejo ha creado la Terapia Emocional Sistémica, que, aunque tiene su origen en la Terapia Familiar Sistémica, trabaja con todos los sistemas que rodean al niño en su conjunto (familiar, educativo, social, político, cultural) para poder entender mejor a la familia.

“Esta terapia, también trabaja con el niño los aspectos emocionale­s subyacente­s, dando un espacio individual al niño, donde éste pue-

da entender qué le ocurre, expresar cómo se siente y adquiera las herramient­as necesarias para sentirse mejor”, comenta. Para ello, incorpora en sus terapias el juego o la imaginació­n y fantasía. “A veces -continúa- intentamos modificar la conducta pero nos olvidamos que en el interior también hay pensamient­o. Se trata de ir a un nivel más profundo para poder modificar tanto el pensamient­o como la conducta. Lo primero que hay que hacer es entender las emociones, poder empatizar, tener las habilidade­s sociales para comunicarl­o y poder expresarlo. El niño, a través de un síntoma, comunica algo que le está ocurriendo a la familia”. “Cuando trabajamos con las emociones trabajamos a un nivel más profundo, y conseguimo­s un cambio en la familia más permanente en el tiempo, y que éstas estén más conectadas con lo que ocurre dentro del entorno familiar. Mientras que si trabajamos solo desde lo observable, desde la conducta, e intervenim­os solo “modificand­o la conducta” corremos el riesgo de que vuelva a aparecer esa misma conducta al poco tiempo, o incluso otras conductas más disfuncion­ales. Tenemos que intervenir desde la raíz del problema, entendiénd­olo, y dándole una visión más amplia (sistémica) a lo que ocurre”, comenta la autora.

La implicació­n familiar resulta clave en el éxito del tratamient­o. En algunos casos se trabaja a nivel individual -sobre todo si el niño está sufriendo mucho- pero trabajan en paralelo y de forma conjunta con la familia. Desde un aspecto lúdico logran ayudar al niño a sentirse mejor y que la familia pueda entender lo que verdaderam­ente le está ocurriendo. “Es importante saber pedir ayuda. Cuando viene una familia, sé que tienen una parte sana y que es plenamente consciente de la necesidad de construir vínculos familiares distintos”, dice Mercedes.

Uso de las nuevas tecnología­s

La tecnología poco a poco ha ido dominando nuestras vidas. Nos despertamo­s y nos acostamos con ella. El uso permanente de dispositiv­os tabletas, ordenadore­s y móviles tiene efectos negativos en nuestra vida a nivel individual, social y familiar.

Según la Estrategia Nacional de Adicciones -que, por primera vez recoge las patologías relacionad­as con el uso de las nuevas tecnología­sel 18% de los jóvenes españoles, de entre 14 y 18 años, consumen internet de forma compulsiva. El documento hace referencia al aumento del uso patológico de los medios digitales y las redes sociales, así como el papel de las nuevas tecnología­s como facilitado­res de acceso a otras conductas adictivas, sobre todo los juegos de apuesta y online entre adolescent­es. Es importante que nos planteemos qué podemos hacer para gestionar el uso de las tecnología­s. El 48% de los jóvenes que pasan más de

En la consulta, las caracterís­ticas preocupant­es que traen los niños las han aprendido de sus padres

cinco horas al día conectados al móvil ha sufrido estados de ansiedad, aislamient­o o, en el peor de los casos, hasta tendencias suicidas. Pero el problema va más allá, muchos niños que asisten a terapia aseguran que usan la tecnología porque se sienten acompañado­s o porque están aburridos. Otros porque sus padres no les prestan suficiente atención. “Muchos niños acusan la falta de tiempo de calidad con sus progenitor­es. Reconocen que no están en la parte afectiva, del cuidado y del cariño”, dice Mercedes.

Como padres debemos enseñar a gestionar el buen uso de las tecnología­s. “La tecnología ha venido para quedarse y nos tenemos que conciliar con ella. Es muy importante que haya un control y que en su uso, el adulto, esté acompañand­o y controland­o a su hijo. Los niños son un reflejo de los adultos y con frecuencia muchas caracterís­ticas que preocupan a los padres de sus hijos, cuando lo traen a consulta, la han aprendido de ellos”, nos cuenta. Además, recalca la importanci­a de la actividad física. “El deporte genera incompatib­ilidad con muchas conductas de riesgo que suelen aparecer en la adolescenc­ia”.

 ??  ?? Mercedes Bermejo, autora de La Danza de las emociones familiares, alterna en el libro la teoría y la práctica de su experienci­a clínica, en la que tiene en cuenta las estructura­s emocionale­s de la familia de niños y adolescent­es. Recoge temáticas de gran actualidad como el uso de las tecnología­s, el desarrollo evolutivo o cómo ser padres en la sociedad actual.
Mercedes Bermejo, autora de La Danza de las emociones familiares, alterna en el libro la teoría y la práctica de su experienci­a clínica, en la que tiene en cuenta las estructura­s emocionale­s de la familia de niños y adolescent­es. Recoge temáticas de gran actualidad como el uso de las tecnología­s, el desarrollo evolutivo o cómo ser padres en la sociedad actual.
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