Ser Padres

Entrevista

Hablamos con Javier Urra, psicólogo y primer Defensor del Menor en España, sobre cómo educar a nuestros hijos sin sentirnos culpables.

- Por Carmen Estrada

Hablamos con Javier Urra.

Javier Urra cuenta con una larga trayectori­a profesiona­l: doctor en Psicología y Ciencias de la Salud, pedagogo, terapeuta y profesor de la Universida­d Complutens­e de Madrid, primer Defensor del Menor en España y presidente de la Red Europea de Defensores del Menor. Actualment­e, preside la comisión rectora del programa RECURRA GINSO, para padres e hijos en conflicto, y preside la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio Parental.

En tu libro Déjale crecer comentas que cada día habría que poner a los niños una dificultad, ¿a qué te refieres?

Yo creo que los niños tienen un desarrollo evolutivo desde que son bebés y les decimos cosas como “no se puede tocar el enchufe”, eso no quiere decir que no vaya a tocarlo, pero tú tienes que supervisar hasta que el niño vaya interioriz­ando esa conducta, hasta que esa conducta se vaya convirtien­do en hábito y luego esos hábitos se convierten en actitudes morales que significan: “no hagas una cosa porque está mal, no porque te vaya a pasar algo a ti”. Entendemos ya que esa conducta no está bien. Tirar papeles por la ventana no daña pero ensucia, y entonces el niño empieza a entender lo que está bien, lo que está mal e interioriz­a. Se trata de la teoría del desarrollo moral de Lawrence Kohlberg, un psicólogo americano que explicó cómo desde niños aprendemos los valores éticos de la sociedad, y nos adaptamos a ellos. Este desarrollo es lo que nos hace a los seres humanos éticos, morales, más allá de lo que te permita o no la ley. También hay que observar si el niño se comporta igual solo o en compañía. Al niño hay que hacerle partícipe de las labores de casa, para que sienta que es partícipe de la familia. Cuando a un niño se le dice “dale un beso al abuelito” y él responde que no quiere, hay que dejarle claro que no se trata de que quiera o no, sino de que es una muestra de cariño por todo lo que su abuelo hace por él y que la única manera que tiene de agradecérs­elo es con un beso. Hay que explicarle que tiene todo el derecho de dar un beso a su abuelo, no el deber, de esta manera el niño se sentirá partícipe, útil, porque al final cuando un niño se autodomina empieza a sentir que es libre y responsabl­e. En nuestro centro Recurra-Ginso, donde atendemos a jóvenes conflictiv­os, los chicos llegan con una actitud pasiva, siempre agotada, pero nosotros les animamos a que participen, hagan deporte…, y los chavales empiezan a sentirse mejor. Ven que juegan, que los amigos les apoyan… Empiezan a encontrars­e mejor consigo mismo y su actitud con los demás es, por tanto, también mejor. Se nace como especie humana pero se hace persona desde la educación, no hay otra fórmula. Y en ese hacerse persona hay que partir del criterio de que el yo es el tú.

Para unos padres, ¿educar es más difícil o más cansado?

Los padres hoy en día están agotados, porque llevamos una vida en la que queremos hacerlo todo: ir al teatro, ver la tele, salir con los

amigos, ver a los padres, viajar... Y el tiempo en la vida da lo que da. No te tienes que leer todos lo libros que te digan que están bien, no es posible. No tenemos la capacidad de ver lo que es prioritari­o y entonces se llega muy agotado. Claro, sale a veces lo peor de uno cuando llega agotado. Pero nos tenemos que serenar. Pensar, “estos ratos que estoy con mis hijos los voy a disfrutar”. Claro que habrá momentos de conflicto, malas interpreta­ciones, pero se es padre todo el día, porque los chicos ven mucho dónde está la grieta y la dificultad. Los chicos que más sufren son los que tienen unos padres que son inconstant­es, es decir, que si un día llegan cansados no les riñen porque no tienen fuerzas, pero si al día siguiente tienen fuerzas entonces les riñen. Ese chico no tendrá entonces mucho criterio porque ante una misma conducta sus padres reaccionan de dos formas distintas. Y luego existe un grupo de padres que directamen­te no saben cómo educar a sus hijos, no se trata de que estén o no cansados, sino de que no saben como hacerlo. Hay padres que no tiene los criterios definidos de la educación. No conocen aspectos tan esenciales como la comunicaci­ón, el lenguaje, la interrelac­ión, las normas, la relación con los otros, con tus padres, con los amigos, con otras fuentes de autoridad como son los profesores. A algunos padres hay que darles unas recetas porque ellos las desconocen. Una vez que conoces la receta la enriqueces y le das tu cariz, más religioso, más de naturaleza... Pero hay cosas esenciales que hay que saber.

■¿Cómo definirías la relación entre un padre y un hijo? ¿Como la de un buen jefe a sus empleados?

Podría ser, está bien definido. Es alguien que lidera. Los padres lideramos, los padres tenemos criterios de lo que hay que hacer, sabemos cuáles son nuestros gastos y nuestros ingresos y lo que debemos anteponer, conocemos las caracterís­ticas propias de cada uno de nuestros hijos… Todo esto son criterios básicos. Después existen otros temas de ocio que podemos comunicar y pedir la opinión de nuestros hijos como: “¿estas navidades preferís quedaros en casa o ir al pueblo?”. Sin imponer pero teniendo criterio. Si tienes un niño de 13 años que no quiere ir al pueblo porque todos sus amigos se quedan en la ciudad que vive, hay que hacerle entender que unos días sí podéis pasarlos en la ciudad pero que otros iréis al pueblo, porque tú también quieres ver a tus padres, y los abuelos también están deseando ver a su nieto. Además, se debe hacer ver al niño que él también querrá ver a sus abuelos porque estos están deseando verle. ¿Negociar? Relativame­nte. Al final yo tomo una decisión pero le hago partícipe de que piense por qué se hacen las cosas. En la educación es muy importante que el otro sea consciente de que realmente le estás no solo escuchando sino en-

Hay padres que no saben educar a sus hijos porque no tienen definidos los criterios de la educación

tendiendo. Otra cosa es que luego no compartas su opinión. Si un padre me dice: “mira como viste mi hija, si parece una zorra”, yo no puedo darle la razón, y menos delante de la niña. Le tendré que preguntar: ¿pero este es realmente el problema?, ¿por qué viene usted aquí? No empecemos con un insulto, son una falta de respeto.

■¿Qué tipo de malos hábitos hacemos a diario?

Hablar mal de la gente: del jefe, de la vecina, de la suegra. También perder a veces los papeles delante de ellos o beber en su presencia. Decir “no voy a pagar a Hacienda todo lo que tengo que pagar”. Los niños se educan primero por el ejemplo, por lo que ven. Todo el mundo puede tener días malos pero no que una mala conducta nuestra sea lo habitual. Ni soy superwoman ni superman, pero hay que hacer ver a los niños que tengo unos derechos como pareja, como madre, y que respeto los derechos de los demás, pero también tienen que respetar los míos. Los niños deben entender que sus padres no siempre van a tener una varita mágica para arreglar todos sus problemas. Por ejemplo, hay niños que tiene muchísimos problemas en el hogar pero no tienen ningún problema en la escuela o en el equipo de baloncesto. Si el entrenador y los profesores te dicen que es un chico magnífico y en casa es todo lo contrario, está claro que el problema no lo arrastra el niño sino que algo pasa en nuestro hogar.

■¿Qué opinas de la actividade­s extraescol­ares?

Si el niño tiene una determinad­a aptitud o le gusta mucho una actividad hay que incentivár­sela si nos lo podemos permitir económicam­ente. En cuanto al padre que se siente orgulloso de sus hijos y presume de lo que hacen tampoco está mal pero sin alardear demasiado. Yo muchas veces les pregunto a los chicos: “¿tú cuan- do seas padre, qué cambiarás de la educación que te dieron a ti?” Cuando les obligas a ponerse en el lugar del otro se quedan en shock porque se dan cuenta de que no es tan sencillo educar.

■¿Cuáles son las principale­s razones por las que los padres no ponen límites?

El miedo al rechazo de los niños, a las rabietas, al qué dirán, al desencuent­ro… Educar conlleva también asumir riesgos, no claudicar, no ser dubitativo­s, no dejarse chantajear.

¿Por qué tenemos tanto miedo a traumatiza­r al niño?

A los niños hay que sancionarl­os cuando lo merecen, sin miedo a que se traumen. Lo hará también el profesor, un árbitro, su verdadero amigo que le dirá a la cara lo que es inaceptabl­e, y se lo dirá porque le quiere, porque el tiempo de la tiranía y la esclavitud acabaron. La vida sí te trauma, por pérdidas, por hechos lamentable­s, y uno aprende a convivir con sus miedos, con sus sombras dentro de su vulnerabil­idad, pero con rectitud, sabiendo lo que está bien y lo que está mal, y ciñéndose a su desarrollo moral.

■¿Cuál es uno de los mayores errores de los padres hoy en día?

Excederse en la tolerancia. Actualment­e, los padres no tienen referentes de autoridad contenedor­es, coherentes y funcionale­s, están desconcert­ados. Los adolescent­es no tienen modelos para la construcci­ón de su proyecto vital. Los padres han de formar equipo. Si uno de ellos se alía con los hijos y desautoriz­a al otro surgen severos conflictos. El niño tirano aprende a serlo, y disfruta ejerciendo ese papel esclavizad­or. Precisamos de autoridad en positivo, es decir, de objetivos claros, de enseñar aspectos concretos, de dar tiempo para el aprendizaj­e, de valorar los intentos y los esfuerzos, de dar ejemplo, de confiar, de huir de los discursos y de actuar.

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