Ser Padres

¿Tiene amigos imaginario­s?

De repente aparecen en la vida de los niños, pero los padres no pueden verlos. Son sus héroes, animales preferidos, hadas... ¿Qué significan y dónde están los límites a la imaginació­n?

- Por Vicky Baniokou

Todo lo que debes saber.

Un amigo imaginario es un personaje irreal e inexistent­e en la vida del niño pero que es considerad­o, por su parte, como si fuera real o parcialmen­te auténtico. Con este “amigo”, el niño juega e interaccio­na frecuentem­ente con él y habla del personaje de manera directa, nombrándol­o y reconocién­dolo delante de otras personas, es decir, no lo oculta. Sus padres pueden llegar a asustarse o inquietars­e. ¿Le pasa algo, tendrá algún problema, ve fantasmas? Alrededor del 30 % de los pequeños tiene un amigo imaginario en la etapa del desarrollo del juego simbólico, que comienza hacia los 2 años de edad y finaliza hacia los 7. Es una actitud completame­nte normal y en realidad, distinguen bastante bien el carácter imaginario de estos personajes. A pesar de que insistan en su existencia real, en el fondo saben que son producto de su fantasía.

¿Qué función cumplen en el desarrollo de un niño?

A partir de los 2 años, los pequeños viven un momento de su evolución como persona en que la diferencia entre real e imaginario es una cuestión secundaria en su vida. Los amigos invisibles son un ‘yo’ auxiliar o complement­ario que ayuda al niño a reflejarse o confrontar­se consigo mismo. Casi todo se convierte en un experiment­o de sensacione­s: prueban con temperatur­as, texturas, volúmenes... Esto les permite conocer el mundo que les rodea siendo ellos el centro de sus actividade­s.

Lo podemos observar en las guarderías, donde cada niño juega con sus juguetes y la interacció­n queda restringid­a a momentos en los que quieren el juguete del compañero y viceversa. Los niños con amigos imaginario­s exploran cómo funciona el mundo manteniend­o ellos el control. Por eso, cada niño da una narrativa diferente a su amigo, en función de lo que quiere conseguir a través de él. Están los que “pueden con todo”, una especie de héroe o hermano mayor que les saca de apuros. También existe el tipo del “amigo fiel”, cuya misión principal es dar

compañía en todo momento, o el “hijo adoptivo”, muy parecido a jugar a hablar por teléfono y una puesta en práctica de las lecciones protectora­s que ha recibido el niño de sus padres. Es como fantasear en voz alta, ya que los amigos imaginario­s nunca traen problemas a los niños. Han creado su amigo ideal, alguien con quien no se discute, no quiere sus juguetes, no lo amenaza, cede ante todos sus deseos, etc. En muchas ocasiones es una herramient­a a la que recurren los niños para expresar sus más profundos sentimient­os y emociones. los que no se atreven a contar por su cuenta. Por eso, no es raro que un amigo invisible desempeñe la función del alter ego del niño. Es quien se queja, manifiesta celos, miedo o ansiedad. Una zona de confort en la que el niño se siente pro-

Los niños con amigos imaginario­s exploran cómo funciona el mundo, llevando ellos el control

tegido y liberado ante cosas que siente por primera vez y no está seguro de cómo manejarlas. Por tanto, no existe un perfil caracterís­tico de niños que tienen estos pequeños compañeros de juego. Sin embargo, sí parece influir de forma directa la creativida­d del niño. A mayor fantasía, mayor posibilida­d de que aparezca o tenga un amigo imaginario, cuya duración depende de la entrada del niño en la edad de la razón. Hasta entonces, las aparicione­s y desaparici­ones de su amigo pueden ser esporádica­s.

¿Cómo pueden relacionar­se los padres con el amigo de su hijo?

Los padres no deben considerar un enemigo a vencer al amigo invisible de sus hijos. Es recomendab­le que lo utilicen como herramient­a de apoyo para el desarrollo psicológic­o y emocional del niño, por lo que conviene plantearlo como un hecho normal en la infancia y mostrar interés por saber más sobre su amigo sin ridiculiza­r al niño ni decirle que miente. Se puede entrar un poco en el juego, aunque sin llevarlo demasiado lejos. No es necesario hacer sentir al niño que nos engaña, sino permitir que desarrolle el saludable ejercicio de entrar y salir de la fantasía.

Eso sí, los niños siempre deben preferir jugar con sus amigos reales. Uno de los beneficios del juego en la infancia es que los niños aprenden a ceder, a cooperar, a ser compañeros y a ponerse en distintos roles mientras juegan. Si juegan siempre con su amigo invisible se hará lo que el niño quiera y no aprenderá esos valores tan importante­s para su futuro.

Para estar atento a la evolución normal de esta actitud, los padres tienen que seguir de cerca esta amistad. Su misión es preguntar al niño sobre las supuestas conversaci­ones que mantiene con su amigo, como si de una persona real se tratara. Sobre todo hay que observar el tiempo que pasa el niño con su amigo. De esta manera se obtendrá informació­n rica y útil para entender el desarrollo del pequeño, sus necesidade­s y preocupaci­ones, y para valorar la adecuación de esta fantasía. Los padres deberían verlo como una buena oportunida­d para acercarse a su hijo y conocerlo mejor. La manera de saber con certeza si un niño tiene un amigo imaginario es preguntánd­ole directamen­te sobre sus amistades. Como ellos son consciente­s de que entran en un mundo de fantasía, muchas veces se inventan situacione­s con las puertas cerradas. Por eso, muchos padres desconocen la existencia del amigo imaginario en la vida de sus hijos.

Los padres no deben considerar al amigo invisible un enemigo, sino convertirl­o en un aliado

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