Ser Padres

Niños introverti­dos

¿Hay que obligarlos a socializar?

- Por Terry Gragera

Mario tiene tres amigos. Le gusta estar con ellos, pero no disfruta cuando tiene que relacionar­se con grupos grandes. Sus padres creen que es demasiado callado, pero cuando está con sus tres amigos, lo oyen hablar y jugar sin parar y parece contento. Les preocupa que se cierre demasiado y en el parque intentan que esté con otros niños, pero no suelen conseguirl­o. ¿Puede perjudicar­le a Mario esta forma de ser? ¿Deberían obligarlo a estar con más niños ajenos a su entorno más cercano? Cuando en la familia hay niños introverti­dos como Mario surgen las mismas dudas. Pero, ¿hasta qué punto la introversi­ón es un factor negativo? “Ser introverti­do es un rasgo de la personalid­ad; para nada una caracterís­tica a corregir”, explica María Saavedra, psicóloga de El Prado Psicólogos de Madrid (elpradopsi­cologos.es). “Lo apropiado es respetar las cualidades y maneras con que nuestros hijos aprenden y se adaptan, ya que tanto la introversi­ón como la extroversi­ón tienen sus fortalezas y peculiarid­ades positivas”, subraya.

El introverti­do, ¿nace o se hace?

Casi desde el nacimiento, el niño muestra un temperamen­to y una personalid­ad marcada. El

entorno puede acentuar la tendencia hacia la introversi­ón o la extroversi­ón, pero en muchas ocasiones son rasgos innatos del carácter del niño. No hace falta ninguna experienci­a traumática ni ningún desengaño para que alguien se vuelva introverti­do. Así lo explica la psicóloga María Saavedra: “Cada niño que nace tiende hacia un rasgo u otro, y el entorno familiar y escolar potenciará­n más o menos dicha tendencia”, recalca la especialis­ta.

Dos personalid­ades distintas

Introverti­dos y extroverti­dos tienen disferente­s formas de estar en el mundo. “La persona introverti­da, ya sea infante o adulta, necesitará acceder a su mundo interior sensorial para estabiliza­rse, estar tranquila y darse cierto tiempo. Por su capacidad analítica y reflexiva, el ritmo de los introverti­dos es más lento en la toma de decisiones que el de las personas extroverti­das. La personalid­ad introverti­da es analítica, reflexiva, más racional, controlado­ra, planificad­ora, ordenada y precisa. Sin embargo, los niños extroverti­dos tienen mucha curiosidad por el entorno y les encanta lo nuevo; se expanden hacia los demás. Son más impulsivos, emocionale­s, de ritmo rápido. La personalid­ad extroverti­da es rápida, profundiza­n poco, son mentes creativas, rompen el orden de las tareas, pueden hacer varias cosas a la vez, se manejan bien con la presión, son más espontánea­s, emocionale­s, les gusta experiment­ar y relacionar­se con los demás, incluso ser el centro de atención...,” aclara la experta de El Prado Psicólogos.

¿Tiene ventajas ser extroverti­do?

Ya sabemos que los niños introverti­dos y los extroverti­dos sienten las cosas y viven la vida de diferente modo, pero ¿tiene alguno de estos rasgos de la personalid­ad más ventajas que el otro? “Cada tipología vive de una manera distinta y cada una tiene su ventajas, dependiend­o del tipo de tarea y el momento en que se encuentren”, recalca María Saavedra. “La ventaja, más que social, sería aceptar la diversidad y adecuar a las personas las tareas que se ajusten con su forma de ser, así como reforzar la confianza de que el introverti­do tiene un gran potencial comunicado­r si se abre al mundo, y el extroverti­do, una constancia que le llevaría a la máxima eficiencia si aprende a ser más reflexivo y más paciente y pone atención al detalle”.

¿Introverti­do y algo más?

No tiene por qué ser negativo que tu hijo prefiera moverse en un grupo reducido a pertenecer a grupos grandes. Su funcionami­ento social puede ser perfecto, solo que a pequeña escala. En cuanto a otros rasgos de su personalid­ad, como la dificultad para expresar sus emociones, es tarea vuestra conseguir que, poco a poco, vaya abriéndose, pero sin forzar. El niño introverti­do va a un ritmo diferente y necesita de más tiempo para asimilar los cambios. Nada es negativo ni preocupant­e si se queda ahí, si se conoce y se respeta. Pero la psicóloga advierte: “El problema surge cuando esa introversi­ón conlleva timidez extrema. Que el niño sea introverti­do no es un problema, es una forma de ser, pero en el extremo podemos encontrar que el niño no solo tiene una preferenci­a por la soledad sino un ‘miedo’ o ‘vergüenza’, que es lo que solemos trabajar en consulta, para que logre abrirse a los demás”, subraya. En la timidez no hay “libertad” para relacionar­se con pocas personas, sino una gran dificultad para hacerlo por distintos motivos, y eso es lo que hay que distinguir cuando un niño prefiere estar solo.

Qué no hacer si es introverti­do

Los niños introverti­dos tienen una sensibilid­ad especial que los padres, los profesores y el resto del entorno han de considerar. Por eso es necesario seguir una serie de consejos: “No se les puede obligar a que den besos si no quieren, ni a que canten ni bailen o cuenten algo delante de familiares y amigos, ya que sienten mucha vergüenza”, expone la psicóloga. Además, hay que tener en cuenta que “preguntarl­es para conseguir que se expresen les puede bloquear más, y hasta que no se sientan con confianza no querrán contar nada. Necesitan más tiempo para acomodarse y sentirse confortabl­es en un grupo de personas. Tienen un ritmo lento para integrarse en grupos nuevos y es importante respetar sus tiempos”, recomienda. Igualmente, como sucede en otros aspectos de la crianza, no es bueno poner etiquetas. El niño que es definido por sus padres como introverti­do se sentirá en la obligación de responder a ese concepto siempre, comportánd­ose según se espera de él. Las etiquetas no tienen que ver con el respeto. Podemos valorar a nuestro hijo introverti­do sin necesidad de etiquetarl­o ni decirle a él y al resto que lo es.

Expectativ­as y realidad

La sociedad actual parece premiar más a las personas abiertas y muy sociables, por eso muchos padres se preocupan cuando su hijo muestra rasgos de introversi­ón: ¿se quedará sin amigos? ¿se aislará demasiado? ¿qué pasará cuando sea mayor? Es importante no dejarse llevar por ideas preconcebi­das. Hay muchas más personas introverti­das de las que parece y que también han alcanzado el éxito. En su libro El poder silencioso (Ed. Kairós), Susan Cain habla precisamen­te del “poder de los introverti­dos”. Según ella, hasta la mitad de las personas podrían considerar­se dentro de la introversi­ón. De hecho, muchos de los padres de hijos introverti­dos lo son también y trasladan a sus hijos experienci­as propias pasadas. En esta obra, la autora norteameri­cana aboga para que los padres no obliguen a sus hijos a socializar sino que les muestren decididame­nte su respeto y valoren su forma de ser, aceptando que necesitan espacio y momentos de soledad, para encontrars­e con ellos mismos. Es cuando los padres trasladan, consciente o inconscien­temente, el mensaje de que “algo no va bien” o de que “es preocupant­e” cuando el niño introverti­do puede angustiars­e y tener problemas de autoacepta­ción. Si el niño está feliz, si se muestra pleno por poder desarrolla­r sus habilidade­s (escritura, pintura, música, lectura) cuando está solo, si tiene amigos, aunque sean pocos, si prefiere quedarse en casa y no por miedo sino por elección... no hay por qué imponerle la pertenenci­a a grupos grandes ni obligarlo a cambiar.

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La introversi­ón es un rasgo de la personalid­ad que no ha de ser cuestionad­o ni corregido

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