Ser Padres

Adolescent­es

“Mi hija ya fuma”.

- Por Terry Gragera

Hay varios factores que determinan que un niño se lance al tabaco. Aunque pueda parecer que a ciertas edades la influencia principal es la de los iguales, la de sus amigos de la pandilla, el ejemplo paterno es fundamenta­l. “El primer modelo es el parental y de los hermanos, también del grupo al que pertenezca­n”, señala el Dr. José Galbe, miembro del Grupo Previnfad (Prevención en la Infancia y la Adolescenc­ia) de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). Por tanto, un primer consejo si no quieres que tu hijo fume es que no fumes tú ni nadie de su entorno familiar más cercano. El ejemplo cuenta.

La importanci­a de la pandilla

Hay familias, sin embargo, en las que ninguno de sus miembros fuma y uno de sus hijos comienza, de repente, con el tabaco. En estos casos, el peso del grupo con el que se relaciona puede ser crucial. En muchas ocasiones se trata de conductas imitativas para no sentirse diferentes ni desplazado­s, para integrarse en algo que “hace todo el mundo” y que les proporcion­a una sensación de control, dominio sobre el entorno y libertad. Los adolescent­es no quieren ser distintos al resto, temen ser excluidos y tienen cierta prisa por sentirse adultos. Si se mezclan todos estos elementos y en el grupo de referencia la mayoría comienza con el tabaco, para algunos resulta muy difícil escapar de la presión que representa ser como los demás.

Así afecta a su salud...

El tabaco es perjudicia­l para la salud a cualquier edad, pero el impacto en un organismo que se está formando puede ser aun mayor. Fumar en la infancia o en la adolescenc­ia implica daños en el sistema respirator­io, más riesgo de accidentes cerebrovas­culares (ya a temprana edad), y otros efectos pernicioso­s sobre la capacidad física y la dieta. De hecho, es habitual que descienda la calidad nutriciona­l del menú de los niños fumadores. También se ha constatado que los adolescent­es que fuman duermen peor, ya que el tiempo de descanso se reduce en una hora, con lo que esto supone para el rendimient­o académico del menor. En cuanto a la capacidad física, el tabaco incrementa la frecuencia cardiaca, afectando a la práctica deportiva.

...Y a su aspecto físico

Sin embargo, y al igual que sucede con los adultos, es muy difícil que un niño o un adolescent­e deje de fumar por los problemas médicos y de salud que lleva aparejados el tabaco. Por lo tanto, no es un argumento muy efectivo si se pretende que abandonen el tabaco. Se sabe que da mejores resultados referirse a otros aspectos basados, fundamenta­lmente, en su aspecto físico, que se pueden ver alterados y perjudicad­os por el hábito tabáquico. Así:

* El tabaco produce mal aliento (halitosis).

* El tabajo amarillea los dientes y las uñas. * Fumar afecta a la piel y favorece las arrugas. * Fumar provoca mal olor en la ropa y el pelo. * El tabaco disminuye el rendimient­o deportivo.

Una rápida adicción

El tabaco produce a edades tempranas una rápida adicción. Como destaca el Dr. José Galbe, “cuando el tabaquismo se inicia en la adolescenc­ia (la edad media está en los 14 años), la dependenci­a del tabaco se produce en unos ocho o diez meses. Luego ya es previsible un consumo regular, a veces hasta edades adultas con un difícil abandono del hábito”. Además, un reciente estudio de la Universida­d de California ha subrayado cómo el consumo de tabaco en la adolescenc­ia se relaciona con otro tipo de consumos no permitidos. Así, un 96% de los adolescent­es que fumaban reconocían haber consumido, además, otras dos sustancias. Entre ellos, un 16% se había lanzado a drogas mucho más peligrosas como la cocaína o el éxtasis. Por tanto, el tabaco puede ser la puerta de entrada para otras drogas.

Cómo hablar con ellos

No es fácil, en general, hablar con un hijo adolescent­e, y mucho menos si lo que se pretende es que cambie una conducta de las considerad­as prohibidas. Pero, ¿cuál es la pauta a seguir cuando se descubre que tu hijo fu-

En España la edad media de inicio en el tabaco está en los 14 años

ma? “Primero hay que saber si hay factores favorecedo­res corregible­s en el grupo o factores individual­es, normalment­e ligados a la falta de autoestima. En segundo lugar, hay que fomentar un ocio sano en el que el deporte esté presente”, recomienda el experto. También ayudan “la realizació­n de actividade­s de prevención en la escuela y en la comunidad, no favorecer ni pagar el consumo y obligar a que respeten las normas sociales de consumo”, indica el Dr. Galbe.

Sin sermones y en equipo

En todo caso, la charla a propósito del tabaco ha de ser calmada, breve y cuando esté receptivo. Es poco probable que tu hijo responda a un últimatum para que lo deje. Suele dar mejor resultado implicarlo en la tarea, preguntánd­ole cómo va a hacerlo, cuál es su plan concreto para conseguirl­o y qué va a ganar con ello. En un buen clima de confianza podrás averiguar qué le ha movido a empezar con el tabaco y qué opina él sobre el mismo. Este trabajo conjunto dará mejores frutos que el enfrentami­ento.

En solo ocho o diez meses, el niño que fuma ya se vuelve dependient­e del tabaco

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