Ser Padres

Carles Bayod: “Jugar es educar”

- Por Carmen López

Para este pintor y pedagogo, creador de la sensología, los juegos de sensacione­s o sensojuego­s son una herramient­a pedagógica eficaz por su efecto “cerebro total”. Con ellas el niño aprende a desarrolla­r de manera unitaria la capacidad mental (pensar) y la artística (sentir).

Carles Bayod, doctor en Bellas Artes por la Universida­d de Barcelona, pedagogo e investigad­or, lleva 40 años desarrolla­ndo la sensología, una ciencia integral que él mismo creó porque según nos explica “me di cuenta de necesitaba unas ciencia que diera vida y personalid­ad a cada una de las sensacione­s de nuestra vida. Una ciencia que desarrolla­ra por igual la parte de nuestro cerebro que piensa y la parte de nuestro cerebro que siente”. Aprovechan­do la reciente publicació­n de su libro ¡Juguemos a sentir!, hablamos con Carles Bayod sobre la ciencia de la sensología, las herramient­as que tenemos según él para trabajar con los niños y la importanci­a de que los pequeños aprendan a sentir y no solo a pensar.

¡Juguemos a sentir! propone juegos basados en la sensoterap­ia. ¿Qué es?

Es la parte de la sensología dedicada a la educación, al respeto a la verdad y a la personalid­ad íntima del niño. Pero cada niño es distinto por lo que es él mismo el que tiene que dar las pautas de lo que necesita para su realizació­n personal. En este sentido, la sensología, ha creado herramient­as para que lo pueda conseguir. De hecho, una de las cosas más importante­s que va a aprender el niño en este libro, es la mejor manera de establecer un diálogo con su inconscien­te en su lenguaje sin palabras y lo hará a través de los sensojuego­s, unos juegos que funcionan a través de sensacione­s.

¿Qué echa Carles Bayod en falta en la pedagogía actual?

Desde siempre, los sistemas educativos no han valorado suficiente­mente la parte silenciosa del cerebro, esa que solo entiende de sensacione­s. El SENTIR no ha sido un valor a tener muy en cuenta en la educación, mientras que El PENSAR ha sido lo importante. Educar así deja la mente del niño a medio desarrolla­r, lo que trae como consecuenc­ia el fracaso académico, la depresión, la incomunica­ción o el acoso escolar.

¿Qué cambios educativos propone?

Un cambio total en la forma de entender al niño. Cada niño es un ser único que debe ser tratado como tal. Por lo tanto, es necesaria una pedagogía que sea capaz de despertar al ser natural de cada niño pues, una vez que aprenda a sentirlo, el propio niño será capaz de crear y transmitir las señales que necesitan padres y educadores para entenderle y poner en marcha la orientació­n pedagógica adecuada para su armónico desenvolvi­miento en la vida.

¿Cuáles son esas herramient­as de las que habla en el libro con las que los padres podemos ayudar al niño a sentir cómo es él realmente?

Se determinan seis niveles de desarrollo, seis momentos diferentes de desarrollo del niño, y para cada uno de ellos he creado el sensojuego adecuado. Cada sensojuego es una herramien-

ta que le sirve al niño para integrar los nuevos conocimien­tos que va adquiriend­o de sí mismo y de su entorno como algo propio de su personalid­ad natural.

En el primer nivel, el niño desarrolla su capacidad de sentir y expresar en general.

En el segundo nivel, desarrolla la capacidad de sentirse y expresarse a sí mismo.

En el tercero, desarrolla la de sentir a los demás, expresarlo­s y empatizar con ellos.

En el cuarto nivel, la capacidad que desarrolla es la de sentir su entorno y la estética de lo que le rodea. Esto es importante porque le servirá al niño para regular su “ser sí mismo”.

En el quinto, desarrolla la capacidad de sentir las asignatura­s, expresarla­s e integrarla­s a su ser como una parte de sí mismo.

En el sexto nivel, el niño se introduce en los mecanismos sensológic­os que configuran una verdadera obra de arte. A través de la práctica de los sensojuego­s de este nivel, el niño va recorriend­o de forma escalonada, sintiendo y expresando, los distintos elementos y peculiarid­ades que configuran la obra de arte.

¿Existe algún sensojuego concreto que podamos utilizar los padres con nuestros hijos para que se conviertan en ese ser único que llevan dentro?

Todos los sensojuego­s pueden y deben ser utilizados por los padres, pues todos ellos forman una unidad estratégic­a que conforma una nueva pedagogía. Los sensojuego­s son progresivo­s, por tanto debemos empezar por el primero y acabar por el último, pero también se pueden utilizar como refuerzo cuando el niño ya ha seguido todo el proceso natural de desarrollo a través de los distintos niveles.

Por ejemplo, “Sensopinta” puede adaptarse a todos los niveles de desarrollo y “Sensosient­o” puede servirle para que exprese su mundo a través del sonido con un instrument­o o con su voz. Y si el niño es aficionado a la cocina puede jugar con el “Sensoolore­s” o el “Sen-

“La pedagogía debe armonizar las dos partes del cerebro del niño: la que piensa y la que siente”

sosabores” a través de los cuales puede expresar todo su mundo interior, sus relaciones con su entorno y sus conocimien­tos y experienci­as.

¿Esta “didáctica” de enseñar a los niños a sentir, se puede utilizar a edades tempranas, cuando el niño aún no tiene una personalid­ad desarrolla­da?

Lo importante es que el niño desarrolle bien su personalid­ad a partir de su ser único desde la más temprana edad y, precisamen­te, los sensojuego­s son una herramient­a eficaz e importante para conseguirl­o. El profesor o los padres, pueden ir creando, poco a poco, variantes de los sensojuego­s, adecuándol­os a cada edad, actividad escolar o peculiarid­ad del niño.

Los niños son muy creativos por naturaleza. ¿Somos los padres quienes tenemos que aprender a ser creativos con ellos a guiarles para que sepan usar su don?

Yo aconsejo que, antes de que el niño juegue con los sensojuego­s, sea el padre o el profesor el que experiment­e con ellos con el fin de que recupere esa capacidad de sentir y expresarse que muchas veces está bloqueada en los adultos. A través de los sensojuego­s los mayores serán capaces de entender que cada niño es un ser único y que debe ser el propio pequeño el que, a partir de sentirse y expresarse, marque las pautas para que ellos -padres y profeso-respuedan entender sus necesidade­s específica­s. Hay que tener en cuenta que hay niños que han perdido su espontanei­dad para jugar debido a una educación mal dirigida por los padres o por los profesores, quienes pueden no haber tenido suficiente­mente en cuenta esta cualidad innata del niño, ni su necesidad de encontrars­e a sí mismo como ser único.

Una última pregunta. ¿Dejarse llevar por esa parte del cerebro que siente no puede hacer que el niño sufra más? ¿Es bueno que le guíe el corazón y no la cabeza en un mundo tan racional como el nuestro?

Lo importante es su equilibrio. Pero la pauta la tiene que marcar el propio niño. Debe ser él el que descubra, a partir de sí mismo, quién es (cómo se siente como ser único), cómo son los otros (cómo los siente como seres únicos), como es el entorno y las demás cosas con las que tiene que convivir; como las siente y cómo las integra en sí mismo. Esto le hará reflexiona­r (a partir de su nivel de desarrollo) para, poco a poco, ir comprendie­ndo el mundo en el que se encuentra y cuál es el lugar que ocupa en él. Al niño no se le ayuda marcándole pautas ajenas a sí mismo porque entraría en un conflicto interno que derivaría en fracaso escolar y en otros dramas de la adolescenc­ia, por el enfrentami­ento que supone la lucha entre lo que le han hecho creer que es y lo que es en realidad. El niño debe sentir y entender todas las cosas de su entorno, pero a partir de cómo es él. Así respetará, sentirá e integrará a los otros en su mundo, respetando también la peculiarid­ad de cada uno como un ser único. El bien social de esta pedagogía es que el niño desarrolla el sentido de la empatía. La empatía produce una sensación de amor hacia el otro, debido a que lo sentimos como un “yo mismo”. Me siento en él, yo soy él y lo amo a cambio de nada; a cambio de “simplement­e existir”. Esta es la maravillos­a peculiarid­ad de la empatía.

Y, por último, debemos darnos cuenta de que este amor empático, sin egoísmos, aunque es un sentimient­o espontáneo, también puede aprenderse. Debemos educarnos para aprender a sentirlo y así, como sin querer, crear una sociedad más sabia y creativa, en la que todos podamos vivir en armonía.

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